Sunny miró al aterrador demonio por unos momentos, luego de repente hizo una mueca, se sujetó el pecho y cayó de rodillas.
Un gruñido bestial escapó a través de sus afilados colmillos.
—¡Argh!
Su corazón latía desenfrenadamente, enviando oleadas de dolor a través de su cansado cuerpo. Se sentía débil y mareado, gotas de sudor brillaban en su piel obsidiana. Esta condición solo empeoraba por la usual sensación de fragilidad que viene al agotar completamente las reservas de esencia.
Sunny se sentía... enfermo.
—¡Malditos...! ¿Estoy... estoy teniendo un infarto?
Gimió, se quedó inmóvil por un momento y luego se levantó lentamente. Aún sujetándose el pecho, se encorvó torpemente y miró a su alrededor, tratando de determinar en qué isla se encontraba y qué malvada criatura pudo haber mantenido a la monstruosidad Corrupta a raya.
Sus pupilas se ensancharon ligeramente.
—No puede ser...