El Santuario de la Princesa
Valeria salió de la ducha, envuelta en vapor y con la piel aún húmeda. La calidez del agua aún la envolvía, creando una sensación de tranquilidad que se rompió abruptamente cuando un destello de luz iluminó el baño. El vapor pareció ondular y distorsionarse, y antes de que pudiera reaccionar, un chico de su edad apareció frente a ella, desnudo, como si hubiera surgido de la nada.
Sus ojos se abrieron de par en par, y su corazón comenzó a latir con una intensidad frenética. La toalla que sostenía se le resbaló de las manos y cayó al suelo. Valeria, acostumbrada a enfrentar situaciones difíciles con compostura, se quedó paralizada, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. La invasión a su espacio privado era un golpe devastador a su sensación de seguridad.
El chico de cabello blanco radiante, con un cuerpo atlético y bien definido que resaltaba bajo la luz dorada del baño, parecía igualmente sorprendido. Sus ojos, que reflejaban una tenue aura de luz, se encontraron con los de Valeria. Sin embargo, ella estaba tan abrumada por sus emociones que no notó esta peculiaridad en su mirada.
—¿Qué... qué está pasando? —murmuró Valeria, su voz temblorosa, mientras sus pensamientos se tambaleaban entre la incredulidad y la preocupación.
El chico, con un movimiento ágil y casi instintivo, recogió la toalla del suelo y la envolvió alrededor de Valeria con un gesto rápido pero deliberado. Su rostro mostraba una mezcla de calma y determinación.
—Lo siento mucho —dijo con voz firme, tratando de mantener la calma—. No sé cómo llegué aquí. Lo primero que pensé fue en cubrirte.
Valeria, envuelta en la toalla, sentía cómo su corazón latía desbocado. La proximidad inesperada del chico, con su cuerpo bien definido, acentuaba cada latido, mientras su actitud segura contrastaba dolorosamente con la agitación interna que sentía. La toalla, húmeda y pegajosa contra su piel, no lograba ofrecer el consuelo que necesitaba.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó Valeria, intentando controlar su voz, que temblaba con desconfianza y confusión—. ¿Cómo has llegado a mi baño?
El chico, notando la creciente tensión y el riesgo de ser descubierto, actuó con rapidez. Recogió otra toalla del suelo y la envolvió alrededor de su cintura.
—No tengo idea —respondió con determinación—. Pero necesito salir de aquí antes de que alguien nos encuentre.
—¿Cómo piensas escapar? —susurró Valeria, el miedo evidente en su voz—. El castillo está lleno de guardias. Te atraparán.
El chico la miró un momento, su expresión seria y decidida. —Haré lo mejor que pueda para evitarlo.
Luego, sin hacer ruido, se dirigió hacia una ventana en el baño. Con movimientos precisos y casi elegantes, manipuló el marco para abrirla. Se deslizó rápidamente al exterior, y la ventana se cerró suavemente detrás de él, sin que nadie en el castillo notara su partida.
Valeria, aún temblando y con el rostro ardiente, se quedó sola en el baño. La violación de su espacio privado había desatado una tormenta interna que le era difícil de comprender. La mezcla de vulnerabilidad y el desconcierto provocados por la intrusión dejaban su mente en un estado de agitación.
—¿Quién era él? —se preguntó, su mente llena de inquietud mientras el vapor seguía envolviendo el baño.
Después de que el chico se deslizara por la ventana, Valeria se quedó en el baño, aún envuelta en la toalla que él había usado para cubrirla. La toalla, ahora húmeda, se aferraba a su cuerpo, brindándole una sensación de seguridad temporal. Con movimientos lentos y cuidadosos, Valeria comenzó a secarse, frotando la toalla sobre su piel para eliminar el exceso de humedad. A medida que se secaba, el calor de la toalla le ofrecía un breve momento de calma en medio de su agitación.
Con una mezcla de determinación y ansiedad, Valeria se acercó a la bata de seda que había dejado en una silla cercana. La bata, de un tono marfil suave, se deslizó sobre su piel mientras se la colocaba. La seda caía con gracia y ligereza sobre su figura, moviéndose con cada ajuste. Aunque la bata le ofrecía una sensación de protección, el impacto de la reciente intrusión seguía pesando en su mente.
Mientras se envolvía en la bata, la intrusión inesperada seguía resonando en su mente, añadiendo una capa de agitación a su estado emocional. La breve interrupción había dejado una marca, y la sensación de perturbación persistía, manteniéndola en un estado de inquietud.
—Debo mantener la calma. Soy una princesa, y debo mostrar control en todas las situaciones. Pero esto es diferente —pensó, intentando centrar sus emociones mientras enderezaba sus hombros y levantaba la barbilla—. No puedo mostrar debilidad. No ahora.
Valeria salió del baño, envuelta en una bata de seda que caía delicadamente sobre su figura. La tela ligera jugaba con las transparencias sutiles, revelando por momentos el contorno de su piel bajo la luz cálida del dormitorio. La bata, de un suave tono marfil, se movía con su cuerpo, dejando al descubierto fragmentos de su piel en cada movimiento.
El dormitorio, decorado con tonos suaves y elegantes, se transformaba en un refugio acogedor en medio del tumulto interno de Valeria. Se dirigió rápidamente al vestidor, sintiendo la sedosa textura de la bata contra su piel desnuda. La sensación de la tela fresca era un contraste reconfortante con la intensidad de sus emociones. Se sentó en un sillón tapizado, dejando que la seda se amontonara a su alrededor en pliegues suaves.
Livia, al entrar en el vestidor, notó la fragancia floral que emanaba de la bata de Valeria, mezclándose con el aroma a madera del ambiente. La preocupación en sus ojos era evidente mientras observaba a Valeria, visiblemente afectada por el reciente suceso.
—Valeria, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado? —preguntó Livia, acercándose con una mezcla de preocupación y ternura.
Valeria levantó la vista hacia su dama de compañía, buscando consuelo en la familiaridad de su presencia. A pesar del desasosiego que sentía, el rostro de Livia era un ancla en medio de su tormenta interna.
—Livia, tienes que escucharme... Un chico... desnudo... apareció de repente en mi baño —dijo Valeria, con una expresión de confusión y angustia, su voz quebrándose por la tensión.
—¿Un chico desnudo? ¿En tu baño? ¿Te hizo daño? ¿Estás bien? —exclamó Livia, mostrando sorpresa y preocupación.
—No, no me hizo daño. Solo me cubrió con la toalla y luego se fue. Tenía una apariencia atlética, lo cual... me sorprendió —respondió Valeria, todavía confundida y ruborizada.
Livia notó el rubor de Valeria y sonrió cómplice. —Vaya, parece que fue una situación bastante desconcertante. ¿La apariencia del chico fue una sorpresa, eh? —comentó con un tono más relajado, tratando de aliviar la tensión.
—Sí, exactamente. No sé por qué, pero eso me impactó más de lo que esperaba —dijo Valeria, acomodándose un poco, aún sonrojada.
—Entiendo, a veces lo inesperado puede ser impactante. Pero lo primero es asegurarnos de que todo esté bien aquí —añadió Livia con tono reconfortante.
—Sí, pero también quiero evitar un revuelo en el palacio. Si esto se sabe, podrían surgir rumores sobre mí... y no quiero eso —admitió Valeria, tratando de mantener la calma.
Livia asintió, con un toque de complicidad en su voz. —Tienes razón. Mantendremos esto entre nosotras y nos aseguraremos de que nadie más se entere.
—Gracias, Livia. Me siento más tranquila sabiendo que puedo contar contigo —dijo Valeria, aliviada por la comprensión.
—Claro, Valeria. Ahora vístete y relájate un poco. Si necesitas algo, solo dímelo —respondió Livia, sonriendo.
—Lo haré. Gracias por estar aquí para mí —asintió Valeria.
Valeria se levantó del sillón y se dirigió a vestirse. Poco después, ya vestida con su ropa casual de princesa, salió del vestidor y se unió a Livia en el dormitorio. El suave roce de la seda contra su piel había sido reemplazado por la firmeza de sus ropas, pero el bullicio en el castillo seguía aumentando.
Caos en el Palacio
Mientras caminaban por los pasillos, el sonido de la alarma empezó a llenar el aire, creando una atmósfera de tensión y movimiento apresurado.
—¿Qué está pasando? —preguntó Valeria, con voz cargada de ansiedad mientras miraba a Livia.
Un guardia se acercó rápidamente, su rostro serio reflejando la urgencia de la situación.
—Su Alteza, hemos recibido una alerta de los magos de la corte. Han detectado una situación inusual cerca del castillo, por lo que activamos las alarmas por precaución —explicó el guardia. Valeria frunció el ceño, su mente volviendo a la enigmática aparición del joven en su baño. La coincidencia le parecía inquietante.
—¿Livia, crees que podría estar relacionado? —preguntó Valeria, dirigiéndose a su amiga mientras intentaba mantener la calma.
Livia lo pensó por un momento, su preocupación evidente. —Es difícil decirlo, pero no puedo ignorar la coincidencia. Deberíamos estar atentas y averiguar qué está pasando.
—Sí, definitivamente. Vamos a la sala de seguridad y descubramos qué está ocurriendo —dijo Valeria con determinación.
Mientras avanzaban, Valeria y Livia intercambiaron miradas de complicidad. Ambas compartían un sentimiento de urgencia por entender la situación sin causar un alboroto innecesario.
Consciente de la gravedad de la situación, Valeria se dirigió hacia la sala de seguridad del castillo junto a Livia. Los pasillos estaban llenos de movimiento frenético, y el sonido de las alarmas creaba una atmósfera cargada de tensión y urgencia.
—Espero que los magos puedan averiguar qué está pasando rápidamente —murmuró Livia, tratando de mantener la calma mientras seguía a Valeria.
—Yo también, Livia. Y esperemos que no se haga un gran escándalo —respondió Valeria, su mente aún inquieta por la reciente aparición del joven en su baño.
Valeria llegó a la sala de seguridad, que estaba en plena agitación. Magos y oficiales se movían rápidamente, sus rostros marcados por la preocupación mientras analizaban los monitores que mostraban la energía anómala. Valeria, aún temblando por el reciente incidente, entró en la sala con pasos apresurados. Su mente estaba llena de confusión y miedo, y sus manos temblaban ligeramente.
Valeria se acercó a la mesa principal donde estaban el Rey, el Capitán de la Guardia Real y varios consejeros de seguridad. Los rostros serios y la frenética actividad en la sala mostraban la gravedad de la situación.
—¿Cuál es el estado de la situación? —preguntó el Rey, su voz profunda resonando en la sala.
—Su Majestad, hemos detectado una energía abrumadora cerca del castillo. Nuestros magos están tratando de identificar su origen, pero no parece ser magia. Hemos desplegado patrullas adicionales y activado todos los sistemas de seguridad —respondió el Capitán de la Guardia, visiblemente agitado.
Un estruendo ensordecedor sacudió el castillo. Las paredes temblaron y los candelabros se sacudieron violentamente. Un grito de sorpresa y alarma se elevó en la sala. Los oficiales y magos se aferraron a sus estaciones mientras la vibración estremecía el suelo. Valeria sintió el estruendo atravesar su pecho, el sonido resonando en sus oídos.
—¿Qué está pasando? —se preguntó, el pánico apoderándose de ella mientras el caos se desataba a su alrededor.
—¡¿Qué ha sido eso?! —gritó el Rey, su voz cargada de alarma.
El Capitán, intentando restaurar el orden, se volvió hacia uno de los magos que supervisaban los monitores.
—¿Qué está pasando con la energía? ¿Se ha intensificado?
El mago, con el rostro pálido y sudoroso, observó los monitores con creciente preocupación. "La energía… se está desplazando a gran velocidad, alejándose del palacio. Ahora está a unos quince kilómetros de distancia y sigue avanzando."
—¿A esa velocidad? —murmuró uno de los oficiales cercanos, con incredulidad. "Eso es imposible..."
Valeria miró los monitores, sintiendo un nudo en el estómago. ¿Dónde se está yendo?
—¿Qué significa esto? —preguntó el Capitán, mientras se acercaba al mago, tratando de entender la magnitud del fenómeno.
El mago, mientras ajustaba sus instrumentos, añadió: "La energía ha recorrido más de veintitrés kilómetros y parece que se está deteniendo en una zona forestal."
Otro mago, que había estado observando los monitores, se acercó a los oficiales con una expresión de sorpresa. "¡La energía se ha detenido! Ahora está a treinta kilómetros del castillo, en el bosque. Y.… parece que está desapareciendo."
—¿Desapareciendo? —preguntó un joven oficial, con el rostro lleno de asombro. "¿Cómo puede simplemente desaparecer?"
El Rey, ahora visiblemente más ansioso, miró al Capitán. "¡¿Qué?! ¡¿treinta kilómetros y se ha detenido?!"
—¡La energía se ha movido tres kilómetros en cuestión de minutos! —exclamó un mago joven, su voz llena de asombro. "Eso es una velocidad increíblemente anormal."
—¿Qué tipo de poder puede moverse tan rápido? —se preguntó un oficial veterano, su voz grave. "Esto no tiene precedentes."
Valeria observó el frenético movimiento a su alrededor. La tensión era palpable, y su mente corría a mil por hora. ¿Qué significa todo esto? pensó, con el corazón acelerado.