Daegal y los demás ahora estaban de camino al pueblo Alkmaaru, su estadía en el país de Espinas había sido bastante corta, ya que no era un paseo, solo era un viaje de trabajo y debían volver al pueblo con las ganancias.
-Quien hubiera pensado que Victorica era la princesa Berenice, ¿verdad?
El dragón purpura movía su cola de un lado a otro ya que estaba emocionado por la conversación que estaba teniendo con Daegal (Aunque solo Daegal hablaba).
Era de mañana, la llanura verdosa se extendía por lado y lado del camino, el sol estaba en su mejor momento, y el viento daba un ambiente fresco para los que se trasportaban en la carreta.
-Me gustaría seguir así por siempre, de un lado a otro, conociendo personas nuevas, teniendo muchas aventuras.
Aldous estaba dirigiendo la carreta de los 6 hombres y el dragón mientras escuchaba la conversación de aquel chico.
-Saben, yo también hubiera querido conocer a la princesa, y a los reyes, que lastima.
-Descuida Aldous, para la próxima te los presento.
Ante estas palabras, todos en la carreta empezaron a reírse fuertemente.
Mientras el dragón movía la cabeza y la cola de un lado a otro en señal de felicidad.
Paso una sombra sobre ellos.
No era inusual que hubiera un cuervo o dos en campo abierto, pero esto fue suficiente para captar la atención de Aldous y viera a lo lejos una columna de humo, haciendo que los caballos aceleraran la marcha y fueron directamente hacia la dirección de la destrucción.
Cuando llegaron al lugar del suceso, Aldous rápidamente tapo con sus manos los ojos de Daegal para que no viera lo que había sucedido.
Este era uno de los pueblos por donde habían pasado para alimentar a los caballos y también ellos, las personas de aquí eran muy amables por atender a unos extraños, pero lo que quedaba ahora eran casas quemadas y en ruinas, hombres, mujeres y niños quemados, otros en lo que parecía ser el centro del pueblo estaban decapitados y sus cabezas habían sido puestas en lanzas como señal de terror. Ya no era nada similar a donde habían estado, y aunque Daegal no estaba viendo sabía lo que estaba pasando y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos y luego un grito se escuchó por todo el lugar, pero no era de Daegal, era del dragón purpura.
Para el dragón purpura esto no era un paisaje desconocido, todo lo contrario, ya había visto algo similar antes, en las visiones generadas por el alce blanco. Sabía que si seguían por este camino algo muy malo iba a pasarles a todos, y no había nada que pudiera evitar.
El dragón purpura rápidamente emprendió vuelo lo más alto posible para tener una visión más amplia del área, y sus sospechas ahora estaban confirmadas.
Entre más miraba al sur, más columnas de humo se veían, esto era malo, podían dar media vuelta al reino de espinas pero ya estaban muy lejos, pero si iban al pueblo, quizás lo que encontrarían ahí seria incluso peor que lo que vieron en este pueblo.
El dragón debía tomar una decisión, pero en el pueblo todavía había personas que a él le importaban. No tenía opción.
Rápidamente aterrizo en la carreta y rugió directamente a Aldous, eso fue suficiente, Aldous sabía lo que debía hacer y rápidamente los caballos empezaron a correr a toda velocidad por el campo directamente al pueblo.
Ya había pasado bastante tiempo desde que vieron el primer pueblo en ruinas, y había muchos más. Daegal no entendía como pudo haber pasado esto y que el reino de espinas no hiciera algo, tantas personas muertas, esto realmente era malo.
Entre más se acercaban al pueblo de Alkmaaru, más oscuro se ponía el cielo.