En el pueblo de Alkmaaru se acercaba una celebración de una vez al año, se llamaba la adoración a la luna nueva, era una fiesta nocturna donde daban gracias a los dioses por las cosechas del año.
Todos en el pueblo estaban preparándose para tal evento, poniéndose adornos como collares, aretes, adornando las cosas con esculturas de maíz, plátanos y distintas verduras, para darle un ambiente más natural.
Al final de la noche, todos en el pueblo hacían una fogata y bailaban alrededor de ella como celebración y a su vez ofrenda.
Daegal y Adelaida fueron con los otros niños del pueblo a sacar maíz del campo, ya que era tradición del pueblo que los niños sacaran la cosecha de ese día.
También iban acompañados por el dragón purpura que ahora estaba un poco más grande que antes. Luego de su pelea contra el alce blanco, se había dedicado a entrenar para evitar que esas visiones de pesadilla se hicieran realidad.
El sol pegaba más fuerte que nunca, la tierra húmeda hacia que fuera más difícil caminar para los niños, sus pies se hundían en el barro. Aun así, los niños siguieron cosechando el maíz para la celebración.
-Oye Daegal, ¿porque todos los días entrenas tan fuerte?
Esta pregunta fue hecha por un niño del pueblo, su nombre era Benedict, un niño algo gordo, cabello liso y piel morena. Conocía a Daegal desde hace años pero no jugaban mucho juntos.
Daegal se detuvo un momento ante la pregunta de Benedict. El sol pegaba sobre su cabeza, el sudor caía sobre sus manos llenas de barro las cuales sostenían una mazorca de maíz. Se quedó en silencio antes de responder.
-Vivimos en una época algo peligrosa supongo, parece que en cualquier momento una guerra fuera a iniciar. Y aunque vivimos en uno de los reinos más grandes y alejados de la capital de espinas, no estamos exentos de un ataque, y al menos, quiero salvar a mis seres queridos.
Ante tal respuesta, tanto Benedict, como Adelaida y el Dragón purpura pusieron una expresión de asombro, era una respuesta muy madura para alguien como Daegal. Él había madurado, eso lo notaba Adelaida la cual se sonrojo un poco. Daegal ya estaba convirtiéndose en un hombre.
Todo el campo de maíz se había inmerso en total oscuridad, todos los niños del campo dirigieron sus miradas hacia el cielo. Aunque estaba muy lejos sobre ellos, aun así generaba una sombra lo suficientemente grande para ocultar todo el campo. Era una especie de círculo flotante que cubría el sol por completo. El dragón purpura tenía un mal presentimiento sobre esto, se inclinó un poco y agito sus alas tan rápido y fuerte que alcanzo una gran altura en poco tiempo, quería saber realmente que era esto.
Entre más se acercaba al círculo flotante se daba cuenta que no era del todo cierto su forma, parecía más una fortaleza gigante sobre una especie de plato que tenía lianas colgándole y se alcanzaban a notar fracturas en medio del plato que era como de piedra. Cuando ya estaba el dragón lo suficientemente cerca, una enorme ráfaga de viento lo expulso de vuelta a la tierra haciendo que cayera a gran velocidad, pero de alguna forma mientras giraba en picada logro estabilizarse y aunque cayó fuertemente sobre la tierra, pudo amortiguar un poco la caída.
Daegal, Benedict y Adelaida corrieron rápidamente donde había colapsado el dragón, mientras sucedía esto, la luz volvió al campo y al mirar el cielo, la fortaleza se había ido.
Ese fue un evento que ninguno de los presentes olvidaría.
Estaba amaneciendo en la capital del reino de espinas, todos los soldados estaban preparándose para la batalla venidera. Otros soldados dispersos por todo el reino estaban volviendo a la capital por orden de la reina.
La reina Berenice estaba tan irritada como de costumbre sobre su trono mientras los concejeros y algunos guardias la miraban de reojo algo nerviosos.
Un concejero anciano de cabello blanco y larga barba se acercó a Berenice.
-¿Desea algo su majestad?
Berenice respondió a su concejero entre dientes.
-Solo... quiero... no se repita...
-Disculpe majestad, no le entendí muy bien lo que dijo.
Berenice abrió totalmente sus ojos al punto que parecía que estos saldrían expulsados de sus cuencas, mirándolo como un depredador a su presa. Y respondió de una forma contundente.
-¡NO QUIERO QUE SE REPITA LO DE ALKMAARU!
Todos los presentes en el salón real se quedaron en silencio. Aquel evento era un tema tabú para todos los del reino, pero ahora las cosas serían diferentes. La reina vio determinación en los ojos tanto de los concejeros como de los soldados ahí presentes por igual. Sus miradas daban un mensaje claro. ''No iban a permitir que la tragedia de Alkmaaru se repitiera''.
Berenice sonrió y se puso de pie.
Y con esa declaración el día prometido llego.
Era de mañana, había más guardias de lo normal a las afueras de las murallas de la capital del reino de Espinas. Era el cambio de turnos, algunos de ellos estaban bostezando por el cansancio.
El suelo empezó a temblar, unos pocos se percataron de esto, y rápidamente el temblor se hizo tan fuerte que todos los soldados lo notaron al punto de ponerse en guardia, algo venia. A lo lejos notaron una nube de polvo y oscuridad, era un ejército compuesto de soldados sin banderas con armaduras grises oscuras. Aunque no podían observar las miradas de sus enemigos misteriosos por los cascos, podían sentirla, una mirada con sed de sangre, pero ahora estaban en su territorio, bajo la bendición de la misma reina Berenice en persona, aquellos hombres agotados recobraron su energía como si de magia se tratase, no iban a perder sin importar que.
Todos los soldados del reino de espinas habían tomado sus respectivas posiciones, los del frente formando un muro de escudos mientras los de la fila siguiente los esperaban con sus lanzas para la ofensiva.
Los soldados grises oscuros se detuvieron, la nube de oscuridad eran dragones, era algo a lo cual no podían combatir unos soldados corrientes. En el mundo actual, el que controlara estos reptiles alados, dominaba el campo de batalla, esa era una regla natural no escrita estandarizada con el pasar de los años.
Todos los presentes entendían eso.
El ejército enemigo empezó a avanzar lentamente hasta que comenzaron a correr directo a las murallas, los soldados del reino de espinas seguían en guardia mientras observaban ese enorme poderío militar llegar tanto por tierra como por cielo. Soldados tanto a pie como en caballos y dragones, catapultas, todos venían directamente hacia ellos.
Los soldados de espinas no estaban asustados para nada, todo lo contrario, estaban esperando algo más. Y ese algo paso volando sobre ellos levantando una nube de polvo.
Era la reina Berenice montando un Wyvern con escamas plateadas. Y de inmediato ella dio su discurso de batalla.
-¡Adelante, es el momento de la ofensiva, no dejaremos que esos malditos bastardos de mierda sigan haciendo lo que les plazca en nuestras tierras y se vayan sin consecuencia alguna!
Y detrás de las murallas voló un ejército de dragones de varios colores, principalmente predominaban los de escamas verdes y rojas manejados por soldados del reino de espinas.
Ahora era una batalla en igualdad de condiciones.
Todos los soldados de espinas avanzaron rápidamente hacia el enemigo. Flechas enemigas cayeron del cielo directamente hacia ellos pero rápidamente respondieron poniendo escudos sobre sus cabezas para hacer una fortaleza impenetrable mientras que en el cielo se llevaba una batalla entre los dragones oscuros del enemigo y los varia color del reino de espinas.
Berenice se abría paso a través de los dragones con su lanza eliminando a los jinetes uno a la vez, debía compensar su falta de poder de fuego de parte de su Wyvern con su extensa lanza creada específicamente para el asesinato de dragones.
Los dragones enemigos iban cayendo encima del enemigo, algunos muertos o estos escapaban apenas sus jinetes eran asesinados. Ambos ejércitos en tierra colisionaron directamente con sus escudos, lanzas y espadas. Las catapultas disparaban los proyectiles hacia el ejército de espinas ocasionando múltiples bajas, pero antes que siguieran disparando, fueron rápidamente carbonizadas por los dragones de espinas.
Era una batalla total, había bajas por ambos lados, pero rápidamente se vio que el ejército de espinas fue tomando la ventaja territorial ante el enemigo desconocido.
Soldados eran decapitados, mutilados, carbonizados. El campo de batalla parecía una rosa abriéndose lentamente en lo que era un baño de sangre. Aunque el ejército de espinas llevaba la ventaja, algo no andaba bien con el enemigo, estos soldados parecían no tener conciencia, solo seguían avanzando sin algún tipo de estrategia real, era extraño. El ejército enemigo avanzaba dejándose apuñalar por lanzas y espadas sin darle mucha importancia, avanzando y matando la cantidad de soldados de espinas hasta perder la suficiente cantidad de sangre para caer desmayados y eventualmente morir.
Aunque tenían ventaja numérica y territorial, los soldados de espinas empezaron a vacilar, ver un grupo de soldados que no temían a la muerte era un golpe psicológico para los soldados de espinas y la reina Berenice se dio cuenta de esto pero no había mucho que ella pudiera hacer en este momento, solo esperar.
Y en un momento una roca gigante tapo el sol e impacto sobre la tierra matando a docenas de soldados de espinas y dragones en el proceso, y más rocas colosales le siguieron. A lo lejos llegaban refuerzos enemigos con más catapultas totalmente cargadas listas para el combate, y sin vacilar accionaron las catapultas lanzando más proyectiles al ejército de espinas matando a docenas más.
Berenice solo tenía tiempo de esquivar la lluvia de rocas gigantes y tratar de acercarse lo suficiente para destruir las catapultas y tratar de mantener la ventaja que poco a poco estaba perdiendo.
A pesar de todo lo que sucedía a su alrededor, Berenice pudo escuchar algo, unos gritos que venían desde un soldado de armadura oscura montado sobre un dragón de escamas verdes oscuras, el soldado parecía ser el comandante de los refuerzos enemigos.
-¡MATENLOS, MATENLOS A TODOS!
Aunque las palabras que gritaba eran las de un psicópata, era el más humano de todo su ejército, y al notar esto Berenice solo pudo sonreír.
Aquel sujeto cabalgando el dragón esmeralda se había vuelto una presa para Berenice. Por la mente de aquella reina solo pasaban incontables torturas que aplicaría sobre aquella rata que creía estar por encima de su reino y de ella.
Berenice le dio unas palmadas a su wyvern, lo que hizo que este la mirara de reojo y de inmediato supiera que hacer.
El wyvern de Berenice empezó a volar en medio de los dragones enemigos, recibiendo algunas flechas en su cuerpo pero no perforaban lo suficientemente profundo para que fuera un daño significativo en su cuerpo. Mientras Berenice contorsionaba su cuerpo para esquivar las flechas enemigas y usando su espada como apoyo para repeler alguna y aunque algunas impactaban, no eran tan fuertes para siquiera perforar su gruesa armadura plateada.
Pero antes de que Berenice llegara a su objetivo, su wyvern se desplomo de golpe contra la tierra haciendo que ella se golpeara fuertemente contra el suelo, al mirar atrás a su wyvern había sido impactado por bolas de acero con púas lo suficientemente gruesas y largas para perforar el escamoso cuerpo de su compañero, aunque este todavía respiraba.
La boca de Berenice sabía a hierro y empezó a toser en su mano, al parecer la caída no fue tan superficial como ella pensó, pero no le dio importancia, no era el momento ni el lugar para pensar en nimiedades. Rápidamente Berenice recogió su espada y avanzo rápidamente hacia su objetivo.
Como si de una bailarina se tratase, Berenice repelió los ataques de los soldados enemigos, cortándolos con su espada, esquivándolos, arrastrándose por el suelo mientras cortabas sus piernas y cercenaba cabezas e incluso saltando sobre las caras de sus oponentes usándolas de plataformas para ganar terreno.
Al ver la llegada de la reina de espinas, el comandante enemigo rápidamente le dio la señal a su dragón esmeralda que cogiera altura para escapar de los ataques enemigos, al darse cuenta de esta acción rápidamente en un movimiento desesperado lanzo su espada con toda su fuerza la cual impacto hacia el ojo del dragón esmeralda.
Ante los movimientos erráticos del dragón esmeralda, el comandante enemigo cayo de este desde una gran altura dando un golpe seco contra el suelo. Berenice sonrió ante esta situación, pero rápidamente su vista se nublo parcialmente, al concentrarse tanto en el líder olvido completamente sus alrededores, no era un error común para esta diosa de la guerra, pero lo había cometido, quizás por su desesperación o su afán de acabar con el enemigo, igualmente el daño estaba hecho. Un soldado enemigo que era más grande que ella y quizás triplicaba su peso, hizo caer su gran hacha sobre la princesa, cortándole el ojo derecho y cercenándole el brazo derecho desde el codo.
Una lluvia de sangre empezó a brotar rápidamente de su muñón a lo que tanto aliados como enemigos se dieron cuenta de este suceso. Pero a pesar del gran dolor que estaba sufriendo Berenice en ese momento, rápidamente ella se abalanzó sobre aquel soldado de hacha y le mordió la nariz con tanta fuerza que le arranco todo el rostro. Con esta acción Berenice solo soltó una frase en voz baja.
-Ese era mi primer beso...
Una espada le fue arrojada a Berenice por uno de sus soldados de espinas a lo que ella lo agarro en el aire con su brazo izquierdo y aunque estaba desangrándose siguió matando los enemigos sin piedad. Pero luego de un rato, la reina de espinas se puso de rodillas, estaba agotada física y mentalmente, sin contar que ya había perdido demasiada sangre.
-¡Idiota! Acaso no te das cuenta reina, ¡Perdieron!
Estas eran las palabras de aquel líder enemigo que se encontraba inmovilizado en el suelo por la enorme caída desde su dragón esmeralda (Lo más probable es que aquel soldado no volvería a caminar nunca). Ante las declaraciones de aquel idiota, la arrodillada reina no dejaba de sonreír mientras jadeaba y lo miraba directamente con su único ojo bueno.
-Oye... Tú... ¿No te parece extraño?
Ante la pregunta de la reina de espinas, el soldado no entendió lo que pasaba y puso una expresión de confusión.
-Para ser todo el ejército de un país, ¿No te parece algo pequeño?
La tierra empezó a temblar...
Desde atrás del ejército enemigo se acercaba una masiva nube de polvo, pero no eran refuerzos enemigos, era soldados a caballo y en dragones, pero no solo tenían armaduras características del reino de espinas. Había otro tipo de armaduras, eran soldados con turbantes que cubrían sus rostros con espadas en forma de media luna, y estaban cabalgando dragones rinocerontes, aunque tenían el aspecto de rinocerontes, poseían escamas de color oscuro y un par de alas que no eran lo suficientemente grandes para volar grandes distancias, solo las usaban para dar saltos más prolongados.
El líder enemigo tenía una expresión nerviosa bajo su yelmo, a lo que rápidamente dirigió su mirada a la reina de espinas y le grito ''-¿Que mierda significa esto?''. A lo que Berenice respondió.
-Simplemente dividí mi ejército, anticipe que tendrían refuerzos esperando el momento de atacar, así que yo también tenía mis refuerzos esperando, además por sus acciones en la frontera, hizo enojar al rey del del desierto, lo que hizo su cooperación algo más factible. Te jodi maldita cucaracha.
Luego de estas palabras, la reina Berenice cayó desmayada por la pérdida de sangre y de inmediato llegaron doctores a atender sus heridas, mientras que las cabezas del enemigo caían como si estuviera nevando y así con la ayuda del ejército del reino del Desierto, el reino de Espinas gano la batalla.
Cayó una cubeta de agua sobre un rostro moribundo, era el líder del ejército encargado de atacar el reino de espinas, fue el único sobreviviente de tal batalla por orden de la reina de espinas para ser interrogado, llevaba una semana en el calabozo del castillo.
En el calabozo no llegaba la luz del sol, la única luz recibida era por las antorchas que sostenían los guardias, había mucha humedad en el lugar, las ratas se paseaban sobre sus pies sin ningún problema.
Su rostro estaba golpeado igual que su cuerpo, pero esto solo era una formalidad mientras la reina se recuperaba de sus heridas. Ella tenía una gran fascinación por la tortura.
Escucho pasos bajando lentamente por las únicas escaleras que llegaban a su salón de tortura, aquel hombre apretó los dientes mientras que el sudor caía sobre sus agrietados labios y mallugada piel. Era la reina de espinas, Berenice.
Ella tenía un vestido azul cielo, un color antinatural para entrar en un calabozo lleno de suciedad y ratas. Ya tenía puesta una prótesis en lo que alguna vez fue su brazo derecho y un parche negro en su ojo, del cual sobresalía una enorme cicatriz que adornaba su hermoso rostro.
Con una suave voz, la reina hablo.
-Entonces... ¿comenzamos?, Jeremiah.