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Lejos de Griven, Rosetta se paró junto a la ventana, contemplando el broche que sostenía en su mano. Era el mismo broche que Oriana le había regalado. Aunque las intenciones de Oriana habían sido engañosas en ese momento, Rosetta lo había aceptado para descifrar las verdaderas intenciones de la joven bruja. A pesar de sus orígenes manchados, el regalo ocupaba un lugar precioso en el corazón de Rosetta, y lo había mantenido cerca.