—¡¿El pervertido mocoso es el dueño de este palacio?! ¡¿Un auténtico príncipe?!
—¿Estaba equivocada todo este tiempo? Pensar que no es algún funcionario de alto rango al servicio de la realeza, sino en realidad, un real por completo, quizás uno de los hijos del Rey...
Oriana miró boquiabierta al hombre parado frente a ella.
Y de repente, fue como si las pequeñas piezas del rompecabezas empezaran a formar una clara imagen en su cabeza.
—No es de extrañar que los Ahrens le tengan tanto respeto… no es de extrañar que sea un estimado huésped de los Wimarks…
Al darse cuenta de cómo durante su primer encuentro, había apuñalado a un príncipe, Oriana sintió que una vida no sería suficiente para absolverla de sus crímenes.
Esa pareja de ojos azules la miraba juguetonamente, como si su dueño pudiera leer su mente, y ella fuera en realidad su deliciosa presa que podría tragar en cualquier momento.
—¿Mi Señor? —bajó la mirada inmediatamente—. Quiero decir, saludos, Su Alteza.