Las Sombras de Sangre se movían por el bosque como depredadores, sus ojos carmesíes explorando en busca de alguna señal de su objetivo.
Veinte gran maestros+ Sombras de Sangre. Cada uno de ellos irradiaba poder, sus formas ocultas en una fina capa de armadura de sangre que rebosaba de intenso poder.
No eran solo fuertes.
Eran de élite.
Y tenían una misión: matar al ápice de la humanidad.
Pero algo estaba mal. Podían sentirlo. A estas alturas, deberían haber encontrado algún rastro de su objetivo, alguna pista. Se habían dividido en grupos para cubrir un área más grande, pero no vieron nada. Era como si él no existiera en primer lugar.
El líder del grupo, el guerrero que había informado al Gran Anciano, Kainor, de repente se detuvo. Sus ojos se estrecharon.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal.
—Espera —siseó, levantando una mano.
El bosque quedó en silencio.
Demasiado silencio.
Y entonces comenzó.
¡SHINK!