Los hombres lobo angustiados corrieron de regreso a la ciudad, con los Licántropos persiguiéndolos ciegamente detrás de ellos.
Uno de ellos tenía que correr más que todos para poder informar a los demás miembros de la manada del inminente peligro.
Al acercarse a las murallas del reino, seguía gritando: «¡preparen para cerrar las puertas! ¡preparen para cerrar las puertas!».
Todo el mundo ya estaba advertido y se sumió en el pánico.
Los otros lobos llegaban trotando tan rápido como podían hasta que finalmente, el último de ellos entró y entonces las puertas se cerraron inmediatamente.
—¡Vayan a sus casas, manténganse a salvo! —gritó uno al mando.
Había algo de pánico e incertidumbre ya que todos tenían que encerrarse por el miedo a lo desconocido.
Los hombres lobo corrieron sin dudarlo hacia el palacio.
La noticia llegó pronto a los oídos de Elena y ella se derrumbó.
—¿Qué quieres decir con que está muerto? —preguntó desesperada.