Al ver que estaban a punto de llevarse todas las queridas pertenencias de su abuelo, Hai Xiaotang se adelantó enojada para detenerlos.
—No toquen nada. No tienen permitido llevarse esto, no pueden tocar nada. ¡Todos fuera! Nadie puede tocar las cosas de mi abuelo!
Un trabajador dijo a regañadientes:
—Señorita, hágase a un lado. Usted no es la que manda aquí.
—¿Quién dice que no puedo mandar? Estas son todas cosas de mi abuelo; todos ustedes aléjense... —Cuando Hai Xiaotang estaba a punto de echarlos, Hai Rong de repente la regañó severamente.
—Hai Xiaotang, ¿qué estás haciendo? ¡Apártate de inmediato, vas a interferir en el trabajo de tu tío también?
Hai Xiaotang se volvió hacia él:
—Tío, no estoy tratando de detenerte, pero no puedes vender la casa del abuelo. El abuelo va a volver; si la vendes, ¿cómo le vas a explicar después?
—¡Esto no es asunto tuyo, quítate de mi camino! —Hai Rong la apartó y le dijo: