Mientras los jóvenes de las facciones analizaban el árbol con cautela, Ian comenzó a alejarse lentamente del grupo, asegurándose de mantener un perfil bajo. Su mente trabajaba rápido, procesando las imágenes de la visión y trazando un camino hacia el templo perdido. Sabía que si seguía el rastro de energía que había percibido en la visión, podría llegar antes que nadie.
Con la vista fija en los alrededores, Ian notó un tenue rastro de energía espiritual que se extendía desde el árbol hacia la espesura del bosque. Era apenas perceptible, una huella de luz apenas visible a los ojos normales, pero Ian había entrenado sus sentidos para detectar incluso la más mínima perturbación. Decidió seguirlo, moviéndose con la agilidad y el sigilo de un cazador.
A medida que avanzaba, los sonidos del grupo se desvanecían lentamente, reemplazados por los susurros del viento y el crujir de las hojas bajo sus pies. La atmósfera se volvió más densa, como si el mismo bosque respondiera a su presencia. Los árboles parecían inclinarse ligeramente hacia él, sus ramas crujientes extendiéndose como manos curiosas.
Ian se detuvo un momento y cerró los ojos, centrando su energía para captar mejor la dirección del rastro. Podía sentir el pulso de la gema del templo, como un eco distante que se hacía más fuerte con cada paso. Una sensación de excitación mezclada con precaución invadió su mente. Sabía que se acercaba a algo importante, pero también a algo peligroso.
Después de lo que parecieron horas de avance cuidadoso, llegó a un claro rodeado por una densa niebla. La niebla era tan espesa que casi no se podía ver nada más allá de un par de metros. Sin embargo, Ian notó que la energía espiritual en esta área era mucho más concentrada. Un escalofrío recorrió su espalda; sabía que había llegado a un punto crucial.
Caminó lentamente hacia el centro del claro, y la niebla comenzó a disiparse como si lo reconociera. Ante él apareció una enorme puerta de piedra, cubierta de musgo y con inscripciones antiguas grabadas en su superficie. Esta era, sin duda, la entrada al templo que había visto en su visión.
La puerta parecía sellada, sin ningún mecanismo visible para abrirla. Ian se acercó, examinando las inscripciones con atención. Ian le pregunto al sistema sobre esos simbolos y el le respondio que era un lenguaje espiritual que indicaban un sello protector. Era un lenguaje que solo unos pocos conocían, y afortunadamente para él, el tenia el sistema podia traducirlo.
Colocó su mano en una de las inscripciones, sintiendo la energía que emanaba de ella. Comenzó a murmurar en el idioma antiguo, palabras que resonaban en el aire como una melodía olvidada. Las runas comenzaron a brillar levemente, como si respondieran a su voz. Lentamente, el sello de la puerta empezó a desvanecerse, revelando un camino más allá.
Un sonido bajo, como el gemido de una criatura antigua, resonó desde el otro lado de la puerta cuando se abrió con un crujido. Ian sintió una ráfaga de aire frío y húmedo que emanaba del interior, acompañado por una vibración fuerte de energía espiritual que casi lo hizo tambalearse. Supo que no estaba solo.
Dentro del templo, se abrió una cámara oscura, apenas iluminada por las raíces luminosas que descendían del techo como enredaderas. En el centro de la cámara, sobre un pedestal de mármol antiguo, descansaba la gema que había visto en su visión: una gema grande y resplandeciente, de un color entre azul y violeta, que parecía pulsar con vida propia.
Sin embargo, alrededor del pedestal, se podían ver sombras densas que se movían, danzando y cambiando de forma, como si estuvieran vivas. Ian comprendió de inmediato: estas sombras eran los guardianes del templo, espíritus oscuros que protegían la joya de cualquier intruso.
Ian avanzó con cautela, activando su percepción espiritual para evaluar los peligros. Podía sentir la malevolencia de las sombras; eran criaturas que se alimentaban de miedo y desesperación. Sabía que cualquier movimiento en falso podría despertar su furia. Pero también sabía que la joya era la clave para acceder al verdadero poder del templo y quizás de este mundo espiritual.
Se concentró y extendió su propia energía espiritual, envolviéndose en una capa protectora. Avanzó lentamente hacia el pedestal, sintiendo cómo las sombras se arremolinaban a su alrededor, percibiendo su presencia. En su mente, calculaba cuidadosamente cada paso, cada respiración, sabiendo que no podía permitirse un error.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, extendió su mano hacia la gema, pero las sombras reaccionaron de inmediato, cerrándose en torno a él como una marea oscura. Ian sintió un frío glacial atravesar su cuerpo, como si lo estuvieran arrastrando hacia la oscuridad.
Sin embargo, no se dejó intimidar. Con un grito de determinación, liberó una onda de energía espiritual desde su palma, disipando a las sombras momentáneamente. Aprovechando ese breve instante, agarró la gema y la sintió vibrar intensamente en su mano. Una sensación de poder incontrolable se apoderó de él, como si la joya tuviera una conciencia propia.
Pero las sombras no se disolvieron completamente. En su lugar, comenzaron a reformarse, más rápidas y más agresivas. Ian sabía que debía salir de allí antes de que fuera demasiado tarde. Sujetando la gema con fuerza, corrió hacia la puerta del templo, que comenzaba a cerrarse de nuevo. Saltó justo a tiempo, sintiendo cómo las sombras se arremolinaban furiosamente detrás de él.
Cayó de rodillas al suelo del claro, respirando con dificultad, pero con la joya firmemente en su mano. Había logrado lo imposible: obtener la gema del templo. Ahora, con este nuevo poder en su posesión, tenía una ventaja crucial sobre las facciones y los otros exploradores. Sin embargo, también sabía que había despertado a algo más, algo que ahora lo seguiría de cerca.
Mientras se ponía de pie, escuchó un crujido entre los árboles. Las facciones habían comenzado a acercarse, probablemente atraídas por la energía liberada cuando tomó la joya. Ian guardó la gema en un bolsillo interior de su abrigo y se preparó para lo que vendría a continuación.
Cuando Ian se puso de pie, con la gema firmemente apretada en su mano, el entorno comenzó a cambiar de manera repentina y violenta. Las raíces luminosas que descendían del techo del templo se estremecieron, y un rugido bajo y profundo resonó desde las profundidades de la tierra, como si algo colosal estuviera despertando. La energía espiritual en el aire se volvió casi insoportable, pesada como una tormenta a punto de estallar.
Ian sintió un escalofrío recorrer su columna. Había liberado la gema, pero también había activado un mecanismo de defensa mucho más peligroso de lo que había anticipado. Antes de que pudiera reaccionar, el suelo bajo sus pies comenzó a temblar y agrietarse, formando fisuras que irradiaban una luz rojiza y oscura. Era como si el propio bosque estuviera reaccionando a su intrusión, dispuesto a proteger su secreto a toda costa.
De repente, un gran rugido resonó en el claro, un sonido gutural que parecía emanar de lo más profundo de la tierra. Ian giró la cabeza, buscando el origen del sonido, cuando vio cómo un coloso de roca y madera emergía lentamente de las grietas del suelo. Este ser, con un cuerpo compuesto de raíces entrelazadas y piedra, se alzaba varios metros por encima de él, sus ojos brillando con un resplandor carmesí.
El coloso dejó escapar otro rugido, haciendo temblar los árboles y provocando que las hojas cayeran como lluvia en el claro. La criatura extendió un brazo macizo y golpeó el suelo con un estruendo, levantando una ola de tierra y escombros que se acercó rápidamente hacia Ian.
Sin perder tiempo, Ian decidió que era momento de usar sus esclavos de alma.
Primero, apareció el lobo, su primera bestia de alma con gran agilidad para el combate cuerpo a cuerpo. Saltó hacia el coloso, atacando sus piernas con una ferocidad que desvió momentáneamente su atención de Ian.
Luego, emergió el mono, una criatura ágil con la habilidad de controlar la tierra. Levantó ambas manos hacia el cielo, y el suelo comenzó a moverse bajo su control. Creó una barrera de rocas gigantescas que interceptó el siguiente golpe del coloso, impidiendo que el ataque llegara hasta Ian.
A continuación, la avispas guardiana y la reina avispa se materializaron. Volaron rápidamente alrededor del coloso, usando sus aguijones y rociando ácido corrosivo sobre la madera de la criatura, que comenzó a chisporrotear y emitir humo.
Finalmente, Ian llamó a Tarek, el goblin brujo, y a su grupo de ocho magos goblin y doce guerreros goblins. Tarek, con su rostro astuto, empezó a conjurar un hechizo oscuro, levantando sus manos llenas de anillos antiguos. Una sombra se extendió por el claro, y desde la oscuridad comenzaron a emerger tentáculos de energía que se envolvieron alrededor de los brazos del coloso, dificultando sus movimientos.
Los magos goblin se unieron a Tarek en la conjuración, mientras los guerreros goblin formaban una formación defensiva alrededor de Ian, listos para atacar si el coloso se liberaba. Las aves de viento, invocadas por Ian en un destello de luz, surcaron el aire a gran velocidad. El líder de las aves emitió un chillido agudo, enviando ráfagas de viento cortantes hacia la cabeza del coloso, intentando cegar su visión.
Mientras tanto, Ian se tomó un segundo para evaluar la situación. Sabía que el coloso era solo la primera de las defensas del templo; la verdadera amenaza aún no se había revelado. Estaba seguro de que, si lograba mantener al coloso ocupado y descubrir el patrón de su ataque, podría encontrar la manera de desactivarlo o de utilizar su fuerza en su beneficio..
El lobo saltó hacia el coloso, mordiendo con una fuerza brutal las raíces que componían sus piernas. El mono, aprovechando el control de la tierra, lanzó una ola de rocas afiladas hacia el torso de la criatura. Las avispas atacaron desde el aire, picoteando con sus aguijones venenosos los puntos débiles de su cuerpo.
Tarek, con su hechizo completado, lanzó una descarga de energía oscura directamente al corazón del coloso. Una explosión de sombras y luz impactó en su pecho, haciendo que el coloso se estremeciera y cayera de rodillas, con las sombras que lo rodeaban debilitándose.
Pero justo cuando parecía que habían ganado, el suelo del claro comenzó a temblar de nuevo. Ian sintió cómo la energía en el aire cambiaba de nuevo, esta vez emanando de la propia tierra. Algo mucho más grande y antiguo estaba despertando.
Entonces, la tierra se abrió por completo, revelando un abismo oscuro. Desde sus profundidades, un gigantesco ser de roca y fuego emergió, mucho más grande y feroz que el coloso. Su cuerpo ardía con llamas azules y sus ojos eran pozos de fuego líquido. Ian supo de inmediato que este ser era el verdadero guardián del templo, un titán cuyo único propósito era destruir a cualquier intruso.