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22.06% El Elegido del Infierno / Chapter 32: Ingresando a las Profundidades

Chapter 32: Ingresando a las Profundidades

El bosque estaba sumido en una densa niebla mientras Ian avanzaba junto a sus esclavos del alma. A medida que se adentraban más en la espesura, la atmósfera cambiaba. Los árboles se tornaban más altos y retorcidos, y un silencio inquietante lo envolvía todo. No era la primera vez que Ian sentía el peso del peligro en el aire, pero esta vez era diferente. Sabía que algo acechaba en la oscuridad, algo que no se mostraría fácilmente.

Después de varias horas de avance cauteloso, Ian y su grupo llegaron a una zona donde la tierra se volvía pantanosa. El aire estaba cargado de humedad, y el suelo se volvía traicionero bajo sus pies. Frente a ellos, un pantano se extendía, oscuro y silencioso. Entre los árboles, ocultas parcialmente por la bruma, Ian notó unas extrañas frutas brillantes que pendían de ramas enredadas en la oscuridad. Las frutas emanaban un poder latente, irradiando una luz tenue que parecía desafiar la penumbra del pantano.

"Estas frutas," murmuró Ian, sus ojos brillando con determinación. "Son perfectas para las pociones que necesito."

Tarek, flotando junto a Ian, asintió. "Maestro, estas frutas son extremadamente raras. Pueden aumentar significativamente el poder de cualquier poción. Pero no será fácil tomarlas; el pantano está custodiado por criaturas que habitan en la oscuridad."

No pasó mucho tiempo antes de que las sombras comenzaran a moverse. Ian sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral mientras veía cómo un grupo de serpientes emergía de la oscuridad. Estas criaturas eran largas, con escamas negras que absorbían la luz, y sus ojos brillaban con un malicioso resplandor dorado. Ian rápidamente comprendió que estas serpientes poseían el atributo de la oscuridad; podían fundirse con las sombras, desapareciendo de la vista solo para atacar desde la penumbra.

"Estén atentos," ordenó Ian a sus esclavos del alma. El lobo y el mono se posicionaron en la delantera, mientras la reina avispa y su guardián se elevaron en el aire, listos para atacar desde arriba. Tarek flotaba detrás de Ian, listo para prestar apoyo con su magia.

El pantano estaba envuelto en una densa bruma, y la atmósfera cargada de magia oscura hacía que cada sombra pareciera moverse con vida propia. Ian avanzaba con cautela, acompañado por todos sus esclavos del alma. A medida que se acercaban al lugar donde las frutas mágicas colgaban, bañadas en un resplandor suave, las serpientes, guardianas del pantano, empezaron a moverse entre las sombras.

De repente, sin previo aviso, una serpiente se lanzó desde la oscuridad. Sus colmillos venenosos estaban dirigidos al cuello de Ian, pero antes de que pudiera alcanzar su objetivo, uno de los guerreros goblins dio un paso al frente. El goblin, usando un escudo improvisado, bloqueó el ataque y empujó a la serpiente hacia atrás con fuerza. Esta se retorció, furiosa, pero antes de que pudiera contraatacar, un segundo guerrero goblin la atravesó con su lanza, acabando con su vida al instante.

Sin embargo, la primera serpiente no era más que el inicio. Una docena de serpientes emergieron de la oscuridad, sus cuerpos deslizándose de manera casi imperceptible mientras intentaban rodear a Ian y su grupo. Con un rápido gesto, Ian dio la orden y los magos goblins entraron en acción.

Los magos levantaron sus varitas y comenzaron a conjurar. En un abrir y cerrar de ojos, varias bolas de fuego y relámpagos mágicos fueron lanzados hacia las serpientes que se acercaban. Las explosiones de luz iluminaron el pantano, revelando a las serpientes que se habían camuflado en la oscuridad. Dos serpientes fueron incineradas al instante, pero las demás esquivaron los ataques con una velocidad asombrosa.

El mono, siempre vigilante, no perdió tiempo y saltó desde un árbol cercano, arrojando piedras y ramas hacia las serpientes que intentaban acercarse por los flancos. Su agilidad le permitió mantener a raya a dos de ellas, obligándolas a retroceder momentáneamente.

Mientras tanto, los guerreros goblins formaron un círculo defensivo alrededor de Ian, manteniendo las serpientes a distancia con sus lanzas y escudos. Cada vez que una serpiente intentaba romper la formación, era recibida por una estocada precisa o un golpe aplastante. La coordinación entre los guerreros goblins era impresionante, fruto de una vida entera de entrenamiento en combate.

La reina avispa, volando sobre el grupo, escupió su veneno ácido hacia las serpientes que trataban de acercarse desde arriba. Su guardián, igualmente vigilante, se lanzó hacia una serpiente que intentaba trepar por un árbol, mordiendo su cuerpo con fuerza y lanzándola al suelo. La serpiente siseó de dolor, pero antes de que pudiera reaccionar, fue alcanzada por una ráfaga de hielo conjurada por uno de los magos goblins, quedando congelada en su lugar.

Ian, en el centro de la batalla, se mantuvo firme, observando el desarrollo del combate. Su espada trazaba arcos mortales en el aire cada vez que una serpiente se acercaba demasiado. A pesar de la velocidad y la agilidad de las serpientes, el grupo de Ian estaba bien preparado. Los magos goblins continuaban lanzando hechizos, creando un muro de fuego y relámpagos que mantenía a las serpientes a raya.

Las serpientes menores, aunque numerosas y letales, estaban siendo superadas. Cada ataque coordinado entre los esclavos del alma debilitaba su formación. Una tras otra, las serpientes cayeron bajo la presión combinada de los hechizos de los magos y la fuerza bruta de los guerreros.

El lobo, aprovechando la confusión, se lanzó hacia una de las últimas serpientes, mordiendo su cuello con una fuerza devastadora. La serpiente luchó por liberarse, pero el lobo no le dio oportunidad. Con un movimiento violento, desgarró la garganta de la criatura, acabando con ella en un instante.

Finalmente, solo quedaban unas pocas serpientes, y éstas, conscientes de su inminente derrota, intentaron retirarse. Pero no lo lograron. Las últimas fueron alcanzadas por los ataques coordinados de los esclavos del alma, quienes se aseguraron de que no quedara ninguna amenaza en el campo de batalla.

Ian respiró hondo, observando los cuerpos de las serpientes esparcidos por el suelo del pantano. Sus esclavos del alma, aunque un poco heridos, todavía estaban listos para luchar. Habían ganado la primera ronda, pero Ian sabía que lo peor estaba por venir.

La verdadera amenaza, , aún no había mostrado su rostro. Mientras preparaba a su grupo para lo que estaba por venir.

"Este solo fue el calentamiento," dijo Ian, su voz llena de determinación mientras avanzaba con su grupo hacia el corazón del pantano. Lo que les esperaba sería la prueba definitiva de su poder y estrategia.


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