Ian avanzó con cautela por el segundo piso de la mazmorra. La luz tenue de las antorchas parpadeantes proyectaba sombras inquietantes en las paredes de piedra, creando un ambiente aún más siniestro que el de la planta baja. El aire estaba cargado de una extraña energía que hacía que cada uno de sus movimientos se sintiera pesado y torpe. A medida que avanzaba, el sonido de sus propios pasos resonaba en el eco de los pasillos vacíos, amplificando la soledad que sentía en este lugar inhóspito.
Los escombros y restos de antiguas estructuras cubrían el suelo, haciendo que cada paso fuera un desafío. Las sombras se movían de forma extraña, casi como si estuvieran vivas, y la sensación de que algo le acechaba era constante. Sin embargo, Ian siguió adelante, sus sentidos en alerta máxima, mientras buscaba cualquier señal de peligro.
De repente, el silencio fue interrumpido por un suave susurro. Ian se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Escaneó la habitación, sus ojos recorriendo cada rincón oscuro. Fue entonces cuando las vio: un par de gárgolas aladas, con ojos resplandecientes y garras afiladas, se movían sigilosamente entre las sombras. La piel de las criaturas, hecha de piedra y musgo, se mimetizaba perfectamente con el entorno.
Ian sabía que enfrentarse a todas al mismo tiempo sería un error. Recordando su entrenamiento, decidió utilizar la estrategia que le había servido en combates anteriores. Tomó una piedra del suelo y la lanzó hacia un rincón oscuro de la sala. El ruido atrajo la atención de una de las gárgolas, que se deslizó silenciosamente hacia la fuente del sonido, sus alas moviéndose con una gracia inquietante.
Ian, agazapado detrás de una columna rota, observó cómo la gárgola se acercaba. Con una calma que desmentía la tensión que sentía, esperó a que la criatura estuviera lo suficientemente cerca. Entonces, en un rápido movimiento, salió de su escondite y atacó. Su espada oxidada cortó el aire con un silbido antes de golpear a la gárgola con fuerza. La criatura emitió un gruñido bajo mientras intentaba contraatacar con sus garras afiladas. Sin embargo, Ian, anticipando el movimiento, bloqueó el ataque con su escudo y contraatacó con un golpe certero. La gárgola cayó al suelo, su cuerpo de piedra desmoronándose en pedazos.
Ian respiró hondo, su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras evaluaba la situación. Sabía que no podía relajarse; todavía quedaban más gárgolas acechando en las sombras. Con el mismo método, atrajo a las otras gárgolas una por una. Cada vez, repetía el proceso: lanzar una piedra, atraer a la criatura, y luego eliminarla con rápidos movimientos de espada y escudo.
El combate fue agotador. Aunque las gárgolas no eran extremadamente fuertes, su habilidad para moverse con sigilo y atacar con precisión las convertía en oponentes peligrosos. Ian tuvo que mantenerse concentrado en todo momento, anticipando los movimientos de sus enemigos y respondiendo con ataques rápidos y decisivos.
La última gárgola cayó con un crujido cuando Ian, utilizando todas sus fuerzas, lanzó un ataque final que partió a la criatura en dos. Se quedó de pie, jadeando, mientras el polvo se asentaba alrededor de él. Su cuerpo estaba cubierto de sudor y su brazo, que sostenía la espada, temblaba ligeramente por el esfuerzo.
Tras el combate, Ian se tomó un momento para recuperar el aliento y evaluar su entorno. Los cuerpos desmoronados de las gárgolas yacían a su alrededor, y en el suelo, entre los escombros y los restos de las criaturas, encontró varios objetos útiles: algunas monedas, fragmentos de piedras mágicas y algunos restos de equipo antiguo que podrían serle útiles más adelante.
A pesar del cansancio, una chispa de satisfacción brillaba en los ojos de Ian. Sabía que cada batalla le acercaba un poco más a su objetivo, aunque aún no tenía claro cuál era exactamente. Sin embargo, su instinto le decía que debía seguir adelante, enfrentarse a lo que fuera necesario, y hacerse más fuerte en el proceso.
Mientras se preparaba para continuar, una sombra más grande y oscura que las demás se movió en la distancia. Ian no sabía lo que le esperaba, pero su experiencia le había enseñado a estar preparado para lo peor. Ajustó su espada en el cinto, recogió algunos de los objetos que las gárgolas habían dejado tras de sí, y avanzó hacia lo desconocido, sus pensamientos ya comenzando a planear cómo enfrentarse al siguiente desafío que seguramente lo aguardaba en las profundidades de la mazmora el aire se volvía más frío y pesado, cargado de una sensación opresiva que presagiaba un peligro inminente. Después de lo que parecieron horas de avance, llegó a una gran puerta de hierro. Su superficie estaba adornada con intrincadas runas y marcas que parecían pulsar con una energía oscura y malévola.
Empujando la puerta con esfuerzo, Ian entró en una vasta cámara subterránea. El ambiente cambió inmediatamente, lleno de una energía maligna que erizaba la piel. En el centro de la sala, iluminado por una luz espectral, se encontraba el jefe de la mazmorra: un caballero esqueleto gigantesco, armado con una espada oscura que emitía un resplandor siniestro. Los ojos del caballero brillaban con una llama azul pálida, y su presencia dominaba la habitación.
Ian sabía que este era el enfrentamiento final. Su corazón latía con fuerza, y la adrenalina se disparó en su cuerpo, borrando el cansancio acumulado. Sin embargo, la visión del caballero esqueleto le hizo sentir un frío gélido en el alma. Este no era un enemigo común; se trataba de una criatura de puro mal, creada con un solo propósito: matar.
El caballero esqueleto levantó su espada y, sin previo aviso, se lanzó hacia Ian con una velocidad aterradora. Ian apenas tuvo tiempo de levantar su escudo cuando el primer golpe cayó sobre él. La fuerza del impacto fue devastadora; el escudo resistió, pero Ian sintió como si sus huesos se quebraran bajo la presión. Retrocedió varios pasos, aturdido por la intensidad del ataque.
El caballero no le dio tregua. Su espada se movía con una precisión mortal, cortando el aire con silbidos agudos. Ian hizo lo posible por defenderse, pero cada golpe del caballero era más fuerte y más rápido que el anterior. El cansancio acumulado, las heridas de las batallas anteriores, todo empezaba a pasarle factura. La espada del caballero se clavó en su costado, abriendo una herida profunda. El dolor fue insoportable, pero Ian sabía que no podía rendirse.
Con sangre corriendo por su cuerpo y la vista nublada por el dolor, Ian luchó por mantenerse de pie. Cada vez que el caballero atacaba, Ian intentaba esquivar o bloquear, pero la espada oscura encontraba su objetivo una y otra vez. La cámara se llenó con el sonido de los golpes, el crujir de los huesos del caballero y los gritos de dolor de Ian. Su armadura comenzaba a ceder, y su cuerpo estaba al borde del colapso.
En un último intento desesperado por sobrevivir, Ian esperó el momento justo. Cuando el caballero levantó su espada para dar el golpe final, Ian rodó hacia un lado, esquivando por poco la estocada mortal. Aprovechando la apertura, con la última de sus fuerzas, se lanzó hacia adelante, clavando su espada en el torso del caballero esqueleto.
El caballero soltó un rugido que reverberó por toda la cámara. Su espada cayó al suelo con un estruendo metálico, y por un instante, Ian pensó que había ganado. Pero el caballero esqueleto no estaba terminado. Con una fuerza sobrehumana, levantó una mano huesuda y agarró a Ian por el cuello, levantándolo del suelo. La presión sobre su garganta era sofocante; Ian sintió que el aire escapaba de sus pulmones, y la oscuridad comenzaba a nublar su visión.
Desesperado, Ian utilizó la única arma que le quedaba: su instinto de supervivencia. Con una fuerza que no sabía que tenía, levantó su espada y la hundió en la cabeza del caballero, atravesando el cráneo con un crujido seco. El fuego azul en los ojos del caballero se apagó de repente, y su cuerpo se desplomó, llevándose a Ian al suelo con él.
Ian yacía en el suelo de piedra, con el cuerpo destrozado y la mente al borde del colapso. Respiraba con dificultad, sintiendo cómo la vida se le escapaba entre los dedos. Pero, a pesar de todo, lo había logrado. Había derrotado al jefe, aunque la victoria casi le costó la vida. Mientras se arrastraba lejos del cuerpo inerte del caballero esqueleto, sintió una mezcla de alivio y terror. Sabía que había sobrevivido por muy poco, y que la próxima vez, podría no ser tan afortunado.
Mientras observaba el cuerpo inerte del caballero no muerto a sus pies. La batalla había sido feroz, y su pequeño escudo, el mismo que había confiado para bloquear múltiples ataques, yacía en pedazos a su lado, destrozado por el poder de la espada del caballero esqueleto. Sin embargo, había logrado salir victorioso, aunque a un alto costo.
El cofre de tesoro, que antes parecía una trampa más en la mazmorra, ahora se revelaba como la recompensa por su ardua lucha. Con manos temblorosas, Ian lo abrió, revelando su contenido: una espada brillante y una armadura hecha de huesos reforzados, mucho más resistentes que la oxidada que había estado usando hasta entonces.
La espada nueva era ligera pero extremadamente afilada, su hoja resonaba con una energía que parecía pulsar en sintonía con la mazmorra misma. La armadura, aunque inquietante por su origen, se sentía sorprendentemente cómoda y ofrecía una protección muy superior a lo que había tenido antes.
Pero lo más importante, al derrotar al jefe y explorar la sala, Ian encontró varios núcleos energéticos en los restos del caballero y otros escombros. Cada núcleo brillaba con un resplandor tenue, y sabía que esos núcleos eran clave para acumular puntos energéticos.
Antes de hacer cualquier cosa, Ian se sentó y revisó lo que había obtenido y lo que había perdido. Antes de entrar en la mazmorra, tenía 2,900 puntos energéticos. Durante su enfrentamiento con las gárgolas y el jefe esqueleto, tuvo que gastar 800 puntos en pociones básicas para no sucumbir a las heridas. Sin embargo, gracias a los núcleos energéticos obtenidos y al botín del jefe, había acumulado un total de 16,300 puntos.
- Puntos iniciales: 2,900
- Gastos en pociones: -800
- Ganancias por núcleos y tesoros: +14,200
- Total actual: 16,300 puntos
Ian respiró aliviado. Sabía que había hecho un buen trabajo, pero esto era solo el comienzo. Con estos puntos, podría finalmente comprar un manual de entrenamiento, algo que había estado deseando desde que ingresó en el infierno
Ian abrió el menú del sistema y navegó hasta la sección de manuales de entrenamiento. Los precios eran elevados, pero tenía que hacer una elección cuidadosa. Las opciones eran variadas, pero todos los manuales disponibles estaban clasificados en el nivel E, el más bajo.
Cada manual tenía sus propias características y beneficios, aunque ninguno era particularmente impresionante. Sin embargo, Ian sabía que, a medida que avanzara, podría mejorar y comprar manuales de mayor nivel.
- Manual de Fuerza Básica: Este manual permite al usuario incrementar su fuerza física mediante un régimen de entrenamiento intensivo. Requiere el uso de núcleos energéticos para mejorar la eficiencia del entrenamiento. Precio: 15,000 puntos.
- Manual de Resistencia Elemental: Proporciona un método para mejorar la resistencia del cuerpo a los elementos mediante ejercicios específicos. También requiere el uso de núcleos para avances significativos. Precio: 25,000 puntos.
- Manual de Agilidad Dinámica: Este manual entrena al usuario para mejorar su velocidad y reflejos, siendo clave para esquivar ataques y moverse con rapidez en el combate. Precio: 100,000 puntos.
- Manual de Fortificación Física: Este manual es uno de los más avanzados en el rango E, proporcionando un incremento considerable en la resistencia física general del usuario, haciéndolo más difícil de herir. Precio: 1,000,000 puntos.
Después de revisar las opciones, Ian se decidió por el Manual de Fuerza Básica, dado que con sus puntos actuales solo podía permitirse ese manual. Sabía que mejorar su fuerza física le daría una ventaja clave en futuras batallas. Además, había visto cómo la fuerza era fundamental para enfrentar los peligros del infierno.
Con 16,300 puntos en total, Ian realizó la compra del manual de Fuerza Básica, reduciendo su saldo a 1,300 puntos. Aunque había quedado con pocos puntos, sabía que esta inversión era crucial para su supervivencia y crecimiento.