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32.53% El diario de un Tirano / Chapter 54: Incursión nocturna

Chapter 54: Incursión nocturna

Decenas de siluetas humanoides descansaban de pie al inicio de la no muy inclinada colina, observando con quietud las centenas de postes de madera clavados en la tierra, con la suposición correcta de que funcionaban como obstáculos para la caballería.

--Informando a la general Génova --Un jinete llegó de pronto, deteniéndose a una distancia respetuosa, prosiguiendo con sus palabras al ver la aceptación de su receptora--. No hay tropas hostiles esperando al inicio de la planicie y, debo informar que es imposible rodear el cerco de postes, el terreno es engañoso y, no puedo decir con certeza de que el enemigo no haya maquinado una estrategia para emboscarnos.

Génova asintió, admirando el más allá de los que sus ojos podían percibir.

--Buen trabajo. Vuelve a tu posición. --Dijo con un tono autoritario.

--Sí, general.

Su mirada fue inmediatamente dirigida a sus dos comandantes, quienes mostraron la dignidad de sus títulos al no titubear, ni mostrar el menor indicio de nerviosismo.

--Perdimos demasiado tiempo siendo cautelosos --Apretó la rienda de cuero con fuerza--, el enemigo se preparó para nuestra llegada, maldita sea.

--Fue la mejor decisión, general --Dijo Etnark--, nadie podía asegurar que estás tierras están malditas.

La general lo observó, asintiendo al estar de acuerdo con sus palabras, aunque por dentro sabía que solo se estaba engañando para no hacerse responsable por su falla. Respiró profundo, calmando las emociones que burbujeaban como agua en ebullición, para volver a su habitual y calculadora calma.

--Comandante Kaly, lidere a la caballería y dé la orden para rodear el cerco de postes.

--Sí, general.

--Comandante Etnark, usted vendrá conmigo.

--Sí, general.

--Por nuestra victoria. --Dijo con pasión, golpeando su pecho con fuerza y provocando que el metal de su armadura sonara con un tono elevado.

--Por nuestra victoria. --Repitieron los generales, imitando el mismo acto del golpe.

Los soldados a pie pertenecientes a los escuadrones ligeros y pesados marcharon con lentitud al subir la pendiente, la mayoría estaban nerviosos por la batalla próxima y, nadie podía culparlos por el sentimiento, los últimos días habían vivido un verdadero martirio, se habían enfrentado a las crueles bajas temperaturas, a cientos de sombras nocturnas, a una alimentación de comidas insípidas, para terminar con una incursión en las tierras menos pobladas del reino para pelear contra un enemigo desconocido, el cual había tenido la brillante idea de secuestrar a la hija predilecta de la Gran Señora de la casa Lettman. Estaban cansados, hartos y con muchas ganas de volver, dejando claro con ello que su moral no era la más alta.

Cruzaron el cerco y comenzaron a aumentar con inteligencia la velocidad, vislumbrando en la lejanía con lujo de detalles la imponente fortaleza de la familia Horson y, para nadie fue sorpresa notar algunas nuevas construcciones que se suponían no deberían estar, ya que ninguno de ellos había visitado anteriormente el lugar.

La general aterrizó su mirada sobre la cima de los oscuros muros, a su vez de la alta torre de arqueros, tenía un sentimiento complicado, como si alguien la estuviera observando y analizando cada paso que daba.

--General, las escaleras están listas, a su orden...

El repentino ruido en la silenciosa noche hizo cambiar su expresión, observando solo de reojo como decenas de luces eran encendidas de rojo.

--¡Escudos! --Gritó al instante que ella misma se protegió con su escudo de madera.

Una cortina de flechas incendiarias iluminaron el cielo nublado, advirtiendo con su caída.

∆∆∆

Tuvo unos cuantos errores, no sabía si era por el cansancio, o por la mala calidad de los materiales, no logrando completar con éxito el arma que trataba de fabricar. Se reclinó sobre su silla, haciéndola chirriar por el peso elevado de su cuerpo.

--Creo que será mejor descansar --Dijo derrotado, no le gustaba desistir, así fuera en la cosa más mínima le era de su agrado terminarla, dejando claro que el sentimiento que ahora poseía no era el mejor--. Continuaré fabricando tú arma y armadura en unos días.

--Sí, Trela D'icaya. --Dijo Yerena sin vergüenza alguna por mostrar su cuerpo desnudo, mostrando así la confianza que poseía en su señor y benefactor.

--Perdone la intromisión, Trela D'icaya. --Dijo Mujina al abrir de golpe la puerta--, pero es urgente la información que debo darle.

--Habla.

Mujina asintió, no sin antes darle otro vistazo a su compañera de tribu.

--El ejército enemigo está a poco tiempo de la colina, Trela D'icaya.

--¿Qué tan poco? --Preguntó curioso y un poco sorprendido.

--No sabría responderle, Trela D'icaya, lo lamento.

--Vuelve con los tuyos, niña. --Giró el cuello para observar a Yerena, ordenándole con una actitud menos opresiva.

--Déjeme pelear, Trela D'icaya, le prometo... --Dijo suplicante, deseosa por demostrar su valía y de lo que ahora era capaz.

--No estés tan ansiosa por morir, niña --Sonrió con ligera calidez, recordando involuntariamente uno de sus episodios en el laberinto--, habrá momento para pelear en el futuro --Tocó su hombro, para después continuar con su trayecto a la salida--, de eso estoy seguro. --Dijo para sí mismo con un tono bajo.

Mujina observó a Yerena con frialdad, amenazándola con la mirada para que cumpliera con las órdenes, no sabía si su señor le había otorgado el privilegio de permitirle ser su nueva guardiana, pero, aunque no lo fuera, no la iba a perdonar si iba en contra de sus designios, no ahora que estaba en tan mala posición con él. La hija del señor de los islos asintió, entendiendo que no podía refutar las palabras ya dichas y, con una desesperanzada mirada observó desaparecer ambas siluetas de la habitación.

Orion hizo uso de todos los sirvientes del castillo para convocar a los comandantes de su ejército, ocupando a Astra, quién brilló de buena manera al cumplir impecablemente con las órdenes.

El ajetreo fue inmediato en la fortaleza, todos comenzaron a tomar sus posiciones y, aunque parecía que todo era un caos, nadie se golpeaba accidentalmente, mostrando que en el desorden había un perfecto entendimiento de lo que debía hacerse.

--Todo listo, señor. --Dijo Astra al recuperar el aliento.

--¿La caballería está preparada?

Mientras el hombre hablaba, Fira estaba inmersa en la colocación de las hombreras de la armadura de su señor, así mismo como con los brazales.

--Sí, señor, lo están. --Afirmó con la cabeza.

--Bien. Puedes retirarte.

--Le pido permiso para hacer una petición.

--Habla.

--Deseo combatir. --Dijo resuelto, mostrando la determinación en su expresión.

Fira perdió la concentración al escuchar la barbaridad que su hermano había dicho, fallando con el abrochamiento del último brazal.

--Agarra un arco y sube a la torre. Estoy seguro de que estaré orgulloso.

--Sí, señor --Sonrió sumamente feliz--, gracias, señor.

Hizo una sutil reverencia y de inmediato se retiró, con el miedo de que en el último momento su señor cambiara de opinión.

--Gracias, señor Orion. --Dijo Fira, no sabía si aquello lo había hecho por ella, pero estaba muy agradecida que el alto hombre mantuviera a su estúpido hermano fuera del peligro.

Orion solo asintió, acomodándose los brazales para notar que nada estuviera fuera de lugar y, con una calma opuesta para la situación se colocó los guantes de cuero.

--Fira ve al pueblo y, asegúrate que nada les pase, confío en ti.

--Sí, señor. --Asintió con respeto, retirándose del lugar, vestida igualmente con una hermosa armadura de cuero negro.

Orion se dirigió a los escalones que daban a los pasillos de los muros con la compañía de su guardiana, donde todos los arqueros estaban dispersos en sus ya preestablecidas posiciones. En la cima de la muralla admiró el oscuro horizonte y, aunque la luz era mínima, su entrenada visión logró percibir la aparición de las centenas de siluetas por el territorio de su cerco. Aquello le hizo sonreír, sintiéndose complacido al haber intuido bien.

Esperó un poco de tiempo, manteniéndose en completa quietud, para que en el momento preciso asintiera con total seguridad al capitán de los arqueros, quién inmediatamente paso la orden.

--Enciendan los calderos.

La orden fue transmitida de boca en boca con suma rapidez, al momento que la tarea fue llevada a cabo.

--Enciendan las flechas y en posición.

Igualmente que con la anterior orden está misma fue completada.

--¡¡Disparen!! --Gritó al recibir la autorización.

El grupo de arqueros de las murallas, junto con los pocos que se encontraban en la torre de arqueros liberaron de entre sus dedos los proyectiles, los cuales hicieron un espléndido vuelo en el cielo, pintándolo de rojo por solo un instante antes de caer en picada.


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