Pocas semanas pasaron,
El piso 50 de la Torre Infinita en Marte era un reino oculto de meticuloso secreto.
Al salir Lena y Raquel del ascensor, los ojos de Raquel se abrieron mucho, incrédulos. El piso era un enigma, envuelto en un sigilo tan estricto que Raquel nunca habría sabido que existía si Lena no se lo hubiera revelado.
Mientras caminaban por el pasillo metálico y brillante, la tensión en el aire era palpable. La puerta de acero al final del pasillo se cernía delante, bañada en un resplandor azul radiante pero abrumador, proveniente de los intrincados sellos grabados en su superficie. Las runas pulsaban con una luz peligrosa, creando un aura de presagio que parecía zumbando con poder reprimido.