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Asher avanzó por el pasillo silencioso de un edificio de la AHC, sus pasos decididos mientras se acercaba a su oficina. La suave luz que se filtraba por las ventanas iluminaba las paredes, pero nada podía disminuir la tensión que chispeaba en el aire. Él conocía el efecto que tenía sobre ella. Lo disfrutaba.
Cuando llegó a la puerta, tocó ligeramente, una sonrisa juguetona asomando en la comisura de sus labios. Dentro, Cecilia se sentaba en su escritorio, su mente dispersa mientras revisaba documentos, intentando—sin éxito—ignorar el constante peso de su visita anterior. El recuerdo de sus palabras, su tacto, aún se aferraba a ella, haciendo que su corazón latiera fuertemente.
Al oír su golpe, se paralizó, su aliento deteniéndose en su garganta. Ya sabía quién era. —Adelante —llamó, aunque su voz temblaba ligeramente.