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En el momento en que Arturo se marchó, una alta vampira con largo cabello plateado emergió de la oscuridad, su presencia tan heladora como desdeñosa.
Vestida con una larga túnica negra que caía elegantemente al suelo, su atuendo era tanto una declaración de poder como de provocación, el escote pronunciado acentuando audazmente su voluptuosa figura.
Ella observó con ojos entrecerrados mientras Arturo se alejaba, su desdén palpable en el aire frío.
—Crees que eres tan astuto, pero no tienes idea de que estás labrando tu propio ataúd. No hay mayor tonto que ese estúpido Cazador mocoso que se acaba de ir —dijo Rebeca con sorna, su voz rezumando desprecio.
Chasqueó la lengua con condescendencia, su mirada penetrante mientras añadía —Esperé a propósito para ver si eres tan inteligente como pretendes ser, pero... parece que te sobrevaloré.