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11.76% El Carnicero De Eones / Chapter 2: Un momento inoportuno

Chapter 2: Un momento inoportuno

Indira miraba boquiabierta la majestuosa y resplandeciente figura que había aparecido delante de ella, un sentimiento de pureza y tranquilidad empezó a inundar su alma mientras empezaba a calmarse.

Era como si los cielos se abrieran y de ellos naciera la luz, ante ella una pequeña y delicada figura de facciones femeninas se paraba, Indira intentó ver el rostro de la figura pero el brillo que irradiaba hacía imposible determinar sus rasgos.

Siempre supo que este día llegaría, pero jamás creyó que sería tan pronto y menos en una situación tan inapropiada.

Velozmente los recuerdos de su infancia pasaron por su mente mientras intentaba vergonzosamente arreglarse.

Indira había nacido en un pueblo sin nombre, que luego sería conocido como Inaria, lugar de nacimiento de la nueva santa.

Y sí, en efecto, ella era la santa.

De pequeña había sido parcialmente huérfana, y con parcial se refiriá a que vivía y estaba al cuidado de su madre técnicamente, pero la realidad como muchas veces difería tristemente, la verdad era que su progenitora nunca paraba o estaba con ella y su padre las había abandonado hace bastante tiempo atrás.

La infancia de Indira fue difícil, no había otra palabra más apropiada para describirla, desde corta edad tuvo que aprender a mendigar y a buscar en la basura, la ausencia continua de su madre le enseñó que la comida en casa no era algo regular y que si no quería pasar hambre debía conseguirla ella misma.

Desde los lugares de desecho de los aldeanos mejor alimentados hasta cazar insectos, Indira había hecho de todo para asegurarse de tener el estómago lleno.

Pero gracias a dios, literalmente, sus penurias no habían sido largas, un día cuando aproximadamente cumplía diez años, (aproximado porque su madre nunca se molestó en anotar o aprenderse el día de su nacimiento), varios carruajes dorados y brillantes guiados por fornidos caballeros de armaduras relucientes llegaron al pueblo, de ellos varias personas bien vestidas y elegantes bajaron a observar el pueblo, de todos ellos había una amable anciana de mirada bondadosa y sonrisa blanca que inmediatamente miró a Indira.

Rápidamente los caballeros buscaron y lograron encontrar a su madre y tras hablar con ella curiosos sucesos empezaron a ocurrir desde aquel día.

Su madre tras hablar con el caballero de armadura brillante empezó a gritar y llorar de felicidad, fue corriendo y abrazó a Indira como nunca desde que tenía memoria lo había hecho, la lleno de besos y abrazos, gritando a todo pulmón cuánto la amaba.

Muchos vecinos y conocidos también se acercaron con enormes sonrisas, diciéndole lo importante que era, recordando momentos que habían compartido, exagerando e incidiendo su cercanía.

Indira, ante todo lo que ocurría en ese momento se había sentido abrumada, no entendía que ocurría, pero cuando más sofocada estuvo y empezaba a sentirse mareada, la anciana de mirada amable levantó la mano y todo el mundo calló de inmediato, luego se acercó lentamente y sonriendo sostuvo tiernamente de la mano a Indira y la llevo a dentro del carruaje.

Una vez dentro, sacó de su manga muchos dulces y empezó a comerlos, Indira que reconoció inmediatamente el olor a chocolate no pudo evitar babear un poco, solo en dos oportunidades hasta entonces había podido probar dicho dulce mágico y ambas no habían sido en condiciones salubres.

La anciana rio y le ofreció los dulces, a lo cual Indira aceptó rápidamente y comenzó a devorarlos.

Hasta ahora dicho suceso le causaba una sonrisa incómoda, su primer comportamiento delante de su maestra había sido patético, luego de que comieran varios dulces la anciana tiernamente le pregunto, —"¿Sabes por qué estoy aqui?"—

Indira había negado con la cabeza sin emitir sonido algunos, acabado los chocolates su miedo y preocupación habían regresado.

—"Hace unos días tuve un sueño, un sueño en que nuestra diosa me informaba que mi tiempo en este mundo estaba por acabar y que debía encontrar a mi sucesora."—Luego su mirada se enterneció pero Indira no pudo evitar detectar una pizca de remordimiento, —"Niña mía, desde hoy eres y serás la nueva santa, es un hecho y no es algo que puedas cuestionar, créeme, esto fue decidido por seres cuyo poder y planes quedan fuera de nuestra posible comprensión. Serás el medio entre los dioses y todos nosotros, los mortales, mientras que tu misión será llevar a acabo la voluntad de los cielos y castigar quienes lo contradigan, será difícil, te lo digo desde ahora pero también un nuevo mundo se abrirá para ti, uno con el que nunca pudiste siquiera haber soñado."—, dijo calmadamente.

Indira completamente nerviosa no había sabido cómo responder y lo único que se le ocurrió fue disculparse, —"Y-yo no sé leer ni sumar, no seré una buena santa, d-debe haber un error...."—

La santa sonrió tiernamente y lentamente empezó a retirarse su capa y desabrocharse sus prendas, Indira no entendía que intentaba hacer hasta que finalmente todo el pecho de la santa quedó descubierto, en el, un gran tatuaje negro con la cara de un simio demente en llamas se veía, al costado por varias partes se podían ver cicatrices de cortes y de ausencia de carne, era algo sencillamente horrible, Indira no pudo evitar llevarse las manos a la boca para evitar vomitar.

—"No te preocupes mi niña, cuando mi maestra, la antigua santa me rescato yo era lo que se conocía como un caldero humano en una banda de criminales del bajo mundo, ni siquiera había visto el sol en toda mi vida y desconocía el habla. Si bien tu padre te abandonó y tú madre te es indiferente, tu condición en comparación con la mía en aquel momento es algo con lo que sólo pude haber soñado, así que estoy seguro que harás un magnífico trabajo, cree en ti misma como yo creo en ti ahora y como mi maestra creyó en mi en aquel momento."—dijo mientras volvía a cubrirse, sin dejar de sonreír, lo que alivió a Indira un poco.

Esas palabras y esas imágenes quedaron grabadas en la mente de Indira para siempre y desde ese entonces su vida tuvo un cambio radical de ciento ochenta grados.

Inmediatamente los caballeros gestionaron su traslado a la capital y empezó a estudiar bajo la guía de la santa, ahí advirtió que las palabras de su maestra habían sido reales, la comida, las vestimentas, conocimientos, lugares, personas, todo cambio, un nuevo mundo se abrió para ella. De un pueblo olvidado en donde todos la ignoraban pasó a ser el centro de atención de la capital del reino, desde el abismo más oscuro de la vida, había saltado hacia la cima de un día para otro y nada parecía parar ascenso.

Nobles del reino y extranjeros, adinerados comerciantes, maestros y especialistas en diferentes artes y técnicas la visitaban buscando su favor y consejo. Era la nueva sensación del reino, al fin de cuentas las posibilidades de que suceda en habilidades y poder a su maestra era muy altas y la antigua Santa había en su juventud y madurez, sido una potencia por sí misma, comparable a reinos en términos de poder e influencia.

El tiempo transcurrió y poco a poco Indira empezó a brillar por sí misma como era de esperar, su belleza, sus hazañas y su competencia resonaron por el reino, una nueva era comenzaba y parecía que Indira había nacido para ello, pero no todo lo bueno puede durar para siempre y con la felicidad viene la tristeza, unos días después de cumplir quince el día más oscuro de su vida llegó, su maestra falleció.

Ella fue la madre que nunca tuvo, su mejor amiga y su confidente, la relación que tenía una santa con otra era algo especial que ni siquiera la relación de un padre e hijo podrían compararse, era una persona que literalmente había pasado por lo mismo que ella, sabía el miedo y la preocupación que sentía, las dudas y la ansiedad que te corrompían. Su maestra ocupó el lugar que su madre biológica nunca pudo, la que por cierto se mudó con ella y había intentando de todas formas resarcir el lazo con su hija sin resultado alguno, y lo había hecho de maravilla. Indira quedó devastada, pasaron dos años hasta que pudo sobreponerse totalmente, mientras tanto con el luto optó por estudiar en una prestigiosa escuela de combate y finalmente se graduó con honores.

Una vez terminó la fase de aprendizaje e instrucción, sintió un gran vacío en su interior, por primera vez se preguntó asimisma que era lo que debía hacer. Si bien ostentar el título de Santa venía con muchas ventajas y habilidades, no había exactamente un manual de que hacer, tras deliberarlo optó por seguir los pasos de su maestra y recorrer el mundo para ampliar sus horizontes.

El día de ayer en la fiesta de cumpleaños del Duque Rondar, había conocido a un apuesto príncipe extranjero con el cual había congeniado, las santas no tenían ningún tipo de restricción o prohibición en el casamiento o reproducción de su linaje, independientemente de que las que ellas mismas se impongan. Su propia maestra había estado casada dos veces aunque nunca hubiera tenido hijos por propia decisión.

En fin, la velada acabó con el príncipe y ella en su cuarto encerrados, Indira estaba preparada para la acción cuando recordó que el viaje en carruaje había sido largo y arduo, bajo el implacable sol de los caminos y aunque su actual vestimenta brillaba y rebosaba como nueva, la interior no.

Hubiera sido muy fácil lanzar un hechizo de limpieza y salir impecable a continuar la velada, si es que el apuesto príncipe no fuera también un competente mago capaz de reconocer las ondulaciones de Maná. Si lanzaba el hechizo obviamente esto generaría dudas en el príncipe, la gente de la realeza era muy paranoica y sus opciones con un posible buen pretendiente se irían al tacho si la semilla de la duda se sembraba.

Rápidamente Indira se sacó la ropa interior y la ocultó, al parecer debía comenzar la velada tal como Dios la trajo al mundo, podría ser atrevido pero era menos juicioso que mostrar su ropa sudada. Tal vez debía darle un toque de pasión, recolectó la espuma del baño y habilidosamente tapó sus partes íntimas con las burbujas y prosiguió.

Sin embargo, cuando estuvo a punto de salir de cuarto con una mistada seductora y provocadora, por todo su cuerpo una corriente recorrió su ser, dese arriba una brillante figura descendió delante de ella y la miró fijamente.

Indira sabía que era un designio divino, de los cuales su maestra le había hablado, era una representación de un Dios, específicamente de la diosa mayor Nafrith de quien era santa o alguna de las diosas menores bajo su dominio. Indira instintivamente intento agacharse y postrarse ante la diosa, cuando recordó que estaba desnuda y solo unas pequeñas burbujas cubrían su desnudez.

Rápidamente empezó a intentar cubrirse con la ropa y toallas a la mano, mientras continuaba a la par haciendo una imperfecta reverencia totalmente roja.

La figura divina la miro fijamente y aunque Indira no podía ver su rostros claramente, sabía perfectamente que la figura estaba sorprendida.

—"Tal vez si debí implementar el celibato en las santas..."—, murmuró la voz para sí misma.

—"Tu humilde sierva se inclina ante su excelencia, puede esta sirviente conocer el nombre de la suprema que se alza ante mi?"—, pregunto roja Indira en un tonto intento de evitar ser la culpable de que las futuras generaciones de santas no puedan probar los placeres de la carne

—"Soy Ali (Alice), diosa suprema de este mundo y vengo a informarte que tienes una misión sagrada."—, dijo secamente.

—"¿Ahhhhhhh?"—, exclamó Indira con los ojos abiertos como platos. Como santa sabia y estaba versada mejor que nadie de los diferentes poderes divinos que existían en el mundo, sabía que habían dioses mayores y dioses menores, cada uno de los dioses mayores tenían su séquito de dioses menores, y entre ellos formaban alianzas. La distribución era tal que que ponía en jaque los unos contra los otros y establecía un equilibrio. De igual manera, la intervención de un dios, incluso uno menor en el mundo mortal era extremadamente complicado, dado que su poder excedía la capacidad del mundo eran rechazados naturalmente por este, siendo por ello que debían conseguir héroes, santos, avatares, seguidores u otros para poder influir en el. Ella era un claro ejemplo, la santa de la diosa mayor Nafrith era su título y posición, lo que demostraba para quien era lealtad y quien le confería dichos poderes.

No obstante, si aplicaban la misma lógica a otros dioses, no era difícil concebir que en otros reinos o continentes habían héroes o santos que eran leales a otros dioses, de diferentes razas y con diferentes intenciones.

Pero de todos los dioses existentes y seres de igual jerarquía, solo había una diosa suprema, quien era la encargada del mundo mismo y cuyos dioses, todos, habían jurado lealtad. La diosa suprema Ali (Alice) y estaba al frente suyo.


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