Al leer el titular de este capítulo tal vez sentiste, en medio de un suspiro, la emoción de un anhelo incumplido. Quisiera acompañarte a realizarlo. Permíteme antes introducir ambos conceptos:
El primer concepto: Inteligencia Financiera (I.F.), que consiste básicamente en dejar de trabajar por dinero dejar de vender tiempo y crear un sistema de ingresos múltiples que trabaje para ti. En resumen, la I.F. consiste en dejar de levantarse cada día para ir a trabajar en un empleo. La falta de I.F. es la responsable de que a pesar de trabajar mucho y duramente las personas no ganen suficiente y afronten estrecheces económicas. Un empleo no tiene nada de malo salvo que la mayoría de las personas no desean ser empleados. (A quienes están satisfechos con lo que hacen, y con la retribución que reciben a cambio, les diré que éste no es su libro, pueden regalárselo a un amigo, seguro que encontrará quien lo aprecie.) Los demás, podéis seguir leyendo, escribí este libro para quienes quieren: a) más libertad y b) más prosperidad.
Creo en la necesidad de disponer de varias fuentes de ingresos variables, la mayoría de ellas pasivas. Explicaré el concepto «ingresos pasivos» más adelante. Por el momento, digamos que lo inteligente financieramente es diversificar los ingresos.
Lo que está ocurriendo, debido a la falta de Inteligencia Financiera, es que muchas personas esperan que el gobierno resuelva por ellas sus propios problemas financieros; con lo que están sometiendo su poder personal y su libertad al control del Estado.
Y el segundo concepto: Libertad Financiera (I.F.), que no tiene nada que ver con una cifra de dinero, sino con tiempo. La I.F. se mide con los meses que puedes seguir manteniendo tu mismo nivel de vida si dejas de trabajan Cuantos más meses, más libre financieramente serás. Todo el mundo debería tener 6 o 12 meses cubiertos. Pero la realidad me confirma que no es así. Te sorprendería saber cuánta gente está a un mes una nómina nada más de la quiebra. La I.F. consiste en dejar de preocuparse de dónde saldrá el próximo euro; en definitiva, es el tiempo que no se necesita ingresar ni un euro.
Imagina que posees una cifra en el banco que te permitiría darte el lujo de no trabajar durante 1 o 2 años sin bajar tu nivel de vida, ¿cómo te sentirías? Estoy seguro de que te sentirías relajado cuando las noticias anunciasen un goteo de expedientes de regulación de empleo (ERE).
Permítete aceptar que las personas inteligentes financieramente se programan para obtener ingresos variables mayores cada año. Se piden mejorar el ingreso del año anterior en porcentajes; por ejemplo, el l0%, 20%, 30%, 40%, 50% o más. Claro que esto sólo es posible si se dispone de fuentes de ingresos complementarias variables. Por lo general, las nóminas no crecen más allá del índice de inflación. Como ya sabes, una nómina es un techo y a menos que se complemente con ingresos variables un empleo no saca de pobre a nadie.
Las mentes millonarias tienen dos únicas reglas: regla nº 1) no pongas límites a tus ingresos. Regla nº 2) nunca olvides la regla número uno.
Los emprendedores piensan en los siguientes términos: se aplican presupuestos anuales de ingresos y después hacen lo necesario para conseguir esa cifra. Las personas
podemos «programamos» para cifras mensuales o anuales de ingresos. Muchos se programan para cifras bajas, o para ingresar lo mismo, año tras año (jamás se plantean ingresar el doble o el triple). Creo que muchos ingresan un promedio del 30% menos de lo que podrían cobrar porque les «asusta» una cifra mayor. Si ése es tu caso, puedes cambiar esa programación interna y fijar tus ingresos: ¡elegir cuánto vas a ganar!
Cada uno gana el sueldo que se concede a sí mismo, lo que aceptó cobrar. Al margen del valor real de su trabajo, que puede ser muy superior.
Creo «oír» tu pensamiento: «Eso es imposible». Usamos demasiado la palabra
«imposible»; y en realidad, nadie sabe qué significa. «Imposible» es algo que no se ha hecho hasta que alguien lo hace. Punto. «El mundo se mueve tan rápido que la persona que dice no se puede hacer, se ve interrumpida por alguien que lo está haciendo», estoy citando a E. Hubbard. Lo que para ti es imposible lo está haciendo posible alguien ahora mismo.
Un ejemplo de lo mucho que el mundo cambia en poco tiempo: en 1990 había en todo el mundo ¡una sola página web en Internet!, en 1994 eran 10.000. ¿Verdad que cuesta creerlo? Hoy existen unos 2.700 millones de páginas, con 5 millones de altas diarias. Lo mismo ha ocurrido con el correo electrónico: en 1992 sólo tenían cuentas de e-mail los gobiernos y las instituciones científicas y universitarias. Hoy no pueden ni contarse porque una cuarta parte de la humanidad (1.600.000.000 personas) usa Internet.
Además de la Inteligencia Financiera (I.F.) necesitarás desarrollar la Inteligencia
Emocional (I. E.).
Warren Buffet dijo que un inversor, para ser bueno, debe controlar sus emociones. Estoy de acuerdo. Para mí, la I.E. complementa la I.F. Desarrollar la I.E. implica autodominio: disciplina, confianza, aceptación del error y el rechazo, paciencia sin límites, y preferir la gratificación aplazada antes que la inmediata. Como estos comportamientos son infrecuentes, la mayoría no accede a una situación financiera mejor.
Examina la formula:
Libertad Financiera = Inteligencia Financiera + Inteligencia Emocional
¿Dónde está la formación convencional?... Y ¿El coeficiente de inteligencia?...
Y ¿La suerte?...
En ninguna parte, porque no cuentan para la Libertad Financiera.
Y puesto que en la escuela no se enseña a gestionar ni las emociones ni el dinero, se deduce que no nos preparan para ser libres financieramente. ¿Quieres una prueba? Aquí está: «La paradoja de las notas escolares», que afirma: «En cualquier escuela y promoción, ni los más inteligentes, ni los que sacaron mejores notas serán necesariamente los más ricos de la clase». ¿No resulta molesta esta reflexión? Piensa en ello, por favor.
Punto clave: no es lo que sabes (aptitud), sino quién eres (actitud).
¿Qué es la inteligencia?: es la capacidad de hacer distinciones más precisas. Cada vez más afinadas, más sutiles. Hagámoslas, pues, para los ingresos.
Existen 3 clases diferentes de ingresos:
Ingresos
Descripción
Ganados activamente
Requieren tu presencia y trabajo cada vez que se ganan, una y otra vez.
Ganados pasivamente
Requieren tu presencia y trabajo al principio, pero después se producen casi automáticamente.
Ganados por inversión
No requieren nunca tu presencia, tu dinero trabaja para ti automáticamente,
Una persona inteligente financieramente:
Diversifica sus fuentes de ingresos en esas tres categorías.
Sabe que tener un solo ingreso es un riesgo que debe corregir.
Lleva negocios, carteras de clientes, comisiones por ventas..., desde su casa y en su tiempo libre.
Como el tiempo es limitado, es necesario que parte de los ingresos sean pasivos; es decir: que una vez creados, se repliquen de forma automática. Por ejemplo, una cartera de clientes es una fuente pasiva de ingresos porque una vez generada producirá beneficios indefinidamente.
Es obvio que una persona inteligente financieramente no vende sólo su tiempo. Además vende productos propios o ajenos, servicios propios o ajenos. Los ingresos activos, un salario, son los más frecuentes pero no pueden proporcionar prosperidad ni libertad. No pueden dar lo que no está en su naturaleza. Los ingresos de las mentes ricas son los ingresos pasivos, los procedentes de los negocios y las inversiones (no los que proceden de la venta de tiempo).
Una persona inteligente financieramente, cuando tiene un problema financiero, lo resuelve con imaginación, no con dinero. No se endeuda, no echa mano de sus ahorros
y si lo hace, los restituye. Va a comisión, o sobre resultados, dispone de ingresos variables. Sólo se da un hijo después de haber creado un flujo de ingresos, pero no antes. Respeta la regla n. 1 de la riqueza, que dice: «Nunca pongas límite a tus ingresos». Y como sabe que una nómina es un límite, no se interesa por tener una nómina como única fuente de ingresos.
La realidad es que casi todo el mundo piensa que tener un empleo y tener un jefe es lo normal. Yo creo que es lo frecuente aunque no debería ser lo normal. No me parece normal que alguien te diga qué harás y cómo lo harás, con quién, cuándo y dónde trabajarás, qué horario diario seguirás, cuándo descansarás en tu jornada, qué vacaciones anuales te tomarás y cuánto dinero ingresarás. Lo siento, pero por muy frecuente que sea no me parece normal. Y sólo de pensarlo hace que me piten lo oídos y me suba la presión.
Timothy Ferriss en su genial libro La semana laboral de cuatro horas (en RBA, nueva empresa), escribe: «Trabajar ocho horas al día es una convención social y un legado anacrónico de medir resultados por volumen. ¿Cómo es posible que toda la gente del mundo necesite exactamente 8 horas para hacer su trabajo? Es imposible. El horario de
9 a 5 es arbitrario». Yo incluso creo que si no hubiese un horario que cumplir, cualquier
trabajo se haría en mucho menos tiempo. En la nueva economía no se pagará por las horas, sino por los resultados. Lector, prepárate, cuando te pregunten a qué te dedicas, no digas lo que haces sino qué resultados obtienes.
Concéntrate en conseguir resultados, no en estar ocupado. Si buscas y rebuscas, siempre encuentras una ley con un enunciado sorprendente. Yo encontré la ley de Parkinson, que afirma: «Una tarea crecerá en complejidad en relación con el tiempo asignado». Cuanto más tiempo dispones para hacer algo, más tiempo pierdes en no hacerlo. Es decir, si acortáramos la jornada laboral, haríamos más cosas. Las ocupaciones triviales (80%) quedarían a un lado y nos centraríamos en las vitales (20%). ¡Mejorarían los resultados! Ahora entiendo el dicho zen de que menos es más.
¿Quieres conocer el secreto para hacer más cosas?: tener menos tiempo (y no al contrario como se cree). Sí, has leído bien. Por ejemplo, un estudiante rinde más a una semana vista del examen que a falta de un mes. Y un empleado concluye más tareas en la última media hora de la jornada que en todo el día. Es matemático.
Cuando yo era empleado de banca, descubrí que mis clientes más ricos pensaban muy diferente de quienes no lo eran. Aquellos pensaban en grande, mientras que el resto en pequeño. Ambos tienen un cerebro similar, pero una mentalidad diferente. Hacen un uso de su mente muy distinto y ésa es la razón que diferencia sus economías. Sus mentalidades distintas sostienen creencias distintas, que se concretan en actitudes, hábitos y conductas, todo lo cual crea realidades económicas diferentes.
Hay muchas razones, pero una es que los ricos (la lista Forbes de los tíos Gilitos del mundo) conocen el Código del Dinero. Espero que con la edición de este libro se divulgue el Código. Por el momento, unos y otros muestran diferencias a nivel de pensamiento consciente y de creencias inconscientes.
La única diferencia entre una persona próspera y una que no lo es, es que la primera crea su realidad económica conscientemente y la segunda, inconscientemente. Y lo que tienen en común es que ambas la están creando.
A nivel consciente, todas las personas desean el bienestar económico; sin embargo, en el inconsciente medran las limitaciones: miedos injustificados, supuestas imposibilidades, creencias adictivas, prejuicios... Detente por un instante en tu lectura y pregúntate cómo te irán las cosas si no desactivas tus limitaciones interiores.
El problema es que muchos no saben siquiera que tienen un problema por sus creencias inconscientes (invisibles). Hoy sabemos que el inconsciente, con sus programaciones, gobierna nuestras vidas. Y por suerte, el coaching financiero resulta muy útil para desvelar todas esas barreras internas a la riqueza.
En resumen, cuando alguien se emplea, está alquilando su intelecto por un sueldo; en cambio, un emprendedor pone su mente a trabajar para él, pues considera que es su
¡«caja de caudales»! (mira por un instante la portada de este libro, es la metáfora perfecta de la mente millonaria). Los emprendedores no se pueden permitir el lujo de alquilarla a otros, ¡la necesitan para ellos!