Aiden desechó todas sus preocupaciones al fondo de su mente por última vez mientras observaba a cada uno de los individuos que se encontraban frente a él.
La primera era Ariel, quien seguía siendo tan bonita como antes. Sin embargo, Aiden ahora podía mirarle a los ojos sin ningún problema. El hechizo que le había dejado antes de abandonar este mundo hace unos años ya no tenía ningún poder sobre él. Por eso, en los ojos de Aiden, Ariel era la persona de la que tendría menos problemas en deshacerse.
Las personas de las que tendría que cuidarse eran el Mago y el Humano de aspecto animal. La persona que se especializaba en Sigilo no era preocupante debido al talento de Aiden en dicho campo de experticia.
No obstante, solo el tiempo lo diría, y una cosa era segura. Aiden no se contendría en sus golpes hacia nadie. Estaba aquí para matar, tal como había sido enseñado en el pasado, y nada podría cambiar eso nunca más.