—Pues puedes intentarlo, tal vez tu papito te ayudará —respondió Aiden con una gran sonrisa al saber que esta chica claramente dependía de su familia y que probablemente nunca había trabajado por nada en su vida.
A esas personas era a quienes Aiden más despreciaba, aquellos que se lo habían dado todo en la vida en bandeja de plata, sentía un profundo odio hacia ellos.
¿Era celos?
No estaba seguro porque para ser completamente sincero, a veces envidiaba a los privilegiados.
Porque cuando comparaba sus vidas con la suya, la diferencia era tan evidente que le deprimía un poco.
Imaginó cómo podría haber sido su vida si no hubiese pasado por nada y le hubiesen dado todo.
Al llegar a ese punto de imaginarse cómo habría sido su vida, se dio cuenta de que no sería la misma persona, ni siquiera se parecería a sí mismo.
Después de todo, su entrenamiento y su pasado habían dictado la persona que era hoy y era completamente normal.