—No lo dejaré ir, miel —Iris se acercó a Zaya y la abrazó, las lágrimas brotaron de sus ojos, porque tenía mucho miedo de la posibilidad de lo que podría pasarle a su padre. No quería perderlo.
—No quiero que padre muera —Una sola lágrima rodó por los ojos de Zaya cuando dijo eso. Fue traumático para ella ver cómo se fue Cosa Pequeña, pero estaba aterrorizada de pensar que no volvería a ver a su padre.
—Tampoco quiero, querida —Iris besó la parte superior de la cabeza de Zaya. Estaba contenta de que Caña estuviera durmiendo en ese momento y no se despertara, porque estaría desconsolado al ver a su pequeña princesa llorar así—. Estará bien. Estará bien, miel.
Zaya levantó la cabeza y miró a su madre a través de sus ojos llorosos.
—¿Promesa?
Iris besó la punta de su nariz, pero no le respondió.
En las siguientes semanas, Zander tuvo que madurar de la noche a la mañana, porque Caña no podía manejar los asuntos del estado de manera efectiva.