Me mira cuando vuelvo a moverme dentro de ella. Pero no dice nada. Yo observo su interior. Su flujo de qi. Me concentro en él mientras la follo despacio. Lo justo para mantener mi nueva erección.
No es fácil. Resulta un tanto difuso ver el detalle. De como se mueve por sus piernas. Por sus dedos. Por sus brazos. Por sus pechos. Por su vagina. Por cada músculo o hueso. Por cada cabello. Por la piel.
–¡Aaaaaargh!– grita de dolor.
He provocado una pequeña fractura en el fémur. Ha afectado las zonas de alrededor. Músculos y carnes. Nervios. Ponía que causan dolor y placer. Pero que se deben tratar con mucho cuidado.
Rong se intenta revolver. Pero está bien atada. Y la sigo penetrando. Ahora intento curar la herida. Es la parte más importante.
–¡¡AAAAaaaaargh!!
Tengo que conseguir hacerlo con más delicadeza. El hueso se ha cerrado. Pero ha cortado un poco de la carne. Si aplico muy poco qi no es suficiente. El problema está en que no es fácil de controlar. No es exactamente mi qi el que interactúa. Solo una parte. ¿El Yang? Reacciona con su qi. Supongo que el Yin. Tengo que practicar un poco más. E investigar. A ver si consigo dejarlo bien.
Han sido casi quince minutos. Ha gritado unas cuantas veces. Pero ya está suficientemente reparado. Circulando qi, debería bajar la inflamación.
–Lo siento… No más… Por favor…– está sollozando.
Me da un poco de pena. Pero necesito un sujeto de prácticas. Y ella tiene que ser disciplinada. Ya que no puede ser obediente por voluntad propia, tendrá que serlo por las malas. Como esclavo, sabía mi lugar. Ella debe aprenderlo.
Ya veo. Así que su parte Yin se está agotando. Supongo que es eso. No puedo probar mucho más por hoy. Así que seguiré con otras pruebas menores.
–Mi pecho… Me aprieta…– vuelve a sollozar.
Mmm. También tengo que ampliar su piel. Eso es más lento. Puedo ver como sus pechos están tensos. Como si fueran a explotar. Tengo que reducirlos un poco. No puedo ir tan rápido. Y debo estimular su piel.
Es un proceso que ellas pueden hacer con años. Estimulando poco a poco con qi. Yo, en unos minutos, he conseguido aumentarlos, aunque poco. Me llevará días. Está bien. Tampoco hay prisa. Es secundario.
También prueba con su cara. Muy suavemente. Se vuelve a quejar. No lo acabo de controlar bien. El uso del qi ha de ser mucho más fino de lo que estoy acostumbrado. Al final, he logrado aumentar sus labios y pómulos. Aunque es insignificante. No se nota. Ni el retoque de la nariz. Llevará tiempo.
También he intentado cambiar la pigmentación de su cabello. Ya se verá cuando crezca si he tenido éxito. Con su culo, ha sido más fácil. Es más grande. No hay que actuar tan fino. Y solo lo he aumentado un poco. Mañana miraré de retocar todo un poco más. Y volver a practicar con su hueso. A ver si ha quedado bien. No puedo fallar con Song.
Está jadeando. Su rostro dolorido.
–¿Te duele algo ahora?– le pregunto.
Ella niega con la cabeza. Sus ojos parecen asustados. Me la follo de nuevo. Sin desatarla. La llevo a un orgasmo. Después del dolor, parece que le resulta muy intenso. Es cierto que estaba muy tensa. Supongo que tiene miedo de más dolor.
La follo mientras compruebo sus pechos. Sus pezones. Su textura. Son un poco más duros. Veré si puedo suavizarlos mañana. Hacerlos más blanditos. Si es que ha recuperado suficiente Yin. El tamaño ha aumentado ligeramente. No se nota mucho.
Estrujo su culo. Apenas noto los cambios. Quizás podría haber forzado un poco más. Se vuelve a estremecer. Está muy sensible. En especial las zonas que he retocado. Si no voy con cuidado, le causo dolor en lugar de placer.
Me vuelvo a correr en ella. Ella tiembla. Aprieta los dientes. Gime. Luego se queda casi quieta. Resoplando. Incluso babea. La desato.
–Circula qi por donde he tratado tu pierna. También por tus tetas, culo y cara. Por ahora, puedes descansar.
Ella asiente. Quizás incapaz de pronunciar palabra. Quizás no se atreve. No me mira. Su cara está cubierta de lágrimas. De dolor y placer. Y mocos. La envío de vuelta. Se queda enrollada sobre su cama. Agotada. No tarda en dormirse.
Aún es pronto para tratar a Song. Pero no para revisarla. Luego lo intentaré.
Todo esto me hace sentir más curiosidad sobre el Yin y el Yang. Traen la comida. Para mi sorpresa, es Ai. Se queda mirando la cabaña después de dejar la bandeja. Dudando.
Abro la barrera. Sin avisar, la cojo de un brazo. La atraigo hacia mí. La abrazo.
–Hola– la saludo, mirándola a los ojos.
–¡Kong…!
Sus ojos se humedecen. Sus labios se acercan. Me piden un beso. No la hago esperar. Sus voluminosas tetas presionan en mí mientras nuestras lenguas se entrelazan.
–¿De verdad…? ¿Tú…?– me pregunta cuando nos separamos.
No deja de mirarme. Ha estado preocupada por mí. Supongo que Chen le ha dicho que estaba aquí. Ha pedido cambiarse el trabajo con alguien. No la he visto apuntada a repartir comida.
–Sí. Te lo explicaré. ¿Tienes tiempo ahora?
–No mucho. Un par de minutos más– confiesa.
No me da tiempo de follarla. Lástima. Quería disfrutar de sus enormes pechos. De su culo. De su pasión. Tenerla más entre mis brazos.
–Tengo leña acumulada. Bastante. Si venís cuando tengáis que cortar, podemos pasar un rato juntos. Mejor si es por la tarde, así casi seguro que estaré– le propongo, mientras masajeo sus nalgas.
–Espera. Tú eres un estudiante ahora. No debería hablarte así…– entra en pánico.
Me niego a soltarla. Le sonrío.
–Si estamos solos, está bien. Sigues siendo mi querida Ai– le respondo.
Ella se sonroja. Me vuelve a besar. Con más pasión.
–Aah. Tengo que irme. Aaah.
La beso en la mejilla una vez más antes de soltarla. Me sonríe. Está preciosa cuando lo hace. Me mira.
–Me alegro por ti. De verdad que me alegro. Pensábamos que… Tú… Ya… Ya hablaremos– me dice mientras se va empujando el carrito, aún con lágrimas.
Puedo sentir su lealtad. Me aprecia de verdad. No diría que me quiere. Somos esclavos. Pero no estoy seguro de que no sea así. Me pregunto cómo podría protegerlas.
Hacerlas desaparecer y quedármelas sería sospechoso. Acabarían encontrando un vínculo conmigo. Comprarlas quizás sería posible. Si reúno suficientes puntos. No es fácil. Cuesta bastante comprar un esclavo. Y yo quiero comprar cuatro. Al menos ayudarlas a cultivar. A subir de nivel. Quizás si la maestre cumple su parte. Por ahora, tengo que esperar.
—————
Traigo a Liang, Rayitas y Terror. Me acompañan en la comida. Ella apenas la prueba. Dicen que ellas no la necesitan y yo sí. Es cierto. A Terror le damos un poco. A Rayitas le traemos la suya.
La encuentro deliciosa. Algunos estudiantes se quejan de que es insípida. Aunque es buena por la concentración de qi. No han probado la comida de los esclavos. Cuando podemos conseguir restos, es un banquete para nosotros.
Le explico que ha venido un momento Ai. Sonríe. Hay nostalgia. También se siente algo culpable. Ella está bien, pero sus amigas no lo saben. Y sufren por ello. Así que tengo que besarla para que se olvide. Y devuelvo a Rayitas para no despertarla. Y a Terror, con un trozo de pan.
–¡Iiih! ¡Kong!– se sorprende.
–Ja, ja.
La he cogido en brazos. Por sorpresa. Aprovecho para acariciar su culo. La dejo suavemente sobre la cama. Me acerco a sus labios. Ella me abraza. Me atrae hacia ella. Sonríe seductora. Nuestros labios se solapan. Nuestras lenguas juegan. Nuestras piernas se entrelazan. Frotándose. Insinuantes.
En algún momento, se ha puesto encima. Y allí se queda. Pegada a mí. Sus manos recorren mi pelo. Mis mejillas. Mi espalda. Mi culo. Provocándome. Recorre la forma de los músculos en mi pecho. Incitándome.
Las mías acarician su cabellera. Recortada para mi disfraz. Trazan el camino desde allí hasta sus nalgas. Pasando por su cuello. Acariciando con qi y dulzura su espalda. Sensualmente. Excitándola. Haciéndola estremecerse más de una vez.
Mientras, sus pequeños pechos se aplastan contra mí. Los mueve. Frotándolos contra mi piel. Sus pezones están especialmente marcados.
Abre sus piernas. Se acomoda sobre mí. Lleva su mano a mi miembro. Lo introduce en ella. Gime sensualmente. Me mira seductora. Se mueve. Nuestras frentes pegadas. Nuestras narices tocándose. Nuestras manos moviéndose por el cuerpo del otro. Mi miembro entrando y saliendo de ella.
Mueve ligeramente su cabeza a un lado. Para poder bajarla. Llegar hasta mis labios. Reclamarlos para sí. Darme los suyos.
Yo sigo acariciando su espalda, su cuello y su pelo con una mano. La otra, baja por su culo. Recorre sus muslos. A veces busca en su entrepierna.
Acelera. Sin dejar de besarme. Dominándome. Declarándome de su propiedad. Yo me rindo a ella. A su pasión. A su dulzura. Al roce de su cuerpo. A su vagina apretándome.
Vuelve a separarse. A mirarme. Sonríe traviesa.
–¡Aah! Di que eres mío. ¡¡Aaah!!– me exige.
No puedo evitar sonreír. Yo se lo he hecho decir muchas veces. Ellas me lo han devuelto más de una.
–Soy todo tuyo– le aseguro.
No dudo. Soy suyo. Igual que ella es mía. Sonríe satisfecha. Vuelve a besarme. Sus labios parecen querer comerme. Hambrientos. Apasionados. Su lengua quiere investigar cada centímetro de mi boca. Pelearse con la mía.
Hoy está especialmente activa. Agresiva. Y, sin embargo, dulce. Servicial. Queriendo dármelo todo. Queriendo que me sienta bien.
Se estremece varias veces. Mientras disfrutamos el uno del otro. Mientras nuestros cuerpos son uno. Mientras salgo y entro de ella.
Su cuerpo se estremece una vez más. Parándose incluso su lengua por un instante. Siendo llenada por mí. Una y otra vez.
Luego se desliza a un lado. Abrazada a mí. Pegada a mí. Besa suavemente mis labios. Acaricia mi piel con delicadeza. Como yo lo hago con la suya. Nos miramos. Pero no hablamos hasta que recobramos el aliento.
–Ahora eres solo mío. Se van a morir de envidia– ríe.
–Entonces, ¿vas a sustituir a todas?– le respondo. Amenazante. Sugerente.
–¡No seas malo! Es tentador pero peligroso. Se vengarían de mí. Y no puedo con tanto…– ríe ella –Mmmmm.
La beso en el cuello. Ella se deja hacer. Luego me mira un momento.
–¿Y Wan? Deberías llamarla. Mímala un poco– me pide.
Me río. Me mira extrañada. Yo la miro. Vuelvo a reír. No sabe qué pensar. Supongo que se lo tengo que decir.
–Ja, ja. Está bañándose. Ha vuelto a quedar un poco… negra… Ja, ja.
–Ja, ja, ja. Pobrecilla. No seas malo. No te rías de ella. Ja, ja, ja.
Me critica, pero también se ríe. La han visto demasiadas veces así. Cuando sus cocciones no acaban de salir bien. De hecho, no ha sido una. Cinco que yo haya visto. Y otras que no han explotado. Supongo que no han salido mal del todo. No parece deprimida mientras se quita la ceniza de sus grandes y lujuriosos pechos.
–¿En que travesura estás pensando?
Me ha pillado. ¿Cómo me conoce tan bien? En ese aspecto es tan temible como Shi. Se me queda mirando. Exigiéndome una respuesta. No me queda más remedio que confesar.
–Solo pensaba que podría traerla y probar la bañera– reconozco.
Liang se ríe. Me mira. Me sonríe. Vuelve a reírse
–Eres bastante malo. Pero no es mala idea. Voy a practicar con el arco. Mímala– me repite.
Me da un largo beso. Una promesa para más tarde. Soy reluctante a dejarla ir. A prescindir de sus mimos. De su compañía. De su cuerpo. Pero no me queda más remedio que devolverla.
El resto siguen meditando. Es excitante verlas sentadas. Con las piernas cruzadas. Desnudas. Sus pechos subiendo y bajando despacio. Sus rostros relajados. Su piel parece brillar con la suave luz de la Residencia. ¿Quizás es un efecto del qi?
Rui, Ning y Bronceada también parecen aplicarse. Rong duerme. Wan se frota sus enormes pechos. Intentando quitarse la suciedad. Su boca se abre. ¿Ha gritado? Su mano se había estado frotando un pezón. Se ha quedado un momento quieta. Sus mejillas tomando color.
Niega con la cabeza. No puedo dejar de reír. De mirarla. Es excitante ver sus pechos moverse bajos sus manos. Enjabonados. Pero no puedo conformarme con mirarla. Quiero ser yo quien los mueva. Los estruje. Quiero restregar cada parte de ese cuerpo obsceno.
Me acerco a la bañera. No es muy grande. Pero cabe una persona. Incluso dos. Si una se pone encima de la otra. Ya va siendo hora de llenarla.