–Sé bueno con ella. Es buena chica– me pide Liang.
–La pobre no sabía nada. Cumplía órdenes. Ni siquiera se atrevía a desobedecer– suspira Song.
Vaya. Hasta ella habla en su favor. Están las dos sobre mí. Cada una sobre un yo. Desnudas. Entre mis brazos. Algo sudadas. Sus cuerpos sensualmente apretados contra los míos. Descansando después de hacer ejercicio.
–Incluso abusaban de ella. Estaba muy asustada. Ha costado mucho calmarla. Creo que es algo tímida, pero es difícil de saber si es miedo o timidez– sigue Liang.
–Por lo que ha explicado, era casi como una esclava. Tenía cierta libertad, pero estaba bajo las órdenes del idiota de Dai Fen. Y los demás tampoco la trataban bien. Abusaban de ella– añade Song.
–Nos ha contado todo lo que sabía. Han puesto un precio a tu cabeza. No es mucho, pero puede ser tentador para alguien como ese traidor de Dai Quon. Y lo que le hicieron a aquella chica…– dice furiosa Liang. No se lo va a perdonar. Yo tampoco.
Parece ser que una sirviente quiso vengarse de Dai Fen por algo. No saben por qué. De alguna forma llego a su habitación. Pero la pillaron. La torturaron y mutilaron salvajemente. Quieren venderla como esclava para humillarla aún más. Lo que le hicieron es verdaderamente cruel. Incluso para nosotros, que hemos presenciado ya mucha crueldad.
También parece que Dai Quon es de la familia de Dai Fen, aunque un pariente lejano. No lo había pensado. Hay muchos que comparten apellido y no tienen nada que ver.
Todas la han defendido. Parece que les ha caído bien. Además de que la han bañado y vestido. Parecía menos asustada. Aunque se la ve inquieta. Está esperando a que la llame. Por mucho que le hayan contado, no sabe a qué atenerse.
–Llámala ya. Nos vemos mañana– me besa Liang en la mejilla.
–Hasta mañana– me besa Song apasionadamente en los labios.
–¡Eh! ¡Yo también!– se queja Liang. Y me besa también apasionadamente.
–¡Envidiosa!– se burla Song, guiñándome un ojo. Son preciosas
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Las devuelvo. Y llamo a Lia Qin poco después. Así es como se llama nuestra prisionera. O exprisionera. Tiene algunos conocimientos de formaciones, aunque limitados. Sin poder entrar en la secta, el material que tiene para estudiar no es mucho. Por no hablar de que es de clase baja. Así que sus recursos eran más bien escasos.
Me mira, pero no directamente. Con la cabeza gacha. Sus manos juntas. Moviendo nerviosa los dedos.
Sabe lo que vamos a hacer. Lo ha aceptado. Si no, no estaría aquí. Además de que yo estoy desnudo.
–Déjame verte– le pido.
No dice nada. Sin mirarme, deja caer la túnica. Mostrándome su cuerpo desnudo. Mordiéndose el labio superior. Me mira solo de reojo.
Su cabello es azul claro. Corto. Con dos pequeñas trenzas que le llegan casi al hombro. Tiene un rostro dulce. Con una peca bajo el labio, en el lado derecho. Del tamaño de una lenteja.
Su piel es bastante clara. Sus pechos de un tamaño medio. Ligeramente puntiagudos y separados. Sus pezones un poco oscuros. Con aureola más bien grande.
Tiene un ombligo seductor. Bajo él, su vello púbico es del color de su pelo, azul claro. Parece esperándome. Delicioso.
No es muy alta. Y sus gafas le dan un toque… ¿intelectual? Aunque ahora no las lleva.
–Date la vuelta.
Lo hace. Tiene un culo prominente. Tentador. Parece mullido.
–Acércate– le ordeno.
Ya me han dicho que es un tanto pasiva. Por miedo o timidez. Así que tendré que llevar la iniciativa. Pero sin asustarla demasiado.
Ella obedece. Se acerca. Se tensa un poco cuando la cojo de las manos.
–Siéntate sobre mí.
Ella me mira un tanto extrañada. No lo esperaba. Se sube a la cama con algo de torpeza. Se mueve sobre mis piernas. Donde le indico con la mano. Medio tropieza, cayendo sobre mí.
–No tengas tanta prisa– casi me río.
Ella se sonroja. Se incorpora. Con la cabeza baja.
–Mírame. Quiere ver esos ojos.
Ella me mira. Son de un azul claro hermoso.
–Son preciosos. Toda tú lo eres– la alabo.
–Gracias…– dice en apenas un susurro.
Está sobre mis piernas. Aunque un poco alejada. Así que la agarro de sus nalgas y la acerco.
–¡Iiihh!– se sorprende.
Se vuelve a sonrojar. Aparta la mirada. Hacia abajo. Donde su entrepierna se junta con la mía. Mi miembro rozando su entrada. Creciendo poco a poco.
–Bésame– le pido con suavidad.
Ella me vuelve a mirar. Con torpeza, une sus labios a los míos. Apenas un momento. Dulce. Tímida. Me mira. Como preguntando si está bien.
–Sabes, no muerdo. Puedes hacerlo un poco más largo. Y también usar tus manos. No me molesta que me toques. Yo lo hago. Bésame otra vez.
Ella asiente. Sus manos se ponen nerviosas sobre mi pecho. Mientras las mías acarician su espalda. Suavemente. Añadiendo un ligero qi.
Se acerca y me besa. Yo saboreo su labio inferior. Añadiendo también qi. Noto como se estremece ligeramente. Se separa al cabo de unos segundos.
–¿Así?– pregunta.
De nuevo entre tímida y asustada. Le sonrió. Pongo la mano sobre su mejilla. Mientras mi miembro ha crecido bastante. Lo hago rozar bajo su vagina. Ella no dice nada. Pero puedo notar como se estremece cuando me muevo. Sobre todo, si añado un poco de qi.
–Déjame a mí.
Me acerco a ella. Mi mano en su nuca la atrae a mí. Mis labios sellan los suyos. Se mueven. Añaden qi. A veces atrapo su labio inferior. A veces el superior. Ella se rinde a lo que sea que haga. Durante más de un minuto.
Cuando separo mis labios, ella está respirando profundamente. Su pecho sube y baja. Seductor. Su mirada fija en mí. Pongo mi otra mano en su pecho. Lo masajeo un poco. Añado más qi esta vez.
–¡Aaaaahhh!– gime ella, sorprendida por el pequeño estallido de placer.
–Ahora usaré la lengua. Usa también la tuya– le aviso.
–¿Có… Cómo?– pregunta ella, un tanto perdida.
–Déjate llevar. No me muerdas.
De nuevo tomo sus labios. Una mano en su nuca. La otra en su pecho. Mi miembro rozando su entrada por fuera. Mi lengua explorando su boca. Buscando la suya.
Ella la mueve insegura. Aunque se va animando cuando se entrelazan. Cuando añado qi. La noto estremecerse. Tiembla todo ella en un pequeño orgasmo.
La saliva cuelga cuando nos separamos. Ella medio jadea. Me mira. Hay un poco de pasión en sus ojos. Si hay miedo, bastante menos que antes. Más bien, expectación
No sé si por lo que le han contado. O por tratarla con suavidad. A diferencia de lo que le habían hecho en el pasado. Me han contado parte las chicas, aunque no el detalle. Quizás, simplemente por sonreírle. Quizás, un poco de todo. Lo cierto es que parece querer más.
Mi mano sigue jugueteando con su pecho. La otra acaricia su cabello. Mis ojos fijos en los suyos. Ya no rehúye tanto mi mirada.
–¿Otro beso? ¿Caricias? ¿O quieres algo más?– le pregunto, provocándola, tentándola.
–Hazme tuya. Como ellas– me pide. Casi con súplica.
Ya veo. Hay deseo de placer. Pero también de algo más. De ser una más. De no estar sola. De ser parte del grupo.
–Levántate un poco.
Ella obedece. Separando su entrada de mi miembro. Permitiéndole alzarse. Lo pongo recto frente a su entrada. Amenazando con penetrarla.
–Baja poco a poco.
Vuelve a obedecer. Algo nerviosa. A la vez que ansiosa. Aprieta la punta en su agujero más que lubricado. Entra poco a poco. Las paredes rozándome. Haciéndome sentir placer. Aunque no sé si tanto como a ella. Se corre a media entrada. Se queda quieta. Tiesa. Temblando. Quizás no debería haber añadido tanto qi.
Ha sido demasiado tentador. Quería verla correrse. Su boca abierta. Su cuerpo arqueado.
Espero a que se recupere. Me mira avergonzada. Como pidiéndome perdón. Sonrío. Me corresponde tímidamente.
–Sigue.
Ella vuelve a bajar. Se estremece. Está sensible después del orgasmo. Casi respira aliviada cuando se sienta sobre mí. Cuando llega hasta el fondo. Reclamo sus labios por sorpresa. Aunque pronto responde apasionada. Sus manos en mi espalda. Ya sin remilgos, a veces llegan a mis nalgas.
Nos separamos. Me mira. Preguntándome con los ojos qué hacer.
–Muévete despacio. Que entre y salga de ti. No dejes de besarme– ordeno.
–Vale– asiente, con pasión en su voz.
Así estamos durante un rato. Teniendo sexo con suavidad. Mis manos a veces en uno o dos de sus pechos. Masajeándolos. Incluso pellizcando sus pezones. Con suavidad. Con qi. También recorren su espalda. Sus nalgas. Sus piernas. Sus brazos. Incluso su ombligo.
–¡Aaah! ¡Aaaah! ¡Mmmmmhh! ¡Aaaahhh!– gime continuamente.
Mi boca suele sellar sus labios. A veces besa su cuello. Sus hombros. Los lóbulos de sus orejas. Incluso muerdo suavemente su nariz. Me río por la cara que pone.
Recorro todo su cuerpo. Añado qi. Para ver cómo reaccione. Cuáles son sus puntos más sensibles. Mientras la penetro. Mientras ella se mueve despacio. Dándome placer. Disfrutándolo.
–Muévete como quieras– finalmente le dejo.
He notado que parecía querer más. Sobre todo, tras su segundo orgasmo. Y enseguida compruebo que tengo razón. Sus caderas suben y bajan más y más rápido. Su respiración se acelera aún más. Su cuerpo se restriega contra mí.
Se entrega al placer. Diría que su cerebro ha dejado de pensar. Se deja llevar por su instinto. Sella mis labios sin pensar. Incluso me clava las uñas en la espalda. Aunque mi piel es lo suficientemente dura para que no me arañe.
Se ha dejado ir. Incluso no se para del todo tras un orgasmo. Todo su cuerpo tiembla tras otro más fuerte. Puedo notar como su vagina me aprieta. Sus pechos contra mí. La ligera presión de sus pezones erectos.
Finalmente, me corro en ella. La lleno. Después de añadir qi para forzarle un último y más fuerte orgasmo. Ella convulsiona.
–¡¡¡¡AAAAAAAAAAaaaahhhhHHHHHH!!!!– grita de placer.
Su cuerpo se queda rígido por un instante. A la vez que se estremece. Abrumada por el placer. Abrazándome con fuerza. Sin piedad, me muevo dentro de ella. Embistiendo ahora que ella no puede moverse.
–¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH!!!!– vuelve a gemir.
–¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH!!!!– tras otra embestida.
Finalmente, su cuerpo se destensa. Se deja caer en mis brazos. Sin fuerza. Agotada. Llena.
La abrazo. La aprieto contra mí. Aparto el pelo sudado de su rostro. La miro.
–¿Estás bien?– le pregunto tras un pequeño beso.
–Ha… sido… Increíble… Aaah ¿Lo… he hecho… bien? Aaah– pregunta preocupada.
–Has estado genial. ¿Continuamos mañana?– la provoco un poco.
–Vale…– accede ella, con tono cansado.
La dejo caer sobre la cama. Le acaricio el pelo. La miro. La beso en la frente.
–Descansa, preciosa.
Una leve sonrisa aparece en sus labios. Dulce. Adorable.
–Buenas noches– responde.
Casi de inmediato cierra los ojos. Estaba realmente agotada. ¿Quizás he sido muy intenso? ¿O hay que sumarle las emociones del día?
La verdad es que ha sido excitante. Me alegro de que la hayamos aceptado. Es mona. Espero que no me la corrompan demasiado.
Por supuesto, he limpiado un poco sus meridianos. Aunque necesitará algunas sesiones más. Estaban bastante obstruidos. Ha debido tomar demasiadas píldoras de baja calidad. Las que los demás no quieren.
También tenía algunas heridas internas. De golpes, seguramente. Que podrían haberse cronificado. Me he asegurado de curarlas. Al menos parcialmente. Es mejor ir poco a poco. Tenemos tiempo. Pienso follarla muchas veces más.
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Por la mañana, el resto de las chicas exigen saber cómo ha ido.
–Preguntadle a ella– me niego a responder.
Así que me atacan. A mis dos yos. Entre todas. A excepción de mis esclavas. Y de Lia Qin. Está durmiendo. Hoy se librará de la sesión de la mañana. Solo hoy. No tendré más piedad.
–¡Acaba ya!
–¡Me toca!
–Ja, ja. ¡No le muerdas tanto!
–¡¡Aaahhh!! ¡Siiií!
–Tu lengua es tan… ¡Aaahhh!
–¡Aaaahh! ¡¿Dónde metes la mano?! ¡No pares!
Abusan de mí. Muy sensualmente. Pero no me rindo. No pienso decirles nada. No vaya a ser que dejen de abusar. Son deliciosas.
Aunque después me tomo mi venganza con las otras. Que disfrutan siendo sometidas. Incluso Pu Rong. A la que empotro contra la pared. Sus enormes pechos aplastados contra esta. Su culo siendo destrozado una y otra vez. A la vez que gime de placer.
–¡¡¡Aaahhh!!! ¡¡¡AAAaahhh!!!
A su lado está Bronceada. En la misma posición. Gozando de sentir su culo penetrado una y otra vez. Sus nalgas aplastadas en cada embestida.
–¡¡¡Aaaahhh!!! ¡Amo! ¡Más! ¡¡¡Aaaaahhh!!!
En el suelo, están Hai, Rui y Ning. Aún jadeando. Sus cuerpos sudados. Después de haber sido también penetradas. Ning nos mira con deseo. Si por ella fuera, tendría sexo hasta desfallecer.
Me ha pedido que le deje ir más días al burdel. Como hay más gente, tienen más trabajo. A pesar de que se queja de que duran poco. O de que no le dan suficiente placer. Es una pervertida. Un caso perdido. Bueno, ella lo disfruta. Y tenemos más ingresos.
Es curioso. Me he acostumbrado a que ella se prostituya. Pero no me puedo ni imaginar a ninguna de las otras. Me duele solo de pensarlo. Bueno, puede que aparte de Pu Rong. Se sigue mostrando distante. Incluso parece que me odie, por mucho que también lo disfrute. Eso hace que me sea difícil apreciarla.
El caso de Ning es diferente. No la pienso dejar ir. Es mía. Pero también tengo que aceptar cómo es. Una total e incorregible ninfómana.