La Nochebuena fue un asunto sencillo que transcurrió de la misma manera que el año anterior. La única diferencia real fue que se llevó a cabo en la casa de los Hales y que Keeley y Aaron estaban casados. Todavía cantaban villancicos, veían películas y bebían ponche de huevo. Robert pasó la noche en una de las habitaciones de invitados después de limpiarla a fondo para asegurarse de que no quedara pelo de gato.
Keeley preparó somnolientamente calcetines para su padre y Aaron antes de irse a la cama. Todo lo demás había sido envuelto y dejado debajo del árbol días atrás.
Cuando se despertó la mañana de Navidad, Aaron estaba pegado a ella como una estrella de mar en el cristal de un acuario. No pudo evitar sonreír. Era tan lindo cuando se aferraba a ella así mientras dormía.
Besó su mejilla antes de intentar soltarse. —Aaron. Despierta.
—¿Mm?
—Necesitas soltarme para que pueda hacer rollos de canela para el desayuno.
—No quiero —murmuró adormilado y apretó su agarre.