Eve
El momento en que Hades se echó hacia atrás, el aire entre nosotros se cargó, chisporroteando con tensión no pronunciada. Mi hombro latía como un tambor constante, pero apreté los dientes y lo soporté. Mostrar debilidad ahora sería como sangrar frente a un depredador.
—Otra vez —ordenó Hades, su voz suave pero autoritaria. Sus ojos plateados me recorrieron, sin perderse nada. Lo sabía. Podía verlo en el ligero arco de su ceja, la curvatura de su sonrisa burlona. Pero todavía no me estaba señalando. ¿Por qué?
Reajusté mi postura, manteniendo mi peso centrado, mis puños arriba. Sus movimientos eran pausados, deliberados, como si tuviera todo el tiempo del mundo para jugar conmigo. Lo odiaba. Odiaba que me hiciera sentir como una principiante cada vez que me enfrentaba a él. Pero se sentía bien volver a nuestra rutina habitual de burlas. Se sentía... cómodo, ya no inquietante. No había advertido cuánto había echado de menos entrenar con él.