Después de que Aria accedió a acompañarla al Reino de Hombre Bestia, la Reina Anastasia no tenía nada más que decir. En verdad, si Aria todavía fuera la misma hija que ella conocía, a Anastasia no le importaría tener una hora del té con ella.
Sin embargo, la Aria que tenía frente a sí era muy amenazante. Sus ojos estaban llenos de sed de sangre después de sacrificar a treinta y ocho niños. Era mejor alejarse tan pronto como fuera posible antes de que Aria la considerara otro sacrificio también.
—No te molestaré más. Deberías ir y aprender más sobre la magia oscura de ese libro, así podrás usarla para derrotar a Cisne —sugirió Anastasia—. Además, ¿necesitas algo antes de que me vaya? ¿Quizás algún aperitivo?
Anastasia recordó que a Aria le encantaba comer aperitivos cuando tenía tiempo libre. Había oído de las sirvientas que Aria no había pedido aperitivos por más de un mes.
O mejor dicho, no había pedido comida alguna por más de un mes.