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88.88% Sobre Los Cielos / Chapter 16: Sobre los cielos Capítulo 16 - “Sentido espiritual”

Chapter 16: Sobre los cielos Capítulo 16 - “Sentido espiritual”

De camino a la taberna de Emma, Zhou caminaba junto al señor Berth bajo el cielo rojizo del atardecer, con la sinfonía de los insectos cantando en ese bello atardecer. 

Berth hablaba de asuntos cotidianos con Zhou con un tono casi paternal, mientras Zhou lo escuchaba atentamente y ocasionalmente interrumpía haciendo una o dos preguntas sobre asuntos que requieren más atención.

Casas de barro con tejados de madera y paja, un par de niños correteando descalzos en los charcos mientras jugaban, el humo espeso saliendo por las chimeneas que rápidamente trepaba hasta lo más alto del cielo.

Toda la villa parecía estar detenida en algún tiempo en las memorias de Zhou. 

– ¿Has pensado en buscar algo que hacer mientras estás aquí, o vas a partir en tu viaje nuevamente?, preguntó Berth deteniéndose un momento para ajustarse las mangas de su atuendo. 

Su mirada cayó inmediatamente sobre Zhou, como si estuviera evaluandolo. 

Zhou se encogió de hombres, sus pensamientos vagando entre las palabras de Berth y las memorias de su duro viaje.

Llegando por milagro a ella villa gracias a la sugerencia del señor O´nell, y ahora navegaba por una vida ajena y no comprendía del todo su realidad. 

– Podrías trabajar con las encomiendas de la alcaldía, siempre necesito manos dispuestas, sugiero Behr mientras retoma su paso. 

La alcaldía, un edificio central que domina y gestiona los asuntos de la villa, destacaba por su estructura imponente y casi central en toda la villa, aca se gestiona los asuntos militares, planificación de construcción de nuevos edificios, mantenimiento de las calles y las viviendas, entrenamiento a las personas para construcción y gestión de actividades escenciales, agricultura, caza, mineria y todo tipo de trabajos requeridos para el funcionamiento de la villa.

– No te faltaran opciones. desde entregar correspondencia hasta ayudar con reparaciones menores. incluso se necesita alguien que desee aprender y trabajar para los almacenes, revisando y gestionando sus inventarios. añadió Berth con una voz entusiasmada. 

Zhou se acerca distraídamente, sus pensamientos inmersos en los trabajos que realizaba en su vida pasada y en los conocimientos que tenía sobre labores cotidianas mientras evaluaba las opciones.

Berth continuaba caminando mientras seguía hablando animadamente de todo tipo de trabajos pendientes por hacer, mientras Zhou pensaba en cómo esas tareas tan sencillas podrían ser el primer paso para integrarse a esta villa. 

Desde que llego a este mundo, su único objetivo fue sobrevivir, pero aparte de eso no había tenido el tiempo para planear muchas cosas a futuro, las dudas y la incertidumbre le cuestionaban su propósito en este mundo. 

La posada de Emma Laft era cómoda, pero quizás aceptar alguno de estos trabajo le ayudará a encontrar un propósito en la villa y entender mejor como funciona este mundo. 

de camino a la taberna Zhou y Berth continuaban charlando de la sencillez de la vida en esta villa, las dificultades en las ultimas cosechas lo rumores y peligros que habitaban en los espesos bosques que rodeaban a la villa, cada anécdota parece entretejer un lienzo vivo del lugar.

A lo lejos la taberna de Emma empezaba a hacerse visible, una figura calida que se perfilaba contrastando con el rojizo del atardecer.

– Llegamos, comentó Berth, señalando con un movimiento de cabeza el edificio que se alzaba frente a ellos. 

Zhou se detuvo un instante, observando como las sombras de la noche comenzaban a envolver todo el lugar. 

Algo en esa escena le recordó a los refugios temporales que había encontrado en inmenso mar de árboles, lugares efímeros que le daban un respiro en las largas noches frías y llenas de peligro. 

mirando a los ojos de Berth, Zhou sonríe y le dice, –"si mañana a primera hora pasaré por la alcaldía para ver en que puedo ser de ayuda".

—Parece que aquí nos separamos, entonces nos vemos mañana en la alcaldía, dijo Berth, ajustando su abrigo mientras se dirigía una mirada cálida a Zhou.

—. Iré a la alcaldía para asegurarme de que todo esté en su lugar.

Sus palabras llevaban un tono ligero, pero sus ojos reflejaban algo más: una curiosidad tranquila y una extraña satisfacción al compartir el camino con el joven. Había algo en Zhou que le resultaba inusual, una cualidad que no podía describir pero que le inspiraba cierta paz. La breve conversación entre ambos le había dejado una sensación de alivio, como si este chico estuviera destinado a algo más grande, aunque ni él mismo lo comprendiera del todo.

Berth continuó su camino rumbo a la alcaldía, mientras Zhou se dirigía a su habitación, siendo interrumpido por una de las camareras. 

– "Disculpe Estimado Zhou, avisare a su puerta cuando la cena esté lista, ¿de acuerdo?". dice con una sonrisa cálida y amable mientras inclinaba ligeramente la cabeza, su tono impregnado de amabilidad y cortesía.

– "De acuerdo, gracias", respondió Zhou, su voz serena pero algo distante, como si sus pensamientos estuvieran en otro mundo y sus ojos vagaban sin fijarse en nada. 

De regreso a su habitación, mientras su mente se llenaba de reflexiones sobre el nuevo rumbo que debería tomar para encontrar significado en su vida, se sentía, de alguna manera, perdido, solo y sin un propósito claro. 

Sentado en el sofá de cuero de la habitación, con los codos apoyados en el reposabrazos y los dedos entrelazados, su mente se sumerge en un torbellino de pensamientos. En su vida, tenía el hábito de analizar en exceso cada situación.

Sin encontrar respuestas y sintiéndose perdido, decide sentarse sobre la cama en posición de seiza, intentando meditar mientras aguarda la llegada de la hora de la cena.

Meditar le brindaba una sensación de paz, calmando su corazón y despejando su mente de pensamientos innecesarios. Además, con cada práctica, sentía como su espíritu se fortalecía poco a poco. 

Un par de horas después su meditación fue interrumpida por unos suaves golpes en la puerta y una voz que se escuchó al otro lado diciendo: 

–"Estimado huésped, la cena está lista. por favor, baje al comedor cuando esté preparado".

Apenas terminó de pronunciar aquellas palabras, la puerta se abrió lentamente, revelando a un joven alto, de porte refinado, vestido con una túnica impecablemente elegante. 

su figura emanaba un aura intimidante que no contrastaba con la cálida mirada, pero todo esto cambió cuando cruzo miradas, parecían contener un abismo oscuro y una sensación opresiva y sofocante se apoderó de él, como si el aire del pasillo se volviera más denso y pesado de repente. 

– "Quien en el mundo es este sujeto", pensaba el joven encargado de llamar a los comensales. 

La frente del encargado se perló de sudor, y cada respiración se volvía un esfuerzo, casi al borde de jadear bajo aquella presencia aplastante. Permanecer de pie junto a aquel joven, que aparentaba tener su misma edad, resultaba extrañamente agotador.

―"Guía el camino", dijo Zhou con una voz serena y amable, su rostro irradiando una calidez que parecía contradecir por completo la opresión que lo envolvía en ese momento. 

Con pasos torpes y algo descoordinados, el joven encargado avanzó por el pasillo, guiando a Zhou hacia el primer piso y señalándole su mesa. Zhou siguió en silencio, siendo ignorante de la extraña opresión que emite.

Al llegar al comedor, Zhou percibió cómo las miradas de todos los presentes se clavaban en él, cargadas de una mezcla de asombro y miedo. Confundido por esa reacción, tomó asiento en la mesa que el encargado le había indicado, esforzándose por aparentar calma.

Zhou ignoraba cómo su presencia era como un peso invisible en el aire, algo que para las personas comunes, sin entrenamiento alguno, resultaba especialmente abrumador.

El murmullo en el comedor se intensificaba mientras las especulaciones cobraban vida en las esquinas y rincones de la sala. 

Algunos susurraban que aquel extraño debía ser un experto enviado por el reino, su presencia impregnada de una fuerza tan imponente que solo podía pertenecer a alguien con un poder descomunal.

Otros, en cambio, murmuraban que tal vez estaba irritado por algo tan mundano como la atención descuidada de los meseros de la taberna, una teoría que parecía casi absurda ante la atmósfera densa y cargada que lo rodeaba.

Había quienes, al observar su semblante serio y su mirada profunda, concluían que ese joven misterioso debía estar de mal humor. Sin embargo, la inquietud que flotaba en el aire decía otra cosa: cada palabra susurrada parecía añadir un peso más al ambiente, como si el propio espacio reconociera la tensión que emanaba de él.

Cada movimiento de Zhou era seguido por decenas de ojos, llenos de cautela y un temor que se podía casi palpar en el aire.

En un instante, como si hubiera surgido de la nada, apareció el señor Berth. Al escuchar el informe urgente de uno de los meseros, que llegó corriendo para avisarle de un posible alborotador en la taberna, decidió acudir de inmediato.

Al cruzar la puerta, Berth exhaló un suspiro de alivio al reconocer a Zhou sentado tranquilamente en una mesa. Pero ese alivio pronto dio paso a la perplejidad.

Aquel joven, que horas atrás le había parecido completamente ordinario, ahora irradiaba una presencia tan abrumadora que incluso Berth, siendo un discípulo Qi con experiencia, podía sentir el peso de la opresión que emanaba de él.

El aire alrededor de Zhou parecía denso, casi palpable, como si una fuerza invisible llenara la sala. Berth sintió un leve escalofrío recorrer su espalda, y por un momento sus pasos vacilaron, como si el mismo suelo lo invitara a retroceder. 

Sus sentidos, agudizados por años de entrenamiento, percibían algo diferente, algo profundo y desconocido, que hacía vibrar el ambiente con una intensidad que lo ponía en alerta.

Se acercó a la mesa donde Zhou comía tranquilamente, y con una sonrisa cordial, el señor Berth lo saludó amablemente.

―Joven Zhou, ¿es de su agrado la comida? ―preguntó con tono suave y educado.

Berth se situó junto a Zhou, su mano tocando levemente el hombro del joven mientras, con voz tranquila, añadió

―Podrías bloquear tu sentido espiritual. Estás emanando una presión tan fuerte que está afectando a todos los presentes. Ten en cuenta que son personas comunes y esto es demasiado para lo que pueden soportar.

Zhou lo miró, desconcertado, y con expresión de sorpresa preguntó:

―¿Sentido espiritual?

Al ver la duda en su rostro, Berth continuó, con tono algo más serio:

―¿Sabes cómo bloquearlo?

Zhou titubeó, sin entender del todo lo que ocurría, y respondió con nerviosismo:

―N... No.

―Ya veo… ―dijo Berth, asintiendo lentamente mientras comprendía la situación.

―Espera aquí, ya vengo. añadió antes de alejarse rápidamente hacia su almacén privado.

Tras unos minutos de búsqueda, regresó con una pequeña caja de jade. Se acercó a Zhou y, entregándole la caja, explicó

―Toma, ponte este collar. Ayudará a bloquear tu sentido espiritual.

Con gestos cuidadosos, Zhou tomó el collar, una pieza finamente confeccionada, cuyo dije, en forma de gota, era de un negro profundo.

―Este es un collar hecho con karacina, un mineral raro que tiene la capacidad de bloquear y ocultar el sentido espiritual. continuó Berth, mientras observaba.

Zhou escuchaba con atención, procesando cada palabra mientras se ajustaba el collar alrededor del cuello.

Berth explicó que el sentido espiritual se divide en cuatro grandes grados: sentido espiritual terrenal, humano, celestial y santo.

―Muy pocos en el mundo logran fortalecer su espíritu hasta tales niveles. Es un proceso tan difícil y raro que se considera una anomalía entre los practicantes Qi. 

Tener sentido espiritual te abre un abanico infinito de posibilidades en todos los campos del poder.

Mientras hablaba, Berth no podía ocultar su asombro y admiración hacia Zhou. Al principio, lo había observado con la intención de detectar alguna habilidad especial, pero lo había considerado simplemente un joven común. 

Sin embargo, al descubrir esto, comprendió que Zhou no era ordinario en absoluto. El hecho de que hubiera ocultado tales habilidades solo confirmaba que era alguien verdaderamente excepcional.

Zhou, con el collar ahora colocado, miraba fijamente a Berth, mientras asimilaba la magnitud de la explicación.

Como si fuera por arte de magia la opresión que llenaba todo el comedor se desvaneció en el instante cuando Zhou se colocó el collar de Karacina.

El aire, que antes se sentía denso y pesado, volvió a ser ligero, y un suspiro colectivo de alivio recorrió todo el comedor. 

Berth se inclinó ligeramente en señal de disculpa y con voz firme pero respetuosa, se dirigió a todos los presentes: 

– "En nombre de la posada, les pido disculpas por los incovenientes ocasionados, agradezco su comprensión y paciencia".

Los comensales, aunque todavía algo inquietos, aceptaron amablemente las disculpas del señor Berth, poco a poco las conversaciones y el ambiente animado retomaron su curso.

Berth dejó escapar un suspiro de alivio mientras dirigía su mirada hacia Zhou, ahora cargada de una mezcla de admiración y respeto. 

Que alguien tan joven, de no más de veinte años, poseyera semejantes cualidades era un hecho extraordinario. En su mente, solo podía ser descendiente de alguna prestigiosa familia o tal vez miembro de un clan de renombre.

Sin embargo, la identidad de Zhou permanecía envuelta en misterio. Por más que Berth intentara sondear su poder, se encontraba con un muro impenetrable, una barrera que bloqueaba completamente su percepción. 

Era como mirar a una persona común y corriente, sin rastros de la inmensa presión que había experimentado minutos antes. Este enigma no hacía más que aumentar su intriga sobre aquel joven.

– Ven a verme mañana en la alcaldía. dijo Berth con un tono sereno, como si ya tuviera algo en mente.

Luego, comenzó a alejarse lentamente, sus pasos firmes resonando suavemente contra el suelo mientras se apartaba del lugar donde Zhou permanecía sentado. Al mismo tiempo, con un simple gesto de su mano, llamó la atención de los meseros y trabajadores de la posada y la taberna, quienes rápidamente se reunieron en torno a él, atentos a sus indicaciones.

la noche transcurre tranquilamente bajo el frio velo de la luz de las tres lunas que siempre acompañan el cielo lleno de colores. 

Con los primeros rayos de luz colándose tímidamente por la ventana y el melodioso canto de las aves llenando el aire, Zhou abrió los ojos. 

Un momento de calma lo envolvió, aunque pronto, los recuerdos de la noche anterior se agolparon en su mente. Las sensaciones, los misterios y las emociones de aquel momento parecían ahora fragmentos inconexos, deslizándose entre sus pensamientos.

Una mezcla de curiosidad y anhelo despertó en su interior. Zhou deseaba entender lo sucedido, desentrañar los secretos que lo rodeaban. En respuesta a ese deseo ferviente, el Árbol de la Vida, ese misterioso vínculo en su interior, reaccionó. 

Imágenes comenzaron a proyectarse en su mente, como si fueran ecos de un pasado distante y ajeno, revelándole no solo lo ocurrido, sino también las implicaciones más profundas detrás de ello.

La claridad que le ofrecían estas visiones llenaba a Zhou de un nuevo propósito. Meditar y comprender estos nuevos conocimientos no solo fortalecían su espíritu, sino que, gracias al método único de meditación que había adoptado, también parecían nutrir tanto su cuerpo como su alma por igual. 

Era un proceso armonioso, una proceso de crecimiento que lo conectaba con algo más grande y profundo.

A pesar de este progreso, algo seguía inquietándolo. La idea de que otros pudieran sondear su fuerza y escudriñar en su ser sin su consentimiento le resultaba profundamente incómoda. 

¿Cómo era posible protegerse? ¿Cómo podía medir su propio poder y entender el estado de su cuerpo sin depender de otros?

Guiado por esta inquietud, Zhou se sumergió en el vasto mar de recuerdos que el Árbol de la Vida había despertado en su interior. Buscó respuestas, explorando fragmentos de conocimiento antiguo que parecían surgir como chispas en la oscuridad, esperando ser descubiertos. 

La curiosidad y el deseo de control seguían guiándolo, mientras su mente se adentraba más en los vastos paisajes de conocimiento dentro de sí.

Se preguntaba, frustrado, por qué, a pesar de haber practicado tanto, no había señales de fortalecimiento en su núcleo Qi. En tan solo un día había logrado lo impensable: superar las cinco fases del discípulo Qi, pero el color de su Qi seguía siendo débil, grisáceo, casi imperceptible.

Algo inusualmente extraño para alguien que había alcanzado ese nivel. Según lo que sabía, su Qi debería haberse tornado de un gris puro, evolucionando hacia un blanco brillante, el umbral necesario para avanzar al siguiente nivel.

Sin embargo, allí estaba, atrapado en la última fase de discípulo Qi. No importaba cuánto esfuerzo dedicara, su Qi parecía inmóvil, como un río congelado en pleno invierno. 

Mientras tanto, su cuerpo continuaba fortaleciéndose, aunque de forma lenta pero constante. Su espíritu, apenas despertado la noche anterior, irradiaba un potencial incalculable, pero el núcleo Qi permanecía estancado, como si algo desconocido estuviera reteniendo.

La inquietud lo embargaba. ¿Qué significaba este estancamiento?. 

¿Había algo diferente en él que escapaba a las normas comunes de cultivo?.

Cada vez que intentaba encontrar una explicación, las dudas lo asaltaban, empujándolo a indagar aún más profundamente en los misterios que albergaba su interior. 

Después de finalizar todos los asuntos pendientes en la posada y disfrutar de un desayuno sencillo pero reconfortante, Zhou salió al fresco de la mañana, con pasos decididos, dirigiéndose hacia la alcaldía para su encuentro con Berth. 

Al cruzar las puertas de la recepción de la alcaldía, Zhou fue recibido por una mujer de extraordinaria belleza, cuya presencia irradiaba elegancia y confianza. Sus labios se curvaron en una cálida sonrisa, y con voz amable, lo saludó:

—Joven maestro Zhou, por favor, sígame.

Su tono era respetuoso pero cercano, y mientras hablaba, extendió un brazo, señalando el camino que debía tomar. Sus movimientos eran fluidos y elegantes. 

Caminando tras la recepcionista, Zhou no pudo evitar admirar los detalles que decoraban el interior de la alcaldía. Las paredes estaban exquisitamente talladas con patrones de madera que parecían contar historias antiguas. 

Desde el techo colgaban altos candelabros, cuya luz suave proyectaba sombras danzantes. Los pasillos estaban cubiertos con alfombras gruesas y ornamentadas, y las ventanas vestían largas cortinas que caían con elegancia, moviéndose ligeramente al ritmo de una brisa casi imperceptible. 

La recepcionista lo guió por un laberinto de pasillos hasta que llegaron a su destino: una sala amplia y poco luminosa , cuyos estantes estaban repletos de frascos y contenedores de diferentes formas y tamaños, cada uno lleno de plantas y materiales desconocidos. El aire estaba impregnado de una mezcla sutil de fragancias florales y herbales, creando una atmósfera casi mística. 

Al notar su llegada, el señor Berth avanzó con paso tranquilo, acompañado de un hombre de avanzada edad. 

—Ven, joven maestro Zhou, dijo Berth con una sonrisa

—. Permíteme presentarte al señor Franz, nuestro boticario y maestro en pociones y alquimia. Él es responsable de atender a los enfermos, estudiar e investigar las propiedades de las plantas, y desarrollar nuevas aplicaciones en la medicina y la alquimia. Lleva más de veinte años con nosotros y es un verdadero experto en su campo. 

Hizo una pausa antes de añadir: 

—Ayer, cuando escuchó que planeabas solicitar trabajo, pidió personalmente que te asignáramos a su departamento. 

El señor Franz, un hombre de baja estatura con una prominente barriga de contextura robusta, vestía ropas de color blanco y azul holgadas y algo descuidadas. Su cabello blanco desordenado y su aspecto desaliñado le daban un aire de excéntrico genio, casi como si estuviera constantemente perdido en sus propios pensamientos. 

Franz dio un paso adelante y, con una inclinación respetuosa, hizo una pequeña venia hacia Zhou. Su voz cálida y educada no contrastaba con su apariencia desordenada: 

—Un placer conocerlo, joven maestro Zhou. He escuchado mucho sobre usted, y estoy sinceramente interesado en que trabajemos juntos. 

Zhou, impresionado por la cortesía del boticario y por la atmósfera profesional que rodeaba la sala, enderezó su postura y, con la elegancia que lo caracterizaba, respondió con una inclinación respetuosa y palabras bien medidas: 

—El placer es mío, señor Franz. Estaré encantado de aprender y colaborar en todo lo que sea necesario. 

La formalidad del intercambio no opacó la sensación de que aquel lugar y aquel hombre podrían abrirle puertas a conocimientos desconocidos, lo que despertó en Zhou una chispa de genuina curiosidad del por que este viejo señor estaba interesado en trabajar con él, será posible que los rumores recientes de el se expandieron rápidamente por toda la villa. 


Chapter 17: Sobre los cielos Capítulo 17 - “Senderos de iluminación”

Los tres charlaban amenamente sobre diversos temas hasta que Berth levantó la mano en señal de despedida.

—Me retiro. Tengo asuntos que atender. Los dejo para que sigan conociéndose —dijo con una sonrisa amable, girándose para dirigirse a su oficina.

El ambiente quedó en silencio por un instante, roto solo por el crujido de la madera bajo los pies de Berth. Apenas la puerta se cerró tras él, Franz fijó su mirada en Zhou, quien aún procesaba la despedida.

—¿Despertaste el sentido espiritual anoche? —preguntó Franz sin rodeos, como si aquello fuera lo más natural del mundo.

Zhou se quedó inmóvil. ¿Cómo lo sabía? Su mente inmediatamente pensó en Berth, pero algo en la seriedad de Franz le hizo descartar la idea.

Franz notó la duda en los ojos de Zhou y suavizó su expresión.

—Anoche sentí una energía espiritual poderosa, incluso a la distancia. Fue difícil ignorarla. —Franz hizo una pausa, evaluando cuidadosamente sus palabras—. Me sorprendió porque también experimenté algo similar cuando desperté mi propio sentido, hace ya varios años. Fue un momento decisivo para mí.

Zhou mantuvo la mirada, aún intentando asimilar lo que escuchaba.

—¿Tú también...? —murmuró, dejando la pregunta incompleta.

Franz asintió, con una leve sonrisa nostálgica.

—Sí. Tenía poco más de cincuenta años. Por eso me dediqué a la alquimia y la medicina. Hay algo en el sentido espiritual que nos empuja hacia los misterios del mundo. —Su tono adquirió un matiz más sombrío—. Pero he permanecido en el nivel humano desde entonces. Desde que desperté, no he podido avanzar más.

Las últimas palabras de Franz quedaron flotando en el aire, cargadas de un peso que Zhou apenas comenzaba a entender.

—Noté que no sabes cómo controlar tu sentido espiritual. Por eso irradiabas tanta energía anoche. dijo Franz con calma, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y curiosidad.

Sin esperar respuesta, hizo un gesto con la cabeza para que Zhou lo siguiera hacia el fondo del enorme almacén. Las estanterías se alzaban como gigantes, llenas de cajas polvorientas y frascos misteriosos. Zhou sintió un escalofrío al cruzar ese umbral, como si el aire mismo se volviera más pesado.

Franz empezó a rebuscar entre una maraña de cajas, sus manos moviéndose con una precisión meticulosa. Finalmente, sacó un pequeño cofre de madera, desgastado pero intacto. Lo sostuvo con ambas manos y lo colocó sobre una mesa cercana, abriéndolo con un cuidado casi reverente.

Dentro, descansaba un viejo manual de tapas ennegrecidas. Las palabras Máscara Espiritual: Principiante se leían en la portada, grabadas con tinta desvaída.

—Toma, esto es para ti. dijo Franz, entregándole el manual a Zhou.

—Aquí aprenderás a ocultar tu sentido espiritual. A menos que te enfrentes a alguien de un nivel muy superior al tuyo, nadie sabrá que lo posees. Pero ten en cuenta que este manual está incompleto. 

Hay muy poca información sobre el arte espiritual en general. Despertar el sentido espiritual es algo raro; tuve suerte al hacerlo y alcanzar el nivel humano, mucha información se ha perdido a través de las guerras, dicho conocimiento es destruido y han borrado toda huella de él en muchos lugares. 

Zhou sostuvo el manual con ambas manos, sintiendo el peso tanto físico como simbólico de lo que le habían dado.Franz continuó, con tono más serio:

—Pero parece que tú eres diferente. Puedo ver que posees un método especial para fortalecer tu alma. Las fluctuaciones que sentí no corresponden a alguien en el nivel terrenal que recientemente haya despertado. Puede que ya estés en una etapa media o avanzada. Eso te convierte en alguien... peligroso.

Hizo una pausa antes de añadir, casi en un susurro:

—Debes tener mucho cuidado. Hay muchas fuerzas siniestras que codician a alguien con sentido espiritual para desarrollar artefactos malignos o maldiciones. El sentido espiritual tiene incontables aplicaciones: desde la investigación hasta batallas de vida o muerte. Franz lo miró directamente a los ojos, su expresión grave.

—Los practicantes espirituales corremos muchos riesgos, especialmente si no tenemos un respaldo poderoso. En este mundo, hay quienes prefieren cortar un retoño prometedor antes de permitir que florezca en las filas de otra fuerza. Recuerda eso, joven Zhou.

El silencio que siguió fue opresivo. Zhou comprendió que sus pasos en este nuevo camino estarían marcados por tanto peligro como potencial.

El tiempo pasaba mientras Zhou y Franz seguían hablando de todo tipo de temas fascinantes: cómo el sentido espiritual podía usarse para identificar tesoros ocultos, descubrir plantas con propiedades fantásticas, imbuir conciencia en artes místicas, crear pociones complejas y trabajar metales en procesos que desafiaban las leyes naturales, crear Matrices de protección y poderosos escudos para defender toda una ciudad. 

Franz, con un brillo casi paternal en los ojos, prometió enseñarle todo lo que sabía.

—Estar solo en este campo es… muy triste. dijo Franz de repente, con un suspiro que parecía llevar el peso de los años.

Zhou notó la melancolía en su voz, pero no quiso interrumpirlo. En su lugar, dejó que el silencio se asentara entre ellos, como un manto compartido.

Franz, perdido en sus pensamientos, recordó los días de su juventud, cuando, lleno de sueños pero carente de guías, había tenido que abrirse paso solo en el difícil camino del conocimiento espiritual. 

Cada descubrimiento había sido una batalla contra el tiempo, el olvido y las ruinas de un mundo marcado por guerras interminables. Se veía a sí mismo, mas joven y obstinado, hurgando entre manuscritos antiguos y recolectando fragmentos de sabiduría, siempre en peligro de que algún competidor o criatura oscura lo alcanzara antes.

–"La mayoría de esa información se ha perdido en las guerras," pensó con amargura. 

–"Y sólo aquellos viejos monstruos, aquellos que han sobrevivido durante milenios, la conservan. Gente como yo apenas encuentra migajas."

Miró a Zhou y pensó, "Quizás con este chico pudiera ser diferente." 

Al menos, no tendría que recorrer ese camino solo. Franz sentía una mezcla de alivio y responsabilidad, como si el destino le hubiese otorgado una segunda oportunidad para redimir su propio aislamiento.

Por su parte, Zhou observaba a Franz en silencio, asimilando no solo las palabras, sino también el peso que parecía envolver al hombre. 

La promesa de aprender y explorar ese vasto mundo era tentadora, pero lo que realmente le llamó la atención fue la soledad en los ojos de Franz. 

–"¿Es este el destino que me espera?" pensó. 

–"Un camino lleno de secretos, pero también de peligros."

La perspectiva era inquietante. Sin embargo, la curiosidad y el deseo de entender que abría una nueva realidad se imponían frente a él.

– "No puedo retroceder ahora. No después de todo lo que ha pasado." La idea de ser capaz de controlar su sentido espiritual y desentrañar los misterios del mundo lo llenaba de determinación. 

–"Quizás, solo quizás, esta vez podría ser diferente y encontrar un motivo." 

El sonido de la brisa moviendo las hojas del almacén los devolvió al presente. Franz, ahora más sereno, volvió a sonreír, aunque con un toque de nostalgia, miro a Zhou y dice:

—Vamos, Zhou. Hay mucho por aprender, y el tiempo no espera a nadie.

— Aprenderás todo lo que se, Vamos. 

Franz se dirigió hacia las estanterías polvorientas con pasos seguros, rebuscando entre los volúmenes apilados con precisión. Cada libro que encontraba lo sacudía suavemente, como si despertara a un viejo amigo dormido. 

Pronto, la pila comenzó a crecer: desde manuales básicos hasta tratados más avanzados sobre alquimia, medicina espiritual y forja mística. Franz los ordenaba con cuidado, consciente del peso y el valor de cada uno.

Cuando terminó, había reunido cerca de cincuenta libros en una mesa de madera desgastada. Observó la pila con satisfacción, cruzando los brazos sobre el pecho e inflando ligeramente el torso. Le dio unas suaves palmadas a la pila, como quien acaricia un tesoro, y habló con orgullo, su voz resonando en el silencio del almacén.

—Estos son los frutos de mis investigaciones. dijo con un tono firme, casi solemne

—He recolectado información de todo el continente. Mucha de esta información está incompleta, pero puede iluminar tu camino.

Zhou, impresionado por la cantidad de libros, no pudo evitar preguntarse cuántos años le habría tomado a Franz reunirlos. Cada uno parecía llevar consigo el peso de viajes lejanos y noches solitarias bajo la luz de una vela.

—Léelos todos, estúdialos. continuó Franz, mirando a Zhou con una mezcla de exigencia y esperanza

—. Aprenderás mucho. No dudes en llamarme si tienes alguna duda o sientes que estás estancado. Toma el tiempo necesario.

Zhou asintió, percibiendo la seriedad en las palabras. Sabía que este no era solo un consejo, sino una invitación a recorrer un camino difícil.

Franz se detuvo un momento antes de añadir, casi en un susurro, como si las palabras llevaran un peso especial:

—Una vez domines el conocimiento, pondremos a prueba lo aprendido en la práctica. Quizás, cuando seas alguien importante, puedas ayudarme con algo…

Zhou sintió la promesa implícita en esas últimas palabras. No era solo un maestro transmitiendo conocimientos; Franz parecía depositar en él una esperanza que trascendía el aprendizaje. Había algo más, un propósito oculto que aún no podía comprender.

Franz, con un leve asentimiento, se giró y volvió a su trabajo, dejando a Zhou frente a la imponente pila de libros. El silencio del almacén parecía cargado de significado, como si el aire mismo entendiera la importancia de ese momento. Zhou miró los libros, consciente de que cada página que leyera lo acercaría a un destino desconocido, pero inevitable.

El almacén era un lugar silencioso y vasto, envuelto en un aire añejo que olía a papel antiguo y madera vieja. Las estanterías, torres inmóviles que se alzaban hasta el techo, estaban cubiertas de polvo, y la luz tenue que se filtraba por una claraboya alta proyectaba sombras alargadas en el suelo de piedra. El ambiente, aunque sobrio, tenía una extraña sensación de solemnidad. 

Zhou estaba sentado en una mesa desgastada por el tiempo, con una pila de libros abiertos a su alrededor. Las horas pasaban lentamente, pero para él, el tiempo parecía haberse detenido. Sus dedos pasaban suavemente por las páginas, sintiendo la textura rugosa del papel envejecido. El leve crujir al pasar cada hoja resonaba en el silencio, un eco que se mezclaba con el suave susurro de su respiración.

Dentro de su mente, algo profundo comenzaba a agitarse. Las palabras en los libros no eran simples conceptos; eran fragmentos de un conocimiento antiguo que, al ser leído, cobraba vida en su interior. 

Tenía la capacidad de comprender el idioma del continente con facilidad, como si siempre hubiera estado allí, esperando ser despertado. Pero había más. Algo o alguien, en lo profundo de su conciencia, bloqueaba parte de esos recuerdos sellados. 

Era como mirar a través de un cristal empañado, podía vislumbrar formas y sombras, pero no todo estaba claro. Sin embargo, al avanzar en la lectura, una sensación peculiar comenzó a invadirlo. 

Las letras y símbolos que antes parecían confusos ahora fluían con claridad, como si se alinearan con algo dentro de él. Cada palabra iluminaba un rincón oscuro de su mente, revelando secretos ocultos y técnicas olvidadas. 

Sentía cómo esa oscuridad interna retrocedía, como si un faro estuviera arrojando luz sobre los recovecos más profundos de su ser.

Al llegar a un pasaje específico, Zhou sintió un cambio tangible. El texto describía un método para ocultar el sentido espiritual, una técnica incompleta que, al parecer, tenía defectos. Pero en su mente, algo hizo clic. 

Las palabras parecían reconfigurarse, mostrándole un fragmento perdido: un antiguo método para disimular el Qi. La técnica, pensó Zhou, podía hacer que su energía espiritual fuera casi imperceptible, salvo para aquellos con métodos extraordinarios de detección. Era un conocimiento valioso, casi peligroso, pero ahora formaba parte de él.

La respiración de Zhou se volvió lenta y profunda. Cada inhalación llenaba sus pulmones con una calma serena, y cada exhalación parecía liberar cualquier tensión restante. 

Poco a poco, entró en un estado de iluminación. Sus ojos estaban cerrados, pero en su mente se desplegaba un vasto paisaje de símbolos, patrones y energía fluyendo en armonía. Se sentía conectado, como si estuviera atravesando una puerta hacia una comprensión más profunda.

A lo lejos, Franz observaba en silencio, con las manos cruzadas frente a él. Sus ojos, normalmente calmados, estaban muy abiertos, llenos de asombro. Percibía el cambio en Zhou, una transformación sutil pero poderosa. La energía espiritual en el ambiente había cambiado; era más refinada, más controlada. El viejo alquimista no podía creer lo que veía.

Imposible… murmuró para sí mismo, su voz apenas un susurro. Su mente quedó en shock cuando entendió lo que estaba sucediendo. Zhou no solo estaba leyendo y comprendiendo el contenido de los libros; estaba asimilándolo, integrándolo como si hubiera nacido con ese conocimiento.

Franz, con los ojos fijos en el joven, comprendió que lo que estaba presenciando era algo extraordinario. Había conocido otros practicantes en su vida, pero nunca había visto a alguien progresar tan rápido, como si el propio destino estuviera guiando su camino.

El ambiente se volvió denso, casi tangible, mientras una presión invisible impregnaba el almacén. El aire se volvía cada vez más pesado, cargado de una energía etérea que hacía que cada respiración fuera un esfuerzo consciente.

Franz, con la piel perlada de sudor, sentía cómo una brisa fría se arremolinaba a su alrededor, en un contraste inquietante con el calor que emanaba del cuerpo de Zhou. Su pecho subía y bajaba con dificultad, como si la misma atmósfera conspirara para aplastar sus pulmones.

Zhou, en trance, estaba sentado inmóvil, envuelto en un aura suave y brillante que pulsaba rítmicamente. Su rostro estaba sereno.

Cada fragmento de conocimiento que absorbía era como una chispa encendida en la vasta oscuridad de su mente, iluminando partes de su alma que habían estado dormidas.

El flujo de energía no solo era poderoso; era descomunal, como si Zhou estuviera tocando las raíces mismas del mundo espiritual.

Franz, consciente del peligro y la oportunidad que se presentaban, se dejó caer al suelo en posición de meditación. Las piernas cruzadas, las palmas descansando sobre sus rodillas, y el rostro marcado por la concentración. 

Cerró los ojos y calmó sus pensamientos, tratando de sincronizarse con esa energía abrumadora. La presión era intensa, pero también invitaba a ser explorada, como una puerta entreabierta hacia un reino de posibilidades infinitas.

Si puedo resistir esto... tal vez también yo pueda iluminarme... 

pensó, mientras su mente se adentraba en ese flujo energético.

Sin embargo, algo no estaba bien. A medida que intentaba sondear el alma de Zhou, se encontró con una barrera, una presencia oscura y antigua que latía en las profundidades del joven. Era fría, insondable, como mirar al abismo y sentir que el abismo te devolvía la mirada. 

Franz sintió un escalofrío recorrerle la columna; el cabello en su nuca se erizó, y un miedo primitivo se apoderó de su ser.

¿Qué es esto...? ¿Quién es este joven?. se preguntaba, con la mente en un torbellino de confusión y temor. Trató de penetrar más profundamente, buscando respuestas, pero lo que encontró fue algo que no podía comprender. Una presencia dormida, pero inmensa, que parecía observarle desde las sombras.

De repente, un impacto brutal lo sacudió. Franz tosió violentamente, su cuerpo convulsionándose mientras la sangre brotaba de sus labios. Cayó de espaldas, jadeando, mientras el eco de sus toses resonaba en la sala. 

La sangre, cálida y espesa, corría por su mentón y empapaba su túnica, un rojo oscuro que contrastaba con la palidez creciente de su rostro.

Tos... tos... .se llevó una mano al pecho, intentando calmarse. Sus ojos estaban desorbitados, el dolor latiendo en cada fibra de su ser. 

Algo dentro de él había sido herido, pero no solo físicamente. Era su alma la que temblaba, como si hubiera rozado algo más allá de lo humano.

—¿Qué acaba de pasar...? —murmuró con voz quebrada, mientras limpiaba la sangre con el dorso de su mano. Su frente estaba perlada de sudor frío, y el temblor en sus extremidades no cesaba. Su mente seguía intentando procesar lo que había sentido: algo vasto, primitivo y peligroso.

Mientras permanecía en el suelo, respirando con dificultad, su mirada volvió a posarse en Zhou, quien seguía inmerso en su trance, ajeno al caos que acababa de desencadenarse.

—hay algo que duerme dentro de él... No debí husmear... pensó Franz, con una mezcla de temor y fascinación. Su cuerpo aún temblaba, pero en su mente ya no había dudas: Zhou no era un simple practicante del sentido espiritual. Era un enigma, una puerta a lo desconocido.

Y en ese momento, Franz supo que cualquier intento de forzar más respuestas podría costarle la vida, pero esa sensación tan abrumadora aun permanece como ecos en su espíritu. 

{estaba fascinado, jamás había experimentado, a pesar del abrumador temor que sentía estaba emocionado, aprender y vislumbrar nuevos horizontes siempre ha sido su mas grande pasión. 

una idea muy loca crecía dentro de su mente, pero aun necesitaba que dicha idea madurara. 

Nuevamente intento meditar pero esta vez no iba a husmear, en silencio bajo la tenue luz del sol que se filtraba por los ventanales, aquel rincon del laboratorio permanencia imperturbable.

Zhou permanecía en completa serenidad, como si el tiempo mismo se hubiera detenido a su alrededor. Su respiración era lenta y profunda, cada inhalación llenando su cuerpo con una energía que parecía resonar desde lo más profundo de su ser. La luz tenue que lo envolvía pulsaba suavemente, como un latido, acompasado con su calma interior.

En su mente, un vasto océano de conocimiento dormido comenzaba a despertar, revelando destellos de información que se entrelazaban como hilos de un tapiz antiguo. 

Las memorias selladas se deslizaban lentamente, como si una barrera invisible estuviera cediendo ante su creciente comprensión. No era una revelación brusca, sino un flujo constante, paciente, que nutría su alma y su espíritu.

Todo es uno. El conocimiento... el espíritu... el cuerpo... pensaba Zhou, sumido en un estado de introspección profunda. 

Cada palabra que leía, cada símbolo que descifraba, parecía resonar en su interior, desvelando capas de significados ocultos.

Mientras avanzaba, una sensación peculiar se apoderó de él. Era como si su espíritu se expandiera, conectándose con algo más grande, más vasto. 

Un río invisible de energía fluía a través de él, fortaleciendo cada fibra de su ser. Zhou sentía cómo su mente se agudizaba, cómo su percepción del mundo cambiaba con cada segundo que pasaba en ese estado de comunión.

Dentro del Edén, el árbol místico que había contemplado antes ahora brillaba con mayor intensidad. Las luces flotantes alrededor del árbol danzaban en armonía con el flujo de energía que Zhou experimentaba. 

Era como si el Edén mismo respondiera a su crecimiento. Las raíces del árbol parecían hundirse más profundamente en el suelo nuboso, como si buscaran algo oculto en las profundidades.

"Cada paso en la comprensión es un destello de luz en el vasto camino del alma. Comprender no es solo acumular saberes, es desvelar los velos que oscurecen la verdad interior. Iluminarse no es un acto fugaz, es un proceso que enriquece el espíritu, lo expande y lo eleva hacia su esencia más pura. El despertar del alma es el despertar del propio ser al infinito potencial que habita en su interior." —reflexionó Zhou. 

Sentía una certeza inquebrantable: el conocimiento y el espíritu estaban ligados en una danza eterna. 

Cuanto más comprendiera, más fuerte sería su espíritu, y cuanto más fuerte fuera su espíritu, más profundo sería su entendimiento.

Afuera, la atmósfera se mantenía en calma, pero cargada de una energía latente, como si el mismo espacio estuviera conteniendo el aliento. Zhou, ignorante del sufrimiento de Franz, permanecía inmerso en su viaje interior, dejando que cada descubrimiento iluminara su camino.

Zhou levantó la vista de los libros por un momento, intrigado por la figura de Franz, que permanecía sentado en una postura de meditación a unos metros de él. El anciano parecía absorto, con el rostro relajado pero concentrado, como si estuviera sumido en un trance profundo. 

La luz tenue del almacén proyectaba sombras alargadas que danzaban alrededor de su silueta, confiriéndole un aire solemne y misterioso.

¿Por qué está meditando aquí?. se preguntó Zhou en silencio. Era una escena inusual, pero decidió no interrumpir. Si algo había aprendido desde su llegada a este mundo, era que algunas cosas tenían un propósito más allá de lo evidente.

Quizás Franz estaba intentando absorber algo del ambiente o simplemente buscando inspiración.

Zhou volvió a sumergirse en sus lecturas. Cada palabra parecía vibrar con un significado oculto ya que despertaban conocimientos que estaban en la oscuridad, como si los textos estuvieran vivos y deseosos de ser comprendidos.

No se trataba solo de adquirir conocimiento, sino de desentrañar la esencia misma. Sentía que cada renglón era un puente hacia algo más grande, una verdad que esperaba ser descubierta.

No basta con leer... hay que sentirlo, comprender la intención detrás de cada palabra, —reflexionó Zhou. 

Las frases, cuidadosamente entrelazadas, parecían resonar con su espíritu, invitándolo a mirar más allá de la superficie. 

Mientras avanzaba en la lectura, una sensación de claridad comenzó a invadirlo, como si las piezas de un rompecabezas estuvieran encajando lentamente. Comprendía no solo el contenido, sino también el propósito detrás de cada técnica, cada método. El conocimiento era más que simples hechos; era un camino hacia la iluminación, un medio para alcanzar una comprensión más profunda del mundo y de sí mismo.

La atmósfera seguía cargada, pero Zhou se mantenía sereno, dejando que cada descubrimiento alimentara su espíritu. Franz, todavía inmerso en su meditación, parecía ajeno al paso del tiempo, pero Zhou sabía que algo importante estaba ocurriendo.


Chapter 18: Sobre los cielos Capitulo 18 - “La Luz en el Sendero”

Zhou Xintian cerró el viejo libro de herbolaria con un suave crujido. Las hojas, desgastadas por el tiempo, despedían un tenue aroma a madera y especias. Al acariciar la cubierta de cuero agrietado, una sensación de asombro le recorrió el cuerpo. Sabía cada palabra, cada concepto flotaba en su mente con una claridad inquebrantable. Se quedó mirando el horizonte, donde la brisa jugaba entre las hojas de los árboles, y dejó que su mente vagara.

En su vida pasada, los estudios habían sido un desafío constante. Las largas noches frente a pantallas, la frustración al intentar retener conceptos complicados… todo parecía tan distante ahora. Aquí, en este mundo extraño, todo era distinto. Como si su mente hubiera sido afinada, elevada a un estado de perfección. Aún no comprendía del todo el porqué, pero lo aceptaba con una mezcla de gratitud y desconcierto.

Con una exhalación profunda, Zhou se puso de pie. Sus músculos se estiraron con un leve crujido, y una brisa fresca le acarició el rostro. Inhaló lentamente, sintiendo cómo el aire frío llenaba sus pulmones, mientras cerraba los ojos. Su mente, serena y alerta, comenzó a revisar los fragmentos de conocimiento que había desenterrado.

La técnica Máscara Espiritual emergió en su conciencia, nítida como un reflejo en agua calma. No era solo un conjunto de movimientos o instrucciones. Era un principio, una filosofía.

Técnica Máscara Espiritual – Una Experiencia Sensorial y Reflexiva

Zhou Xintian cerró el viejo libro de herbolaria con un suave crujido. Las hojas, desgastadas por el tiempo, despedían un tenue aroma a madera y especias. Al acariciar la cubierta de cuero agrietado, una sensación de asombro le recorrió el cuerpo. Sabía cada palabra, cada concepto flotaba en su mente con una claridad inquebrantable. Se quedó mirando el horizonte, donde la brisa jugaba entre las hojas de los árboles, y dejó que su mente vagara.

En su vida pasada, los estudios habían sido un desafío constante. Las largas noches frente a pantallas, la frustración al intentar retener conceptos complicados… todo parecía tan distante ahora. Aquí, en este mundo extraño, todo era distinto. Como si su mente hubiera sido afinada, elevada a un estado de perfección. Aún no comprendía del todo el porqué, pero lo aceptaba con una mezcla de gratitud y desconcierto.

Con una exhalación profunda, Zhou se puso de pie. Sus músculos se estiraron con un leve crujido, y una brisa fresca le acarició el rostro. Inhaló lentamente, sintiendo cómo el aire frío llenaba sus pulmones, mientras cerraba los ojos. Su mente, serena y alerta, comenzó a revisar los fragmentos de conocimiento que había desenterrado.

La técnica Máscara Espiritual emergió en su conciencia, nítida como un reflejo en agua calma. No era solo un conjunto de movimientos o instrucciones. Era un principio, una filosofía.

Primera Fase: Ocultación del Sentido Espiritual

Zhou visualizó su sentido espiritual como un río invisible que fluía alrededor de él, sus aguas claras y brillantes emanando hacia el entorno. Debía contener ese río, transformarlo en un lago profundo y sereno, cuyas aguas solo él pudiera tocar.

Condensación y Compresión: Zhou inhaló profundamente, sintiendo cómo su energía comenzaba a retroceder hacia su cuerpo. Era como envolver su esencia en una capa tras otra, apretando cada filamento espiritual hasta formar una barrera densa. La presión era palpable, como si el aire a su alrededor se espesara. Una burbuja de vacío se formó a su alrededor, y con cada respiración, se volvía más opaca y firme.

Mimetización Ambiental: Con los ojos cerrados, Zhou se concentró en el susurro del viento, el murmullo de las hojas y el pulso lento de la tierra. Sincronizó su ritmo interno con el entorno, permitiendo que su sentido espiritual se fundiera con la naturaleza. Ahora era parte del bosque, su presencia diluida, como si nunca hubiera estado allí.

Escudo Invertido: Con un último ajuste mental, Zhou dio un giro metafórico a su energía, dirigiéndose hacia su centro. Cualquier intento de rastrearlo sería como buscar una sombra en la oscuridad. La energía no se disipaba, sino que rebotaba, desviándose como una flecha sin blanco.

Segunda Fase: Ocultación del Nivel de QiEsta fase requería un control aún más delicado y preciso. Zhou sentía su Qi fluir como un torrente cálido en sus venas, pero ahora debía camuflarlo, fragmentarlo.

División del Qi: Cerró los ojos y visualizó su Qi como un mar interior. Con un esfuerzo consciente, separó las aguas en capas, dejando una fina película en la superficie, mientras el grueso se retiraba a profundidades insondables. Su cuerpo emitía apenas un rastro débil, como el susurro de un arroyo lejano.

Fluctuación Controlada: Zhou permitió que su Qi en la superficie oscilara de manera irregular, como si no pudiera controlarlo del todo. Era un truco simple pero efectivo. Los sentidos más agudos interpretarían esas fluctuaciones como la marca de alguien inexperto o débil.

Qi Falso: Finalmente, concentró su sentido espiritual para crear una máscara ilusoria. un susurro apenas perceptible, La ilusión era perfecta. En ese momento, Zhou no era diferente a una piedra o un árbol viejo, su presencia espiritual estaba completamente oculta junto con su Qi.

Zhou permanecía de pie, sintiendo cómo su respiración se acompasaba con el latido del entorno. Había dominado la técnica en todas sus fases, y el silencio que lo envolvía era la prueba viviente de su éxito. Su presencia se había diluido por completo. A ojos del mundo, no era más que una sombra difusa, una entidad irrelevante en el vasto tapiz del mundo, un insecto tendría más notoriedad que él.

Pero algo más comenzó a revelarse en lo profundo de su mente. Una tercera fase, oculta entre los pliegues del conocimiento recuperado, solo fue visible cuando Zhou domino por completo las fases. Como un susurro lejano, la comprensión llegó lentamente, trazando patrones en su conciencia.

El aire alrededor de Zhou comenzó a sentirse distinto, cargado de una energía vibrante que nunca antes había percibido con tal intensidad. La naturaleza misma parecía respirar junto a él, entregándole su esencia, dirigió su conciencia en el nuevo conocimiento liberado por la iluminación. 

Zhou se dejó llevar por esta nueva sensación. Ya no necesitaba sentarse en prolongadas sesiones de meditación para absorber Qi. Su cuerpo actuaba por sí solo, como si cada poro se abriese para beber la energía circundante. El Qi fluía hacia él en un torrente constante, suave pero incesante, como la brisa que acaricia las hojas. A medida que la energía entraba en su cuerpo, Zhou sintió algo extraordinario: el Qi se purificaba automáticamente, despojándose de impurezas y transformándose en una fuerza cristalina y pura. 

Era como si una forja interna, invisible, moldeara cada partícula de energía hasta alcanzar la perfección. El resultado era un Qi tan refinado que irradiaba una sensación de santidad. 

Zhou, ahora en un estado de profunda conexión con el entorno, descubrió un nivel aún más sutil. Podía extraer la esencia espiritual de la naturaleza misma. No se trataba solo de absorber energía, sino de tomar el alma misma del entorno: la vitalidad de los árboles, el susurro de las corrientes, la fortaleza de las montañas. Esta esencia alimentaba su espíritu, fortaleciéndolo poco a poco, como raíces que profundizan en tierra fértil.

Zhou abrió los ojos lentamente, sintiendo una calma abrumadora en su interior. Cada fibra de su ser vibraba con energía pura y renovada. A su alrededor, el bosque parecía más brillante, más vivo. El viento, antes indiferente, ahora acariciaba su piel como un viejo amigo.

"Esto… esto es algo más que una técnica," pensó, con el corazón latiendo con fuerza. Era una comunión con el mundo, una fusión entre su espíritu y la naturaleza. Cada paso que daba lo conectaba más profundamente con el entorno, y cada aliento lo llenaba de una fuerza renovadora.

Zhou exhaló lentamente, aún sintiendo cómo el Qi fluía a través de su cuerpo en un estado de pureza absoluta. A su alrededor, todo parecía más silencioso, como si el mundo mismo contuviera el aliento en un gesto reverencial. Pero no estaba solo.

A pocos pasos de distancia, el viejo Franz se mantenía inmóvil, observándolo con una mezcla de asombro y terror. Su rostro, ahora profundamente surcado por las arrugas del tiempo y teñido de un tono morado por la impresión, parecía reflejar años acumulados en un instante. Su cuerpo temblaba ligeramente, incapaz de procesar lo que acababa de presenciar.

Había esperado toda su vida para ver algo como esto: un milagro. Un evento que desafiaba todas las leyes que conocía. Y, sin embargo, ahí estaba Zhou, un joven que hace unas horas apenas había comenzado a explorar su sentido espiritual, ahora envuelto en un manto de invisibilidad total. No había rastro alguno de su Qi, ni un ápice de su presencia espiritual. Solo la mirada penetrante de Zhou confirmaba que seguía allí.

Franz tragó saliva con dificultad. Todo lo que sus sentidos le decían era falso. Había dedicado décadas a buscar un método similar, soñando con la capacidad de desaparecer del mundo espiritual, pero jamás encontró respuestas. Y ahora, frente a él, veía el fruto de sus investigaciones tomando vida en alguien más.

"¿Será un monstruo?" pensó con una mezcla de miedo y fascinación. "¿Un ser renacido mediante algún método oculto?" Sus pensamientos corrían desbocados, intentando encontrar una explicación. Los avances de Zhou eran inconcebibles. Era como si el joven estuviera destinado a romper todas las barreras, como si el cielo mismo hubiera decidido colocarlo en un pedestal inalcanzable.

Zhou lo miró directamente, y Franz sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La presión en el aire era palpable, pero no agresiva; era la calma antes de una tormenta. Con las piernas temblorosas, Franz cayó de rodillas y se inclinó profundamente, haciendo una venia reverencial.

—Joven maestro Zhou… su voz se quebró al principio, y tuvo que esforzarse para continuar

—. Le… le ruego, por favor… me tome bajo su tutela. Permítame ser su discípulo. 

Las palabras salieron atropelladas, cada una cargada de respeto y desesperación. Franz no sabía si estaba pidiendo demasiado, pero entendía que este joven era un genio que sobrepasaba los cielos.

Zhou lo observó en silencio, sin mostrar emoción alguna. El viejo maestro, quien siempre había sido una figura imponente y sabia, ahora parecía un niño implorando una migaja de conocimiento. Franz sabía que esto era una apuesta arriesgada. 

Zhou era joven, tal vez apenas rozaba los veinte años, pero su talento era tan vasto que superaba cualquier lógica. Lo que más le aterraba era la facilidad con la que Zhou había aprendido y perfeccionado cada técnica que le había enseñado, llevándolas a niveles que él mismo jamás había imaginado.

—Maestro Zhou… insistió, su voz ahora apenas un susurro. Por favor…

El viento susurraba a su alrededor, como si el bosque también esperará la respuesta de Zhou.

Zhou se quedó completamente inmóvil, perplejo ante la escena que tenía frente a él. Ver al viejo Franz, un hombre que hasta hace poco era una figura imponente, inclinado con tanta reverencia, era desconcertante. 

Las palabras de súplica, cargadas de respeto y casi ruego, resonaban en su mente como un eco imposible de ignorar.

Nunca en su vida había experimentado algo así. En su vida pasada, era un simple mentor ocasional para los jóvenes pasantes de la corporación. Daba uno que otro consejo a sus colegas, nada fuera de lo común. Nunca había tomado a nadie bajo su tutela de manera formal ni había guiado a alguien en un camino de aprendizaje profundo. ¿Cómo podía ahora, de repente, estar en esa posición?

Zhou inhaló lentamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—¿Por qué me pides esto, señor Franz?. preguntó finalmente, su voz suave pero llena de incredulidad

—. Soy un ignorante en estas cosas. Apenas estoy aprendiendo de sus enseñanzas. Apenas llevo unas cuantas horas…

El viejo Franz levantó la cabeza lentamente, su mirada ahora llena de seriedad y convicción. A pesar de los temblores en sus manos, su voz no vaciló al responder.

—"Joven maestro Zhou." comenzó, cada palabra cuidadosamente pronunciada

—"Lo poco que has leído… lo has perfeccionado. No solo memorizaste cada detalle, sino que analizaste la información, desglosaste su esencia y la reconstruiste. Eso, en sí mismo, es algo que no he logrado en toda mi vida de arduo trabajo."

Zhou frunció el ceño, intentando procesar lo que acababa de escuchar, pero Franz continuó con la misma intensidad:

—"Lo que has logrado tiene más mérito que todo lo que yo sé. No eres solo un aprendiz. Eres un genio en los saberes. No solo comprendes el conocimiento; alcanzas la iluminación con facilidad y, lo más importante, lo aplicas en la práctica de manera perfecta.

Zhou sintió una mezcla de sorpresa y humildad. Las palabras de Franz no parecían exageradas, pero aún le resultaba difícil aceptarlas. ¿Cómo podía alguien como él, que hace tan poco estaba atrapado en una vida monótona, ser visto ahora como un maestro?

El silencio que siguió fue profundo, roto solo por el susurro del viento entre los árboles. Zhou sabía que algo había cambiado, algo que no podía ignorar. Franz lo veía como un faro de conocimiento y habilidad, y aunque Zhou aún dudaba, entendía que este camino recién comenzaba.

Zhou recordó rápidamente el Árbol de las Revelaciones si Eso era! 

Murmuró en voz baja, casi para sí mismo:

 —El árbol de las revelaciones…

De repente, un grito sofocado interrumpió sus pensamientos:

 — ¿Qué ha dicho? —exclamó Franz, su voz cargada de incredulidad.

Zhou alzó la vista, notando el asombro en el rostro del viejo maestro. Los ojos de Franz estaban desorbitados, su respiración ligeramente agitada. La intensidad en su expresión era casi palpable. Zhou, tomándose un momento para medir sus palabras, finalmente respondió con calma:

—Sí, el árbol de las revelaciones. Hace un tiempo tuve un encuentro fortuito con él. Es por eso que creo que puedo alcanzar la iluminación con tanta facilidad.

Las palabras de Zhou parecían resonar en el aire. Franz permaneció inmóvil, como si su mente procesara lo imposible. Sus pensamientos se arremolinaron en torno a lo que acababa de escuchar. 

El árbol de las revelaciones… Aquella entidad sagrada sobre la que solo había leído en los textos más antiguos y polvorientos.

Era un mito, una leyenda de tiempos remotos. Decían que quien se encontrara con el árbol recibiría una iluminación ilimitada, transformándose en un ser trascendente. Pero esos relatos eran tan antiguos que habían sido relegados al ámbito de los cuentos olvidados.

Con esta revelación, Franz no pudo evitar sentirse abrumado. El joven que tenía frente a él, Zhou, no solo era un prodigio; era alguien destinado a convertirse en una figura imponente. Y Franz sabía que debía hacer todo lo posible para mantenerse bajo la sombra de un "árbol" tan majestuoso.

Finalmente, Franz rompió el silencio, inclinándose ligeramente en señal de respeto:

—"Joven maestro Zhou"… su voz era reverente

—. Sí, leyó sobre el árbol de las revelaciones. Siempre pensé que era una leyenda, una historia perdida en el tiempo. Pero ahora entiendo que he estado equivocado.

Franz respiró hondo, su mirada cargada de una mezcla de admiración y súplica. Continuó con humildad:

—Has sido bendecido por los cielos, joven maestro Zhou. Tus logros, estoy seguro, trascenderán las eras y se convertirán en leyenda. Por favor, permíteme una petición humilde: acéptame como tu discípulo. No pido más que pequeñas guías, nada más que lo que desees compartir conmigo.

Hizo una pausa, su tono volviéndose aún más solemne:

—Te juro que guardaré este secreto. Nadie más sabrá lo que me ha revelado hoy. Nunca mencioné nuestra relación a menos que tú lo permitas. Seré como una sombra, invisible para todos excepto para ti. Solo deseo seguirte en este camino, aunque sea desde la distancia.

Franz alzó la vista, sus ojos llenos de determinación y esperanza.

 — ¿Qué opinas, joven maestro Zhou?. preguntó finalmente, inclinando la cabeza con humildad.

Zhou permaneció en silencio por un par de minutos sin saber que hacer, este es un mundo nuevo donde tener discípulos y subordinados era lo más común.

Zhou permaneció en silencio durante unos largos minutos, su mirada fija en el suelo mientras procesaba la situación. En este mundo, tener discípulos o subordinados parecía ser algo tan natural como respirar, pero para él, que aún se estaba adaptando a esta nueva vida, la idea era desconcertante. Finalmente, tomó una decisión. Inhaló profundamente y habló con calma, pero con firmeza:

—Está bien. Te aceptaré, pero no como un discípulo. No estoy a la altura de un maestro todavía. Zhou levantó la mirada, observando a Franz directamente a los ojos.

—. Puedes estar a mi lado como un subordinado. Seguiremos aprendiendo juntos; Yo aprenderé de ti y, a su debido tiempo, compartiré lo que descubra en mi camino hacia la iluminación. Será un trato equitativo.

Hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran antes de continuar:

—Este acuerdo deberá mantenerse en secreto hasta que yo decida revelarlo a los demás. En presencia de otros, me llamarás simplemente "joven Zhou", como lo ha hecho desde el principio. Pero en privado, puedes dirigirte a mí como lo prefieres.

La mirada de Zhou se afiló, evaluando la reacción de Franz. Luego formuló su pregunta, con un tono que no admitía dudas:

—¿Estás de acuerdo?

Franz no dudó ni un instante. Con una rapidez que desbordaba emoción y solemnidad, se arrodilló sobre una rodilla, inclinando la cabeza profundamente mientras unía sus manos: una en puño, la otra en palma, en un gesto de reverencia absoluta. Su voz, firme y resonante, se elevó en el aire cargada de devoción:

—Yo, Franz Enit, juro lealtad a Zhou… Franz vaciló un instante, abriendo un ojo con timidez, como si pidiera permiso para conocer el nombre completo de su nuevo señor.

Zhou, esbozando una ligera sonrisa, respondió con serenidad:

—Zhou Xintian.

Franz acercó y cerró los ojos, continuando su juramento con renovada convicción:

—Yo, Franz Enit, juro lealtad a Zhou Xintian. Que los cielos sean testigos de este juramento, y que un rayo me parta y acabe con mi vida si llego a faltar a mi palabra.

El laboratorio parecía contener el aliento, el viento cesó momentáneamente, como si la naturaleza misma reconociera la solemnidad del momento. Zhou observó a Franz, asimilar la profundidad de su juramento, y aunque aún no se sentía del todo cómodo con la situación, entendió que este era otro paso en el camino que le aguardaba en este extraño y nuevo mundo.

Con un leve movimiento de la cabeza, Zhou ganó el juramento en silencio, mientras Franz se mantenía arrodillado, inmóvil, guardando nuevas órdenes.

—Levántate, Viejo Señor Franz, no es necesario esas etiquetas entre nosotros. dijo Zhou con calma, mirando al viejo Franz con una mezcla de respeto y determinación.

Franz dudó por un momento, pero al ver la sinceridad en los ojos de Zhou, finalmente se levantó, haciendo una ligera inclinación de cabeza.

—Eso no es posible, joven maestro —respondió con voz grave, pero mantendré esto en secreto como has ordenado.

Zhou asintió, agradecido por la disposición del viejo subordinado, aunque no pudiese evitar la sensación de que Franz aún veía la situación con una perspectiva de jerarquía. Sin embargo, su misión no era destruir esas barreras de inmediato, sino cultivarlas con tiempo.

—Seguiré con el estudio y la lectura, continúa con tus asuntos, lo llamaré si tengo alguna duda.

Franz, con un leve asentimiento, comenzó a girarse para salir, pero antes de hacerlo, Zhou lo detuvo con una pregunta inesperada:

—¿Cuántos colaboradores hay en el laboratorio? ¿Y qué encargos están disponibles? Sería extraño que no haga nada cuando soy nuevo en este lugar.

Franz se detuvo, mirando al joven con una expresión que reflejaba sorpresa, aunque rápidamente se recompuso, implicaba organizar las tareas y supervisar a los colaboradores que Zhou pronto conocería.

—Actualmente somos diez, si incluyo a usted, joven maestro. Dos de ellos están enfocados en la investigación de los materiales extraños que hemos estado recolectando, mientras que cinco se encargan de los experimentos prácticos, los demás se encargan de recolección de recursos para el laboratorio. Hay un par de proyectos en marcha, si desea unirse a alguno de ellos o ayudarnos a recolectar plantas, semillas, o materiales preciosos en la mina, con su sentido espiritual nos será de gran ayuda, también podrías participar en procesos prácticos de alquimia o en la investigación. – Franz

Zhou asintió pensativamente, su interés al conocer las opciones disponibles. Conociendo el lugar y las tareas, ahora podría sumergirse en los trabajos que más le interesaran.

—Bien, mantendré mi atención en esos proyectos —dijo con decisión, mirando a Franz. Continuemos, entonces.

Franz inclinó ligeramente la cabeza y se retiró en silencio. Zhou lo observó marcharse, sintiendo un renovado impulso en su interior. Cada libro, cada conversación y cada acción lo llevaban más cerca de convertirse en una persona totalmente nueva. 

La felicidad no era simplemente el resultado de aprender algo nuevo; era la sensación de que, paso a paso, estaba construyendo un camino que no solo lo beneficiaría a él, sino también a quienes le han dado una mano, un nuevo propósito crecía ardientemente dentro de Zhou. 


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