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44.44% Sobre Los Cielos / Chapter 8: Sobre los cielos Capitulo 8 - "La Senda del Crecimiento"

Chapter 8: Sobre los cielos Capitulo 8 - "La Senda del Crecimiento"

Al regresar a la realidad, Zhou estaba lleno de emociones encontradas. Jamás había experimentado algo tan sublime e inquietante como lo que acababa de ver.

"No puedo creerlo", murmuró, como si temiera que ponerlo en voz alta rompiera el hechizo. Lo que había contemplado no se comparaba con nada en su vida ordinaria; era un vasto conocimiento que lo desbordaba, como un océano de entendimiento inexplicable. La mente le jugaba una batalla entre la razón y la maravilla.

Por un momento, le resultó casi imposible mantener la calma. Toda su vida había sido un humano común, con preocupaciones sencillas, y ahora, frente a esta revelación, le costaba aceptar que no era solo un sueño. Aun así, bajo el peso de esas nuevas verdades, se esforzaba por mantener su cordura, pero este último descubrimiento… era la gota que rebasaba el vaso.

Un sudor frío recorrió su cuerpo y su frente se tornó azulada por el miedo. Comprender lo que había visto y sentir cómo desnudaba sus temores más profundos le hizo ver esta nueva realidad con una intensidad abrumadora. Temblando, abrazó sus piernas mientras se mantenía en el suelo, negándose a aceptar lo que ahora sabía.

Un dolor crecía en su pecho, como una bestia atrapada entre costillas, furiosa y doliente. Con el peso de esta existencia tan diferente, la simple vida que recordaba parecía desvanecerse en sus recuerdos, como un sueño hermoso. Ya no estaba seguro de qué era real: ¿la vida que siempre había vivido o esta nueva y aterradora existencia?

Solo, sin nada ni nadie a quien aferrarse en un mundo hostil, era vulnerable, frágil… humano. Recordó la batalla entre el lobo-tigre y la bestia, escenas de fuerza y desesperación. Ahora comprendía que dependería únicamente de él mismo para encontrar su camino o resignarse a perderse en esta realidad desconocida.

Zhou intentó mantenerse firme, respirando profundamente mientras sus pensamientos daban vueltas, caóticos y confusos. Durante un momento, se esforzó por reprimir el miedo y la tristeza, intentando convencerse de que debía ser fuerte, que cualquier debilidad lo haría aún más vulnerable. Sus manos se aferraban con fuerza a sus rodillas, sus uñas clavándose en la tela como si de algún modo pudiera anclarse en la realidad y recuperar el control.

Pero poco a poco, la tensión fue quebrándolo. Cada esfuerzo por contener el pánico, por negarse a la desesperación, solo le hacía sentir más perdido y más solo. Todo lo que había visto, todas las verdades que le habían sido reveladas, eran simplemente demasiado. Como humano, como alguien acostumbrado a las pequeñas dificultades de la vida, esto lo abrumaba, le arrebataba cualquier esperanza de normalidad.

Finalmente, sintió que algo dentro de él se rompía. Una oleada de tristeza, dolor, amargura y de miedo emergió como una marea incontenible, y, sin poder resistirlo más, Zhou cayó en un llanto desgarrador, cubriéndose el rostro con las manos mientras las lágrimas mojaban sus palmas. Sollozaba, sin contención alguna, dejando que cada lágrima le aliviará una parte del dolor, aunque fuera por un breve instante. Sentía como si su propio ser se desmoronara, como si cada recuerdo de su antigua vida se escapara entre lágrimas, llevándose con ellos la última pizca de tranquilidad.

En medio de su llanto, lo envolvió una profunda tristeza, una especie de abismo emocional donde todo parecía gris y sin sentido. La depresión lo atrapaba, como a cualquier ser humano abrumado y perdido, sin respuestas ni alivio en un mundo ajeno y hostil. Era un eco de todo lo que había reprimido, de todo lo que había intentado ignorar. Y así, roto y vulnerable, abrazó su dolor, dejando que sus emociones se desbordaran sin reparos, hasta que solo quedó el silencio y el cansancio de una tristeza que parecía interminable.

Zhou permanecía inmóvil, aún tembloroso, después de aquel desahogo, mientras los ecos de su sollozo se disolvían en el vacío del paisaje que lo rodeaba. Su respiración, aunque pausada, aún estaba cargada de ese miedo que latía como un recordatorio persistente. Cerró los ojos, queriendo aferrarse a algo conocido, algún recuerdo que le trajera un sentido de estabilidad. Poco a poco, escenas de su vida pasada emergieron en su mente: tardes familiares, días sin sobresaltos, las sonrisas de los suyos.

Todo parecía tan lejano, casi como si se tratara de una serie de imágenes borrosas. "¿Realmente fui yo quien vivió esa vida?" Se preguntó. En esa otra realidad, sus problemas le parecían más simples, sus días más previsibles, y sus decisiones no tenían este peso abrumador que ahora cargaba. Era la vida de alguien que podía permitirse ser ordinario, frágil incluso, sin temer que esa fragilidad le costara la vida.

Con los ojos aún cerrados, trató de recordar las palabras exactas que solía decirse para afrontar los días difíciles, aquellas pequeñas frases que alguna vez le dieron consuelo. Pero ninguna de ellas parecía adecuada en este nuevo mundo, donde todo parecía exigirle más de lo que tenía para ofrecer. De repente, sintió cómo su memoria se desvanecía, dejándolo solo con una creciente sensación de pérdida, de no pertenecer a ninguno de los dos mundos.

Un susurro mental lo trajo de vuelta: una imagen fugaz del Árbol de las Revelaciones, como una sombra que cruzaba su mente. La visión le trajo una paz extraña, recordándole el espacio misterioso donde ese árbol parecía esperarlo, como si el Árbol supiera cosas que él no alcanzaba a comprender. Sin embargo, esa calma se disolvió rápidamente en dudas. "¿Qué significado puede tener todo esto?" pensó, con el temor de que las respuestas, si las hubiera, solo lo llevarían a un sendero aún más incierto y desafiante.

La duda se instalaba como una presencia pesada, un murmullo constante que ensombrecía cada pensamiento. Zhou sabía que debía seguir adelante, pero el "cómo" y el "por qué" se volvían preguntas dolorosamente difíciles. Agotado y sintiéndose como una sombra de quien alguna vez fue, Zhou decidió que, por ahora, simplemente debía continuar respirando. El sentido y la dirección podían esperar.

Después de derrumbarse en llanto y permitirse experimentar la profundidad de su vulnerabilidad, Zhou finalmente logró calmarse. Inspiró profundamente y se levantó del suelo con una determinación tenue pero presente, como una llama débil que, aunque frágil, se rehúsa a extinguirse. 

Sus pasos, aunque vacilantes, lo llevaron a avanzar una vez más por el vasto bosque que lo rodeaba. Entre árboles antiguos y sombras danzantes, continuó su travesía, sin saber exactamente hacia dónde iba, pero movido por una extraña intuición que lo empujaba a no detenerse.

Mientras avanzaba, algo en el ambiente comenzó a cambiar. La brisa se volvía más suave, los sonidos de las criaturas del bosque se acallaban, y el aire parecía impregnado de una esencia refrescante.

Zhou, con los sentidos más alerta, sintió que el bosque mismo lo guiaba, llevándolo a través de senderos ocultos y entre frondosos árboles hasta que, finalmente, llegó a un claro. 

Allí, ante sus ojos, se desplegaba un espacio que parecía sacado de un sueño antiguo, un huerto escondido en el corazón del bosque como un oasis olvidado en medio de un vasto desierto verde. 

Los árboles y arbustos formaban un conjunto armonioso de tonos, texturas y fragancias que parecían haberse tejido entre sí como una sinfonía natural, cada uno ocupando su lugar en perfecta sincronía.

El aire estaba impregnado de una frescura que recordaba a las primeras lluvias de la primavera, y el suave susurro de las hojas danzantes le brindaba una calma que no había sentido en mucho tiempo.

Las frutas que colgaban de las ramas eran de una diversidad impresionante; cada una poseía un color y forma que parecían imposibles, como si la naturaleza hubiese dado rienda suelta a su creatividad más sublime.

Había frutas doradas que brillaban a la luz tenue, otras púrpuras de piel aterciopelada, y algunas tan pequeñas y luminosas que parecían luciérnagas atrapadas en sus ramas. Entre los árboles, brotaban plantas de semillas grandes y extrañas, algunas de tonos jade y otras que parecían piedras preciosas incrustadas en el suelo, invitándolo a recogerlas.

El suelo, cubierto por una alfombra de hojas y musgo, irradiaba una energía cálida, como si estuviese cargado de vida y secretos antiguos.

Zhou sintió que cada rincón de aquel lugar ofrecía algún tipo de alivio, una esencia curativa que no solo mitigaba el hambre de su cuerpo sino también el vacío de su espíritu. 

Cada fruto que probaba parecía aliviar una sed que iba mucho más allá de lo físico, llenándolo de una paz profunda y desconocida, como si en cada bocado se le revelará una verdad oculta del universo.

Este huerto, con su naturaleza abundante y su aura casi sagrada, le recordaba que la vida, en todas sus formas, siempre tiene algo que ofrecer a quien está dispuesto a escuchar.

Con esta nueva sensación de paz, Zhou se sentó en el suelo cubierto de hojas y cerró los ojos, recordando las enseñanzas de aquel misterioso árbol en medio de una isla flotante y los secretos vislumbrados del Árbol de las Revelaciones.

Decidió que ese huerto sería su refugio temporal, un lugar perfecto para asimilar las enseñanzas que había recibido y dejar que la naturaleza misma le ayudara a encontrar sentido a las inquietudes que lo agobiaban. 

Envuelto en el profundo silencio del huerto, Zhou Xintian observó detenidamente una plántula con una espiga que le recordó al trigo de su vida pasada. La sostuvo con cuidado, admirando sus detalles familiares; 

en su simplicidad y estructura reconocía algo cercano, casi como un eco de otra existencia. Tras un momento de contemplación, cerró los ojos y se sumergió en la meditación, abriendo su mente al entorno, buscando una guía silenciosa y constante.

Los minutos pasaron mientras Zhou seguía inmóvil, serenando su respiración hasta alcanzar un estado de paz y conexión profunda con el mundo mágico que lo rodeaba. Su ser comenzó a disolverse en la quietud del lugar, sintiéndose parte del todo, como si las energías antiguas del bosque le brindaran una comprensión que trascendía lo inmediato.

 Esta meditación, pilar esencial en su desarrollo, abría puertas invisibles para fortalecer su espíritu, disipar las dudas que le nublaba el entendimiento, y expandir su percepción.

Poco a poco, Zhou regresó al familiar mar de nubes que danzaban y se arremolinaban en todas direcciones, envolviéndolo con su suavidad etérea.

En un par de respiraciones profundas, se halló frente a la isla flotante, guiado únicamente por su voluntad. Con calma, aterrizó en ella, sintiendo una extraña sensación en su mano. 

Al mirar, se sorprendió al descubrir que la plántula que había sostenido en el huerto había viajado con él, como si la misma esencia del majestuoso árbol la hubiese traído hasta este mundo.

Incrédulo, Zhou decidió plantar la plántula. En un claro de la isla, al pie de las raíces del majestuoso árbol, cavó un pequeño hoyo y con sumo cuidado la depositó en la tierra.

Al terminar, sintió un agotamiento inesperado, como si la conexión con este lugar y el acto de plantar la semilla le hubiesen drenado energía. Se recostó contra el tronco del gran árbol, cerrando los ojos y entregándose al descanso bajo su sombra protectora, quedando profundamente dormido.

"Envuelto en la sombra protectora del árbol, Zhou se abandonó a un sueño profundo, sintiendo que, aunque aún desconocía muchas respuestas, algo en su interior comenzaba a florecer lentamente, como la plántula que había dejado a su lado."

Despertó bajo la sombra del árbol con una indescriptible sensación de realización. Zhou Xintian sabía que aún le faltaba mucho por comprender sobre este nuevo mundo. Tenía conocimiento de lo esencial, de las cosas básicas, pero cada vez que entraba en contacto con el árbol, sentía que algo profundo cambiaba dentro de él, transformándolo poco a poco, en silencio. Este segundo encuentro parecía aún más trascendental.


Chapter 9: Sobre los cielos Capitulo  9 - "Latido Ancestral"

Zhou Xintian se encontraba inmerso en un conflicto silencioso mientras exploraba el huerto bajo la sombra de árboles centenarios. Su conexión con el árbol místico le había otorgado visiones y habilidades que aún no comprendía del todo, pero con cada paso que daba, la incertidumbre sobre el propósito de esos dones lo rodeaba como una niebla persistente.

- ¿Qué quieres de mí?, se preguntaba Zhou Xintian mientras seguía deambulando. 

Aun con el recuerdo vívido de lo que había ocurrido en la isla flotante, Zhou no podía sacudirse una creciente inquietud. La escena de la plántula brotando ante él, con raíces extendiéndose en la tierra, había sido un momento único y poderoso, pero también extraño. Un cansancio inesperado lo había envuelto después de plantar aquella semilla, una fatiga tan profunda que parecía haber drenado no solo su energía física, sino algo más esencial, más íntimo. 

Mientras reflexionaba sobre ello, una pregunta persistente resonaba en su mente: ¿Acaso el árbol o la propia plántula absorbieron algún tipo de energía de mí?

Zhou frunció el ceño, caminando lentamente por las zonas aledañas al huerto, con cada paso perdido en sus pensamientos. El aire a su alrededor estaba impregnado de la fragancia de plantas exóticas y flores de tonos intensos, pero sus sentidos parecían entumecidos, enfocados solo en encontrar respuestas.

¿Podría ser que el árbol estuviera succionando algún tipo de esencia de su ser? El solo pensamiento de aquella posibilidad hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Quizá, pensó, todo lo que vivía en ese lugar mágico era alguna clase de sanguijuela energética, criaturas que necesitaban alimentarse de una fuerza vital para florecer y extender sus raíces en la tierra mística.

El ambiente del huerto, que usualmente le parecía acogedor y sereno, se sentía ahora extraño y enigmático, como si lo observara en silencio, esperando su próximo movimiento. La luz suave que caía entre las hojas proyectaba sombras cambiantes sobre el suelo, y Zhou comenzó a notar detalles que antes le habían pasado desapercibidos: plantas con raíces largas y profundas, como si buscaran alcanzar su núcleo más profundo, y otras que parecían orientarse hacia donde él se encontraba, como si respondieran a su presencia.

Su mente, cada vez más envuelta en un torbellino de dudas, lo llevó a pensar en el propósito de ese intercambio de energía.

- ¿Con qué fin?, se preguntaba.

- ¿Es esta una especie de conexión simbiótica o simplemente una transacción unilateral en la que yo cedo mi vitalidad? Se detuvo unos instantes, cerrando los ojos, intentando analizar cada detalle, cada segundo que recordaba del momento en que plantó la semilla, buscando algún indicio de lo que había ocurrido.

En medio de su introspección, una brisa ligera movió las hojas, y Zhou sintió una presencia sutil, como si el mismo árbol intentara comunicarse con él, respondiendo a sus pensamientos. 

¿Podría ser que todo en ese lugar respondiera a la energía de sus emociones, de sus pensamientos? Sumido en una mezcla de curiosidad y cautela, Zhou continuó avanzando, sin apartar su mirada del suelo ni de las plantas a su alrededor. 

Zhou comenzó a explorar los rincones del huerto que aún no conocía. Caminó lentamente, observando cada planta con atención, como si pudiera desentrañar los secretos de su poder a través de su estructura y color. 

Encontró flores de tonos vibrantes y descubrió que algunas de ellas parecían poseer propiedades únicas: una emanaba un perfume que relajaba su cuerpo y mente, mientras que otra tenía un brillo tenue que parecía emanar energía vital.

Sin pensarlo demasiado, Zhou se agachó y recogió varias semillas de aquellas plantas, observándolas con detenimiento antes de guardarlas con cuidado en el interior de su túnica. Un deseo creciente de plantar esas semillas en la isla flotante comenzó a tomar forma en su mente. A pesar de las dudas que lo asaltaban, la idea de experimentar con la vida vegetal en aquel espacio místico le resultaba cautivadora. 

- Quizá, pensaba, podría no solo cultivar esas plantas en su refugio flotante, sino también entender mejor los límites de su conexión con ese lugar.

- ¿Qué más podría llevar consigo? se preguntó. ¿Objetos más grandes, o tal vez incluso algún ser vivo?

La posibilidad de ampliar su comprensión del vínculo que compartía con el árbol y el mundo mágico encendió en él una chispa de aventura. 

La promesa de explorar nuevos territorios de conocimiento y descubrir respuestas a los misterios que lo rodeaban lo impulsó hacia adelante, infundiéndole una renovada sensación de propósito y descubrimiento.

Al regresar al huerto, Zhou sintió una curiosidad renovada sobre las semillas que había recolectado y la posibilidad de plantarlas en la isla flotante. 

Con cada paso que daba hacia el árbol central del huerto, su mente se llenaba de preguntas: ¿cómo respondería esa tierra mágica al recibir vida nueva? ¿Habría una conexión entre las plantas y el árbol ancestral que podría desvelar algún secreto más profundo de ese mundo?

Zhou encontró el árbol central y, en un acto casi reverencial, se sentó frente a él, colocando las palmas de sus manos sobre sus rodillas, completamente relajado y centrado. Se acomodó en la posición tradicional de meditación, con la espalda recta, permitiendo que su cuerpo se alineara con la energía del lugar.

Al cerrar los ojos, comenzó una serie de respiraciones profundas, sintiendo cómo el aire llenaba sus pulmones, trayendo consigo una sensación de paz y estabilidad.

La práctica que el espíritu del árbol le había transmitido no era una simple técnica de relajación. Esta meditación requería una sincronización cuidadosa, casi simbiótica, entre su mente y la energía que emanaba del entorno. 

Cada inhalación no solo le brindaba calma, sino que le permitía absorber los patrones energéticos del huerto y del árbol central, captando los sutiles pulsos de vida que fluían a través de las raíces y hojas, como si él mismo formara parte de ese circuito.

A medida que Zhou profundizaba en su estado meditativo, comenzó a percibir cómo su propia energía interior resonaba con la energía de la tierra y el árbol a su alrededor. Era una fusión que le revelaba, en destellos intuitivos, los ciclos de crecimiento y transformación que sostenían la vida en ese lugar.

Había pasado un tiempo indeterminado, pero Zhou Xintian continuaba sumido en la meditación, siguiendo cada paso con una mezcla de familiaridad y desconcierto. 

Aunque el conocimiento que ahora poseía se le antojaba extraño y distante, su determinación lo impulsaba a avanzar, deseando restablecer la conexión con el místico árbol de la isla flotante.

De pronto, justo cuando sentía que estaba a punto de lograrlo, un ardor punzante le atravesó el pecho, como un fuego abrasador que encendía su corazón. 

Casi salió de su estado meditativo en un sobresalto, pero una fuerza desconocida lo sostuvo en ese umbral entre el dolor y la calma, como si algo más lo guiara. 

A pesar de su desesperación, sintió una paz profunda que contrastaba con el dolor que lo invadía. 

Con cada respiración, nuevas imágenes se formaban en su mente, flotando como ríos de sabiduría que parecía desbordarse, llenando sus pensamientos de conocimientos ocultos.

Entre esas revelaciones, comprendió el secreto detrás del "Qi" y de su núcleo: el Qi, aquella energía esencial que existía en todos los seres vivos, estaba despertando en su interior. 

Lo que experimentaba en ese instante era el fruto de todas sus meditaciones y de los encuentros con el Árbol de las Revelaciones. 

Estos descubrimientos habían fortalecido su espíritu lo suficiente para abrir, al fin, su núcleo de Qi. Esta energía primigenia, omnipresente tanto en el cuerpo como en el entorno, se podía nutrir, acumular y fortalecer. 

Pero el despertar de su núcleo no estaba exento de peligro: un error en la circulación de esta energía podría significar consecuencias graves, incluso fatales.

Con cuidado, Zhou comenzó a guiar el Qi desde su corazón hacia su cabeza, siguiendo un camino exacto por las venas que latían en su memoria, pero el flujo de energía despertó en él una oleada de ardor y dolor insoportable. 

La sensación era tan intensa que casi le arrancó un grito, y sangre fresca se deslizó desde la comisura de sus labios. 

No obstante, la presencia que lo guiaba no lo abandonó; lo empujaba a persistir, mostrándole el ritmo que debía mantener para sincronizar cada paso.

Finalmente, la guía externa que lo sostenía se desvaneció, dejándolo solo. Consciente de la gravedad de su tarea, Zhou recordó el patrón preciso que debía seguir y continuó la práctica, asegurándose de que el Qi fluyera armoniosamente desde el corazón hasta el cerebro, fortaleciendo sus venas y su propio núcleo en el proceso. 

Pasaron largas horas mientras persistía en la meditación, sin permitir que un solo vaso sanguíneo escapara de la influencia revitalizante del Qi.

Y así, en ese silencio profundo, Zhou Xintian descubrió no solo la esencia del Qi, sino también una parte de sí mismo que lo unía a ese mundo.

Al concluir su meditación, Zhou Xintian abrió los ojos lentamente. La atmósfera alrededor había cambiado, y ahora sus sentidos captaban cada detalle con una agudeza nueva. El aire estaba impregnado de un suave aroma a tierra húmeda, mezclado con la fragancia de flores exóticas que florecían bajo la sombra del huerto. Sentía la textura del suelo bajo sus manos, una frescura viva que parecía conectarlo a la misma esencia de ese lugar místico.

Mientras respiraba profundamente, Zhou sintió una conexión poderosa y tangible que se extendía desde su propio ser hasta el árbol en la isla flotante. Una suave vibración recorría su pecho, como si su corazón estuviera sincronizado con un latido más grande, un pulso que se expandía hasta alcanzar la isla. Cerrando los ojos una vez más, Zhou experimentó una visión: en su mente apareció la imagen del árbol, erguido y majestuoso, sus raíces brillando con una intensidad inusitada, extendiéndose en busca de un suelo más profundo, más nutritivo, más vivo.

"¿Realmente somos uno?" pensó, sintiendo cómo la duda inicial se convertía en un sentimiento de pertenencia y fuerza compartida. "Mientras yo crezca, tú crecerás conmigo…" murmuró en su mente, casi como una promesa.

El árbol en su visión pareció responder. Zhou lo observó brillar con un resplandor tenue, como si hubiera ganado fuerza solo al comprender él la profundidad de su lazo. La isla misma, inmersa en una bruma de colores suaves y vivos, parecía cobrar vida, expandiéndose y cambiando a su alrededor. Los sonidos del entorno se volvieron más intensos; el susurro de las hojas, el canto de aves lejanas, y el murmullo constante de un viento suave le recordaban la naturaleza viva y palpitante de ese lugar.

"Esto es más que un simple vínculo," reflexionó Zhou, sintiendo cómo cada latido de su corazón armonizaba con el pulso del árbol y la isla. "Es como si mi propio ser, mi fortaleza, se reflejara en tu crecimiento, en tu resplandor…"

El asombro lo llenaba, pero una certeza profunda empezaba a florecer en su interior. Sabía que su conexión con el árbol no solo dependía de sus logros, sino de su fortaleza interior. Cuanto más se fortaleciera, más tangible sería el lazo que compartían, y el árbol crecería con él, elevándose hacia lo desconocido, irradiando una luz más profunda y pura. Y, al mismo tiempo, Zhou comprendió que no estaba solo; su poder y su propósito habían encontrado un reflejo vivo en aquel mundo místico.

Finalmente, abrió los ojos, sintiendo una mezcla de serenidad y gratitud. "Gracias," susurró, sin saber si sus palabras eran para el árbol, para la isla, o para aquella parte de él que había despertado al descubrir este vínculo sagrado.

Zhou Xintian se encontraba de pie en medio del huerto, rodeado de una paz casi palpable. La brisa cálida acariciaba su rostro, llevando consigo el perfume dulzón de las flores que florecían en tonos dorados y rojizos, como pequeñas antorchas que iluminaban el suelo. 

Los rayos del sol atravesaban las ramas de los árboles, dejando juegos de luces y sombras que danzaban sobre el terreno y creaban un ambiente etéreo, como si el lugar mismo compartiera su presencia con él. 

Zhou observaba cada rincón, sintiendo el latido de la vida que vibraba a su alrededor. Las hojas crujían suavemente, susurrando secretos antiguos, y los sonidos de pequeños insectos trabajando en el suelo componían una música suave y constante.

Con una mezcla de admiración y gratitud, Zhou murmuró, "No estoy solo… lo tengo a él." Sus palabras se escaparon como un suspiro, pero en su corazón resonaban profundamente. 

Podía sentirlo, aquel vínculo inquebrantable que había creado, como una corriente de energía que fluía entre él y el árbol en la isla flotante, un lazo de vida y fuerza compartida. El árbol, en su mente, resplandecía con una intensidad que jamás había visto antes, y en su interior percibía cómo esa conexión transformaba no solo al árbol, sino también a sí mismo.


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