La batalla se desarrollaba bajo la fría luz de la luna, cada choque de garras y rugido resonaban en el pecho de Zhou Xintian como el eco de un tambor de guerra.
El lobo-tigre, esa criatura majestuosa y feroz, vestigio de una nobleza guerrera de la que Zhou alguna vez vio en sus recuerdos, ahora enfrentaba su mayor prueba. Sus músculos se tensaban en cada embate, sus garras hendían la tierra, y con cada golpe parecía que luchaba no solo por su vida, sino por algo más grande, algo que Zhou no alcanzaba a comprender. Su valentía desesperada brillaba con cada nuevo ataque que lanzaba, un torbellino de fuerza y determinación.
Frente a él, la bestia, una masa de sombras y garras afiladas, era una fuerza desatada, imposible de detener. Su forma cambiaba con cada movimiento, como si las sombras que la envolvían tuvieran vida propia. Sus ojos brillaban como brasas en medio de la oscuridad, y Zhou sintió que esa furia que impulsaba a la criatura era más antigua que cualquier cosa que hubiera conocido. Una furia primigenia, una fuerza más allá de la comprensión humana, y más allá de la razón. El lobo-tigre lanzó un rugido que parecía sacudir los cimientos mismos de la tierra, pero el monstruo solo respondió con un rugido aún más profundo, como si la propia oscuridad del mundo respondiera a su llamado.
Zhou podía sentir el retumbar la gran rama bajo sus pies, como si el mundo mismo estuviera temblando bajo el peso de ese choque de titanes. Los árboles a su alrededor crujían con cada impacto, algunas ramas caían como víctimas de la batalla. El aire estaba tan cargado de tensión y peligro que resultaba difícil respirar.
El olor metálico de la sangre flotaba en el ambiente, crispando cada centímetro de su piel. Pero no era solo la sangre; había algo más en el aire, un hedor de muerte inminente, de una oscuridad que no pertenecía a este mundo.
En medio del caos, Zhou Xintian sentía una impotencia abrumadora. Sus piernas parecían de piedra, inmóviles, mientras su mente luchaba por darle sentido a lo que estaba presenciando. ¿Cómo podía existir una criatura así? ¿Cómo podía ser derrotado un ser tan noble y poderoso como el lobo-tigre? Cada vez que su adversario oscuro lanzaba un ataque, parecía descomponerse y reformarse al instante, como si la misma naturaleza no pudiera contener su existencia. Y mientras Zhou observaba, incapaz de moverse, sintió el peso de su propia mortalidad apretándole el pecho.
"¿Voy a morir aquí?", pensó, su mente vagando entre el terror y la incredulidad. "¿Qué hice para merecer esto? ¿Por qué me encuentro aquí, en este infierno donde las reglas del mundo parecen haber sido destrozadas?"
El lobo-tigre lanzaba un último ataque, un desesperado intento por cambiar el curso de la batalla. Zhou contuvo el aliento mientras las garras de la bestia noble se abalanzaban contra su oponente. Pero fue en vano. La masa de sombras se movió con una velocidad imposible, esquivando el golpe final, y en un instante, sus garras afiladas se hundieron en el costado del lobo-tigre. El rugido que siguió fue desgarrador, un sonido que vibró en el alma de Zhou, dejándolo al borde de la desesperación.
Con cada segundo que pasaba, la lucha se tornaba más salvaje, más despiadada, y Zhou se dio cuenta de que la criatura no solo estaba luchando por matar. Estaba jugando con su presa, disfrutando del sufrimiento, prolongando el dolor de su enemigo para su propio placer.
La idea de una muerte rápida parecía imposible. Zhou sintió cómo la desesperanza crecía en su interior, y su mente vagaba entre los recuerdos de su vida pasada y la cruda realidad de ese instante.
El paisaje que lo rodeaba era un caos: los árboles cercanos, antaño majestuosos, estaban destrozados, sus troncos quebrados como simples ramitas bajo la fuerza de la pelea. La tierra estaba completamente removida, surcada por profundos surcos donde las criaturas habían chocado. El silencio que seguía cada rugido era casi más aterrador que los sonidos de la batalla. Era un silencio lleno de presagios, como si el mundo contuviera el aliento, esperando el desenlace inevitable.
Zhou permanecía despierto, las imágenes de la batalla se grababan en su mente como pesadillas imposibles de apartar. El miedo a lo desconocido se entrelazaba con recuerdos de su antigua vida, una vida tan distante que casi parecía un espejismo.
"¿Cómo pude dar por sentado esa seguridad, esa paz?", se preguntaba, el arrepentimiento atravesando su pecho como un puñal. Cada pequeño momento, cada respiro en esa vida mundana, ahora era un tesoro que había dejado escapar sin saberlo.
Estaba seguro de que al terminar la batalla sería el siguiente en la lista. Más acostumbrado a la situación, se preguntaba: "¿Cómo salgo de esto? Con un cuerpo débil, agotado por las largas jornadas de caminata... no tengo fuerzas, ¿cómo voy a huir de este maldito lugar?" Frente a un depredador de esa magnitud, solo sería un esfuerzo inútil huir.
Solo estaría alargando más su miseria. Zhou Xintian lo tenía claro: "¿Vine a este mundo solo a morir?", pensó, resignándose amargamente a que esta noche sería la víspera de su propia muerte.
La amarga y sangrienta batalla había durado horas, transformando el paisaje abruptamente. Una tenue luz de luna se filtraba entre las hojas, revelando algo aún más aterrador. La criatura bizarra había ganado, pero lo que sorprendió a Zhou fue que no había sufrido daño significativo. "¿Cómo es esto posible?", se preguntaba en estado de shock.
Frente a esa frenética lucha, la horrenda criatura había salido casi ilesa, con solo unas cuantas heridas que apenas parecían arañazos. "¿Tanta era la diferencia entre ellos?", se cuestionaba Zhou, llevándose la mano al pecho.
Pretendía aprovechar las heridas de la batalla para huir, pensando que el vencedor estaría debilitado, pero en esos momentos era solo una ilusión inútil. La cruel realidad lo golpeaba de nuevo. Su sangre se congeló cuando vio que la bizarra criatura mostraba interés en su ubicación.
La criatura se movía lentamente hacia lo alto de un árbol frente a Zhou Xintian. Él la observaba, paralizado, su corazón martilleando en su pecho, mientras el sudor frío recorría su espalda. El monstruo era una aberración colosal, su piel oscura como la noche misma, y sus dos pares de ojos rojos brillaban con un hambre depredadora en la oscuridad. Cada una de sus seis extremidades terminaba en garras afiladas que desgarraban la corteza del árbol con facilidad aterradora. Zhou sintió que sus piernas fallaban, pero no podía apartar la vista de esa pesadilla hecha carne.
Con un movimiento brutal, la criatura saltó desde el árbol y aterrizó frente a Zhou Xintian, la rama bajo sus pies tembló por su peso. El impacto no solo agitó la enorme rama, sino también el aire, que ahora parecía vibrar con una fuerza invisible y aterradora. Zhou sintió una presión sofocante en el ambiente, como si algo oscuro y maligno estuviera reclamando su propia existencia. Abrió sus fauces descomunales y lanzó un rugido que no solo desgarró el aire, sino que atravesó directamente su espíritu, haciendo que sus piernas flaquearan.
El miasma que la criatura emanaba envolvió todo a su alrededor, un vapor denso y oscuro que invadió sus sentidos. Cada respiro era una agonía, el hedor a carne en descomposición llenaba sus pulmones como un veneno insidioso, quemándolos desde dentro. Zhou casi vomitó, su cuerpo temblando mientras el asfixiante olor le hacía ver destellos de luz en el borde de su visión. No era solo la peste, era algo más profundo, una opresión que pesaba directamente sobre su alma, como si esa presencia monstruosa estuviera devorando su voluntad de vivir.
Su instinto asesino era palpable, un aura de muerte que se sentía tan real como las garras de la criatura. Zhou podía sentir cómo su propio corazón aceleraba, luchando por escapar de esa fuerza implacable que parecía aplastar su ser desde dentro. Aterrorizado, cerró los ojos, su cuerpo sacudido por temblores incontrolables mientras caía de rodillas, impotente. Cada segundo se alargaba, esperando que el próximo sonido fuera el rugido final que anunciaría su muerte.
Pero entonces, para su sorpresa, la criatura se detuvo. Lo observó fijamente por un momento, luego se dio la vuelta y se alejó. Zhou Xintian abrió los ojos, incrédulo, y vio cómo la criatura desaparecía entre los árboles.
"¿Qué acaba de pasar?", se preguntó, temblando de miedo y alivio. "¿Iba a matarme? ¿Por qué no lo hizo?". La criatura había tenido la oportunidad de terminarlo, pero inexplicablemente lo había dejado vivir. La pregunta palpitaba en su mente, un eco inquietante que resonaba con cada latido de su corazón. "¿Qué significa esto?", pensó, sintiendo el sudor helado resbalar por su frente.
Con una mezcla de tristeza y gratitud, Zhou Xintian se acercó al cuerpo sin vida del lobo-tigre. La criatura yacía inmóvil, su pelaje otrora majestuoso ahora estaba empapado en sangre, su cuerpo desgarrado por las terribles heridas infligidas por su oponente. A su alrededor, el paisaje era un testimonio de la brutalidad de la batalla: árboles destrozados, tierra removida y un silencio opresivo que contrastaba con la feroz lucha de horas antes. Zhou se arrodilló junto al lobo-tigre, tocando su pelaje empapado en sangre, su corazón pesado por el dolor de la pérdida.
No solo había perdido a un guerrero noble, había sido testigo de la crueldad de un mundo en el que la vida y la muerte podían cambiar en un suspiro. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras recordaba los momentos de valor y lucha que había presenciado. ¿Cuántas batallas más quedaban por librar? ¿Cuántos más tendrían que caer antes de que se restaurara el equilibrio? Con el peso del duelo aplastando su espíritu, Zhou prometió que no se rendiría. No mientras la memoria del lobo-tigre siguiera viva en su corazón. No mientras hubiera un destino que cumplir.
Mientras Zhou Xintian se aleja del campo de batalla, siente el dolor punzante de cada músculo, un recordatorio constante de la ferocidad del encuentro con el lobo-tigre y la aberración que intentó reclamar su vida. Sus pensamientos giran en torno a la brutalidad de la pelea, a la velocidad de cada golpe y cada esquiva; el crujir de huesos y el olor a sangre fresca persisten en su mente. Aquella confrontación le dejó mucho más que heridas superficiales: lo sumergió en una duda insondable sobre sí mismo y sobre el mundo que, como él, sigue siendo implacable y salvaje.
Al adentrarse en esas tierras desconocidas, Zhou nota los cambios abruptos en el paisaje: los árboles poseen cortezas que destellan con un brillo espectral, como si un fuego interior los animara; los cielos se tiñen de colores extraños, casi irreales, como un atardecer eterno que desafía cualquier lógica natural. Sin embargo, estos fenómenos, en lugar de asombrarlo, intensifican su sensación de desasosiego. Se encuentra vagando por un terreno que parece diseñado para confundirle, y los susurros de las sombras al borde de su visión lo acechan como los ecos de un pasado que ya no puede recordar con claridad.
Con cada paso que da, siente cómo sus fuerzas se diluyen. La fatiga comienza a adueñarse de su cuerpo, y el hambre se convierte en una constante punzante, un recordatorio de su fragilidad en esta tierra hostil. Han pasado días desde que sus labios probaron algo comestible, y cada movimiento de sus pies descalzos en la tierra parece exigirle un esfuerzo titánico. Pero más allá del hambre, una punzada de vacío profundo lo consume. En medio de su soledad, sus pensamientos regresan a su vieja vida, a las personas y rostros familiares, a la simplicidad de los días antes de que el caos lo arrastrara hacia esta existencia de violencia y desconfianza. ¿Cómo llegó aquí? ¿Qué lo llevó a cruzar esa línea que separa la tranquilidad del conflicto interminable?
Recuerda los momentos en que las noches eran solo noches, donde el sueño era fácil y sus preocupaciones limitadas. Se encuentra preguntándose qué lo empujó a este camino de supervivencia cruda, un camino donde solo los fuertes prevalecen y donde su propósito se desvanece en las brumas de sus propios temores. La claridad de sus recuerdos se disuelve a medida que avanza, y con ella, su sentido de identidad. Siente cómo las preguntas comienzan a pesarle tanto como el hambre: ¿acaso esto es lo que el destino tenía reservado para él? ¿O es él mismo quien se ha condenado a vagar en estas tierras sin descanso? Cada duda lo llena de una sensación de vacío existencial, y sabe que, aunque logre encontrar alimento o refugio, nunca se librará de esa otra hambre, aquella que devora su espíritu en busca de respuestas.
Sumido en la penumbra de su desconcierto, de pronto percibe algo que parece irreal, casi un espejismo: un destello suave y cálido que emana desde un claro en el bosque. Allí, en medio de la espesura, descubre un estanque cuyas aguas parecen capturar la esencia de las estrellas. Sobre ellas, un árbol surge como un fragmento de un sueño o una pintura nacida de los secretos de la naturaleza. Sus ramas, gruesas y arqueadas, emergen desnudas de hojas, y en su lugar, una serie de hongos luminiscentes pende, respirando en tonos verdosos y azules, como faroles en una niebla etérea. El árbol exhala un aire antiguo y misterioso, casi como si tuviera un latido propio, un ritmo que resuena en sintonía con algo que Zhou no logra comprender del todo.
Mientras observa, una inexplicable sensación lo envuelve. Es una mezcla de anhelo y nostalgia, de curiosidad y desconcierto. ¿Por qué este árbol en particular lo atrae tanto? Siente un impulso profundo de refugiarse bajo su sombra, como si el árbol le prometiera respuestas que hace tiempo necesita, o un respiro en medio de su incansable peregrinaje. Las preguntas de su mente se vuelven casi tangibles, flotando en el aire denso y vibrante que rodea al árbol. ¿Cuál es el sentido de este lugar? se pregunta, ¿y por qué parece llamarme de una manera tan ineludible?
Zhou da un paso hacia el árbol, y en el silencio, sus pensamientos se sienten más resonantes, como si fueran gritos en un vacío. Los días de penurias y batallas recientes regresan a él como ecos de una vida anterior, de otro Zhou que alguna vez tuvo un hogar, una existencia menos marcada por la incertidumbre y el constante juego de vida o muerte. A cada paso, algo en su interior se suaviza, un sentimiento olvidado que no logra nombrar, y el árbol parece acogerlo en su abrazo silencioso.
Cuando finalmente se acerca, una nube de polen se desprende de los hongos, envolviéndolo. Su visión se torna borrosa, y siente cómo el mundo se desvanece lentamente, como una vela que se apaga. La realidad se diluye, dejándolo caer en un sueño profundo, suspendido en el tiempo y el espacio.
En la penumbra de ese sueño, Zhou Xintian se siente suspendido en una corriente de recuerdos y visiones, como si flotara en un mar de nubes densas y cambiantes, sin dirección aparente. Cada nube es un fragmento de su pasado, de sus preguntas, de la vida que dejó atrás y de la vida que aún no comprende. Flota sin rumbo fijo, pero con cada imagen que se despliega, siente que una fuerza oculta lo guía, como si alguien —o algo— estuviera respondiendo a sus más hondas inquietudes, llevándolo a una revelación enigmática.
Las imágenes se suceden de forma no lineal, como hilos de una red cósmica que se extiende más allá de su comprensión. Ve a su yo más joven, un Zhou que no conocía el hambre ni el peso de sus responsabilidades. A través de ese Zhou inocente, recuerda la facilidad de los días, un contraste tan marcado con la brutalidad que ahora define su existencia. Luego, sin previo aviso, es lanzado a recuerdos de batallas y confrontaciones, de seres de una naturaleza tan extraña que le parecían pesadillas: criaturas imposibles, reinos envueltos en poderes místicos que sobrepasan su entendimiento.
En esta red de recuerdos y visiones, las respuestas comienzan a emerger, pero no como palabras; son ideas que vibran en el aire, impresiones que él puede entender solo en este estado de ensueño. Se da cuenta de que el mundo es mucho más vasto de lo que imaginaba, un terreno de especies de todas formas y naturalezas, no todas humanas, donde la ley suprema es la supervivencia del más fuerte. Este no es solo un mundo de brutalidad física; es un tejido entrelazado con fuerzas antiguas, con poderes que van más allá de lo tangible. La magia, la brujería, la hechicería y el poder oscuro son tan reales como la tierra bajo sus pies, y cada clan, secta, y reino busca adueñarse de estos misterios, en un conflicto sin fin que ha dividido el mundo en dos supercontinentes enfrentados.
En un instante que parece eterno, Zhou se siente transportado a un lugar aún más desconcertante: un espacio dentro de sí mismo, un rincón de su mente y de su ser que jamás había percibido. En ese mundo interior, el tiempo y el espacio se desploman, convirtiéndose en un horizonte ilimitado donde cada pensamiento y cada emoción toman forma tangible. Allí, una isla flota sobre un mar de nubes eternas, y en su centro, un árbol de aspecto familiar se alza, titilando con luces que parecen latir en sincronía con su propio corazón.
Zhou se pregunta qué significan esas imágenes, por qué ahora entiende la realidad de su mundo en términos que jamás había imaginado, como si todo su sufrimiento y su camino hubieran sido guiados hasta este punto. Las respuestas no son claras, pero siente una certeza irrefrenable de que este lugar, esta conexión con su propio interior, será crucial en su viaje. Aquí, en este espacio íntimo y arcano, yace la clave para entender no solo los secretos del mundo, sino también su propio papel en él.
Al comprender que el árbol en forma de hongo que vio antes de caer en ese sueño es llamado "el árbol de las Revelaciones", Zhou siente una mezcla de asombro y temor reverencial. Este árbol no es solo un ser antiguo, sino un portal que conecta al ser humano con lo más profundo de su propio espíritu, un guía hacia verdades enterradas y miedos no resueltos. A lo largo de la historia, el árbol de las Revelaciones ha sido objeto de leyendas, un ser casi mítico que aparece solo en los lugares donde la magia y lo místico aún conservan su poder intacto.
Se dice que el árbol de las Revelaciones es una de las pocas entidades en el mundo capaz de inducir un estado de introspección tan profundo que la persona es capaz de explorar sus miedos, sus recuerdos, sus traumas y, a la vez, desentrañar conocimientos ocultos o comprender enigmas que tenga.
Quienes logran entrar en su esfera de influencia pueden vislumbrar aspectos de su destino, acceder a conocimientos que están más allá de los límites de la comprensión ordinaria y recibir, por un instante, un destello de la naturaleza misma de este mundo vasto y misterioso.
Este árbol es codiciado por las grandes potencias, y muchos lo han buscado a lo largo de los siglos. Para los reinos y clanes, el árbol representa una herramienta invaluable para aquellos jóvenes prometedores que deseen potenciar sus habilidades.
Un contacto con el árbol puede dotarlos de la claridad mental y la sabiduría necesarias para enfrentar los desafíos del mundo y descifrar los misterios que permanecen ocultos. Sin embargo, Zhou percibe que el árbol no se deja encontrar tan fácilmente; su existencia misma parece determinada por una voluntad propia, manifestándose solo ante aquellos a quienes considera dignos, aquellos que están preparados para soportar la verdad de lo que descubrirán en su interior, pero dicho árbol desaparece sin dejar rastro luego de haber aceptado a una sola persona, según los recuerdos revelados antes.
Mientras esta revelación lo inunda, Zhou siente que la energía del árbol fluye a través de él, llenándolo de una paz desconocida y una extraña determinación. Por primera vez, tiene la certeza de que este viaje no es casualidad; el árbol ha revelado que su destino está ligado a secretos que aún debe descubrir y que, en algún momento, su papel en este mundo podría cambiar el equilibrio de fuerzas que tanto ansían dominarlo.
en un lugar dentro del mar de nubes brumosas aparece una isla flotante que se suspende entre los límites de su propio ser, frente al horizonte se disuelve en una inmensidad de nubes eternas que fluyen y se arremolinan, conteniendo un misticismo y magia indescriptible, todo allí se siente como un eco de su esencia, de sus deseos y temores, pero también de algo mucho más antiguo que lo sobrepasa.
En el centro de esta isla, un árbol se erige en silencio con patrones naturales que brillan suavemente, como runas antiguas escritas por la misma naturaleza. Zhou siente que el árbol no es solo un ser vivo, sino una entidad con conciencia, una presencia que ha existido en este lugar desde tiempos antiguos. Su apariencia es a la vez rústica y ancestral, Las luces flotantes alrededor de las ramas parecen vibrar en respuesta a su llegada, parpadeando en una cadencia que él percibe como una forma de lenguaje mudo, un saludo de bienvenida o un reconocimiento.
Mientras observa, una serie de pensamientos y revelaciones empiezan a fluir dentro de él, como si el árbol, con su mística voluntad, le estuviera susurrando verdades ocultas. Ahora comprende que todo el conocimiento que ha recibido sobre este mundo —las leyes brutales que lo rigen, las fuerzas místicas y los poderes que lo moldean— no vienen de su propia experiencia, sino de las almas que él mismo vio cuando estaba en aquel espacio desconocido, por alguna extraña razón sintió que todo lo que vio y percibió en aquel lugar por un tiempo indefinido ahora se encontraba de algún modo dentro de este misterioso árbol, y a su vez cada que las dudas lo invaden había destellos de imágenes dentro de su ser dando respuestas.
El paisaje etéreo parece fundirse con sus emociones; al sentir paz, el aire se vuelve más liviano, y las luces flotantes se acercan a él, pulsando suavemente. Pero en los momentos en que su mente se nubla con preguntas y dudas, percibe cómo las nubes circundantes se oscurecen y las raíces del árbol tiemblan, como reflejando la carga de sus pensamientos. Este árbol es un guardián de secretos y, al mismo tiempo, un espejo de su propia esencia.
Mientras explora el lugar, una certeza comienza a tomar forma en su interior: este mundo es la clave de algo que aún no logra descifrar, un portal hacia verdades que trascenderán todo lo que ha conocido hasta ahora. Con cada paso, siente que está siendo guiado, que este árbol tiene la voluntad de mostrarle el camino que lo conducirá no sólo a entender su papel en el mundo exterior, sino a conocer los misterios que alberga su propio espíritu.
Bajo la enigmática guía del árbol, Zhou se sienta con las piernas cruzadas, adoptando una postura meditativa en medio del claro místico. Cierra los ojos y, al hacerlo, siente cómo el poder del lugar se entrelaza con su conciencia, permitiendo que pensamientos y conocimientos hasta entonces desconocidos comiencen a fluir en su mente. La energía que emana del árbol parece hablarle en un lenguaje ancestral, y lentamente, como si descifrara un código arcano, empieza a comprender enseñanzas que le serán esenciales para los desafíos que le esperan.
Cada respiración se vuelve un hilo que lo conecta con una red de sabiduría antigua. Percibe fragmentos de conocimiento sobre el equilibrio del mundo, sus amenazas y las fuerzas que lo moldean, y se da cuenta de que estas revelaciones no solo lo harán más fuerte, sino que también le permitirán entender la esencia misma de su travesía. Por momentos, le parece ver destellos de futuros posibles y caminos que deberá tomar, como si el árbol le mostrara, a su manera, las lecciones que solo un viajero dispuesto a mirar profundamente dentro de sí mismo podría llegar a comprender.
Tras recibir las revelaciones del árbol, Zhou ahora comprende la naturaleza del misterioso árbol en medio de la isla flotante. Poco después de meditar, siente que la conexión se desvanece, como si el árbol hubiera decidido que, por el momento, es suficiente.
volviendo a la realidad mientras seguía tirado en la tierra comprendió que mientras medita puede acceder a este espacio en un futuro, hay ciertas reglas que debe ser ejecutadas de manera adecuada para el ingreso, luego siente que es arrastrado a la fuerza fuera de este lugar, despertando al lado de aquel pequeño estanque de agua clara que vio al conocer el árbol de la revelaciones, pero este ya no se encontraba por ningún lado, había desaparecido.
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