En la habitación privada.
El hombre sentado en la cabecera de la mesa llevaba una camisa blanca con cuello recto. El bulto de su manzana de Adán estaba justo presionado contra el botón. Su rostro estaba pálido, añadiendo un poco de abstinencia.
Él estaba muy limpio y era guapo.
Cuando Ellen entró, la expresión indiferente y distante en su rostro desapareció al instante.
Una sonrisa cómoda apareció en su rostro limpio.
—Ellen.
Se acercó, tomó la chaqueta que Ellen acababa de quitarse y la colgó.
—¿Has estado esperando mucho tiempo? —preguntó Ellen.
—No, acabo de llegar.
Después de tomar asiento, Kenyon ordenó que sirvieran los platos.
Pronto los platos fueron servidos, y charlaron mientras comían.
A Ellen le gustaba comer pescado de aguas profundas, así que comió muchos.
Aunque no podía saborearlo, le gustaba el gusto suave y mimoso.
Fue reemplazado por Kenyon.