El mercader puso una sonrisa falsa en su rostro y preguntó cortésmente:
—¿No acabamos de pagar el impuesto hace dos días? ¿Por qué el Emperador va a cobrar impuestos nuevamente? ¿Qué tipo de impuesto es ahora?
La cara del soldado se oscureció, y cuando habló, había un poco de molestia en su voz.
—Solo hacemos lo que nos ordenan —dijo con el ceño fruncido.
Después de hablar, sacó un rollo de bambú de su cintura, lo abrió y preguntó:
—¿Cuál es su nombre, señor?
El mercader frunció el ceño, pero no se atrevió a enfrentarse a los soldados. Bajó la mirada para ocultar su enojo y contestó las preguntas del soldado. Conociendo su nombre, el soldado buscó su nombre en la lista por un rato.
—Necesita pagar veinte mil taeles de plata —el soldado habló después de un rato.
El mercader se sobresaltó al escuchar el monto total de los impuestos que tenía que pagar.