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Shen Jianhua y Zhou Lanfang se habían quedado estupefactos desde que Shen Mianmian recibió el premio al progreso. Todo se sentía irreal, como un sueño, hasta que Shen Mianmian se acercó a ellos y llamó.
—Papá.
Fue entonces cuando Shen Jianhua volvió en sí, aunque su expresión seguía siendo algo antinatural —Mianmian.
—Papá, gané el premio al progreso —Shen Mianmian mostró el trofeo en su mano, su tono similar al de un niño esperando elogios de un adulto.
—Bien, muy bien... —Shen Jianhua asintió, logrando una sonrisa forzada.
Los ojos de Zhou Lanfang parecían a punto de salirse de sus órbitas de furia, y justo cuando Zhou Siyu salió, ella agarró a Zhou Siyu y demandó —Siyu, ¿qué está pasando aquí? ¿No dijiste que el premio al progreso era tuyo? ¿Cómo terminó siendo de ella?
Había estado esperando afuera durante tanto tiempo y después de todo este tiempo, el premio al progreso fue a parar a esa pequeña bastarda.