—¡Aviva el fuego! —ladró al Pequeño Cabeza de Hierro sin levantar la cabeza, volviendo a meter el hierro entre las brasas ardientes mientras se limpiaba el sudor de la cara con el paño alrededor de su cuello de forma casual.
Jamás podría haber anticipado la sorpresa que recibiría al levantar la cabeza, casi petrificado al ver a este hombre sonriente que había aparecido de repente ante él.
—Hermano, hace tiempo que no nos vemos —saludaba Lin Jiaxin con la mano, evidentemente encantado por la expresión del Viejo Cabeza de Hierro en ese momento, disfrutando claramente del desconcierto que su presencia súbita había causado.
De pie a su lado, Lin Yuan se divertía con las travesuras infantiles de su padre. Sin embargo, esto también dejaba claro lo profunda que era la amistad entre estos dos hombres, pues Lin Jiaxin jamás habría venido por sí mismo y mucho menos habría esperado en silencio durante un buen rato sin llamarlo.