Ian, consciente de la magnitud del nuevo peligro que se alzaba ante él, evaluó rápidamente sus opciones. El titán de roca y fuego era demasiado grande y poderoso para enfrentarlo directamente, incluso con la ayuda de sus esclavos de alma. Además, ya había conseguido lo que necesitaba: la gema. No había razón para quedarse y arriesgarlo todo en una batalla innecesaria.
Con un rápido vistazo a la gema en su mano, Ian sintió el poder que emanaba de ella. Su principal objetivo era escapar con este valioso objeto, regresar al portal y salir de la gruta antes de que fuera demasiado tarde. Pero sabía que el titán no lo dejaría irse tan fácilmente; la criatura ya lo había identificado como el intruso que había perturbado su descanso milenario.
Ian retrocedió lentamente, sin quitar los ojos del titán, que rugía con una furia creciente. El monstruo comenzó a moverse hacia él, cada uno de sus pasos resonando como un terremoto que hacía temblar el suelo.
Gritando órdenes rápidas, Ian señaló a sus esclavos de alma que lo siguieran. El lobo y el mono se posicionaron a sus lados, listos para protegerlo. Las avispas se elevaron en el aire, preparándose para hostigar al titán si este se acercaba demasiado. Tarek, el goblin brujo, comenzó a conjurar una barrera de energía oscura para retrasar al monstruo. Los magos goblins crearon ilusiones de árboles y rocas para desorientar al coloso, mientras que los guerreros goblins formaron una formación defensiva a su alrededor.
—¡Retrocedemos, ya! —ordenó Ian, dirigiéndose hacia la salida de la gruta a toda velocidad.
Mientras corrían, Ian notó que el titán los seguía, sus pasos haciéndose cada vez más rápidos y potentes. La criatura emitía un calor sofocante; su cuerpo de roca y fuego iluminaba el oscuro bosque de la gruta como si fuera un sol en miniatura. Cada vez que el titán exhalaba, lanzaba ráfagas de fuego azul que quemaban todo a su paso.
—¡Más rápido! —gritó Ian, sintiendo el calor abrasador acercándose detrás de ellos.
A medida que se acercaban a la salida, el sonido de la roca rompiéndose y el rugido del titán reverberaban por toda la gruta. De repente, una ráfaga de fuego azul atravesó la barrera de rocas, incinerando a dos de los guerreros goblins que se encontraban más atrás dejandolo casi destruidos. Ian apenas tuvo tiempo de esquivar el siguiente chorro de llamas que casi lo alcanza. Las avispas volvieron a la carga, dispararon acido a la cabeza del titán, tratando de distraerlo.
Ian sabía que necesitaba una distracción mayor para ganar el tiempo suficiente para salir. Tomó una decisión arriesgada y ordenó a Tarek que usara uno de sus hechizos más poderosos. El goblin brujo sonrió con malicia y comenzó a recitar un cántico oscuro, mientras su cuerpo se envolvía en sombras. De las profundidades de la gruta, Tarek convocó a una criatura de las tinieblas, una bestia espectral que emergió del suelo con un grito ensordecedor.
La criatura espectral cargó contra el titán, lanzándose sobre él y envolviendo su torso en sombras densas que parecían absorber la luz y el calor. El titán se tambaleó, tratando de librarse de la criatura. Ian aprovechó este momento para guiar a su grupo hacia la salida. El túnel comenzó a inclinarse hacia arriba, y la luz del exterior era visible al final.
—¡Estamos cerca! —exclamó Ian, pero su tono era de urgencia.
Sin embargo, el titán logró liberarse de la criatura espectral con un violento estallido de energía, lanzando sombras a su alrededor. Aún furioso, soltó un rugido ensordecedor y arrojó una inmensa ola de fuego azul que comenzó a recorrer el túnel en dirección a Ian y su grupo.
—¡Ahora! —Ian gritó a Tarek, quien inmediatamente invocó una barrera protectora justo detrás de ellos. La barrera de energía oscura absorbió la mayor parte del impacto de las llamas, pero Ian sabía que no aguantaría mucho tiempo.
—¡Corran al portal! —ordenó Ian.
Los guerreros goblins se lanzaron primero, seguidos de los magos y Tarek, que mantenían una última barrera de defensa. El lobo y el mono se quedaron junto a Ian, mientras las avispas continuaban volando en círculos, listas para interceptar cualquier ataque del titán.
El coloso emergió de la entrada de la gruta, su cuerpo emitiendo un brillo cegador mientras las llamas azules lo envolvían completamente. Ian pudo ver que estaba aún más enfurecido; sus ojos ardían con una intensidad inimaginable. El titán rugió y comenzó a cargar hacia ellos, cada paso una sacudida que hacía temblar el suelo.
Ian no se detuvo. Con un último esfuerzo, corrió hacia el portal, sintiendo el calor abrasador en su espalda mientras el titán se acercaba. Justo cuando las garras incandescentes de la criatura casi lo alcanzaban, Ian saltó hacia el portal, atravesándolo en el último instante.
El titán lanzó un golpe devastador que impactó el lugar donde Ian había estado un segundo antes, pero ya era demasiado tarde. Ian y sus esclavos de alma habían cruzado de vuelta al mundo que conocían, dejando atrás la gruta y al titán, cuya furia resonó como un eco lejano mientras se alejaba del portal.
Ian cayó de rodillas en el suelo del otro lado del portal, respirando con dificultad, pero con una sonrisa triunfante en su rostro. Había conseguido la gema, había evadido al guardián.
Ian observó atentamente desde la sombra de un gran árbol durante un buen rato a las facciones que estaban saliendo, su mirada afilada siguiendo cada movimiento de las facciones que comenzaban a emerger del portal, de regreso del bosque místico. Sabía que su decisión de quedarse y observar era tan arriesgada como estratégica; la gema ya estaba en su poder, pero el verdadero valor residía en lo que podría aprender de sus competidores.
Las facciones salían una tras otra, jadeando y cubiertas de polvo y sudor. Muchos de los jóvenes y sus líderes presentaban heridas, algunos de gravedad, con la ropa hecha jirones y sus rostros marcados por el cansancio. El titán de roca y fuego había sido un enemigo formidable, y la energía del bosque había cobrado su precio. Sin embargo, la mayoría de ellos sostenían fragmentos de madera resplandeciente, hojas con patrones dorados, o pequeñas piedras preciosas que brillaban con una luz interior. Ian notó que, a pesar de sus pérdidas, los grupos habían logrado extraer algo valioso del bosque.
Un líder de la facción Watanabe, con un brazo ensangrentado y una expresión de determinación en su rostro, llevaba un fragmento de una piedra brillante que parecía resonar con una vibración constante. Otro de la familia Yamaha portaba una extraña flor dorada, cuyas hojas centelleaban con un suave resplandor y destilaban una fragancia única. Los Hattori emergieron con una piel de serpiente gigante que aún chisporroteaba con energía espiritual, claramente tomada de una de las criaturas que habían encontrado.
Mientras las facciones se reunían y contaban sus pérdidas, se escuchaban susurros de confusión y temor, mezclados con la satisfacción de haber obtenido algo del bosque. Ian escuchó atentamente, esperando captar cualquier información útil.
—Perdimos a tres de los nuestros al enfrentarnos a ese monstruo de fuego —comentó uno de los líderes de la facción Watanabe, su voz cargada de pesar pero con una nota de orgullo—. Pero al menos conseguimos estos fragmentos de cristal que parecen que tienen una energía especial en ellos.
—Nuestro grupo se topó con una manada de tigres mutados —añadió otro miembro de la familia Yamaha, su rostro mostrando una mezcla de miedo y emoción—. Perdimos a dos hombres, pero esta flor podría ser un poderoso catalizador. Su esencia es distinta a cualquier otra que hayamos visto antes.
Los Hattori, por su parte, parecían haber sufrido menos pérdidas. Su afinidad con los animales había resultado ser una ventaja. Su líder, un joven de mirada intensa, hablaba con sus compañeros mientras sostenía la piel de serpiente y pequeños frascos llenos de líquido brillante.
—Esta piel y este veneno podrían ser la clave para crear nuevas defensas espirituales —decía en voz baja—. Pero no podemos quedarnos aquí mucho tiempo; el titán aún podría intentar salir.
Ian se mantenía alerta, atento a los murmullos y conversaciones que se desataban entre las facciones. Su mente calculaba rápidamente las posibles repercusiones de todo lo que veía. La gema que él tenía era indudablemente el premio mayor, pero los materiales que los otros habían recuperado también eran valiosos. Quizás, en cierto modo, el titán había hecho su trabajo a la perfección: había enfrentado a todas las facciones con un peligro tan grande que los obligó a unirse momentáneamente para sobrevivir, pero también había dejado que cada grupo obtuviera algo a cambio.
Ian sabía que ahora debía decidir su próximo movimiento con cautela. Tenía la gema, pero aún no sabía exactamente cómo utilizarla. Podría ser una ventaja momentánea o un riesgo a largo plazo si no entendía su verdadera naturaleza. Su plan había salido bien hasta ahora, pero siempre estaba preparado para ajustar su estrategia sobre la marcha.
Mientras seguía observando, notó que los líderes de las facciones empezaban a reunirse en un círculo más cerrado, discutiendo en voz baja. Ian captó fragmentos de su conversación:
—…debemos regresar y analizar lo que hemos encontrado. Pero debemos estar preparados, en caso de que haya más peligros ocultos en la gruta —dijo uno de los líderes.
—No podemos permitirnos más pérdidas —comentó otro—. Necesitamos más información antes de hacer cualquier otro movimiento.
Ian se dio cuenta de que esta era su oportunidad para sembrar más confusión y obtener más información. Decidió actuar con astucia, mezclándose discretamente con uno de los grupos mientras todavía estaban distraídos por su propia agitación.
—Tal vez deberíamos considerar una alianza temporal, al menos hasta que descubramos más sobre este lugar y el titán —propuso Ian con voz tranquila, fingiendo preocupación—. Parece que hay mucho más en juego de lo que imaginamos.
Los líderes giraron para mirarlo, sorprendidos de ver a alguien más participando en la conversación. Ian mantuvo su expresión neutral, pero con una leve sonrisa, sugiriendo que tenía más información de la que estaba dispuesto a compartir.
—Podría ser una buena idea —murmuró uno de los líderes, pensativo—. Pero ¿qué sugieres exactamente?
Ian sonrió internamente. Su plan estaba en marcha; si jugaba bien sus cartas, no solo escaparía con la joya, sino que también obtendría una ventaja crucial sobre todos los demás.