Cuando Ian estaba a punto de partir tras haber conseguido las almas de las aves, algo inesperado sucedió, llenando de terror tanto a él como a Tarek. El cielo se oscureció de repente, como si un velo sombrío lo cubriera. Se escuchó un grito ensordecedor, un sonido que Ian reconoció inmediatamente: era el grito de un fénix, la misma criatura que había visto antes, aquella ave mítica que controlaba el clima y los truenos.
A lo lejos, pudo divisar una gigantesca figura alada que se movía a gran velocidad en su dirección. El tamaño de aquella criatura era comparable al de un dragón, y el poder que irradiaba era abrumador. El aire a su alrededor chisporroteaba con energía, y cada batir de las alas del ave hacía que los cielos se retorcieran en tormentas furiosas.
Ian supo en ese momento que no tenía oportunidad alguna de vencer a una criatura de tal magnitud. Aterrado, recogió todas las almas que había capturado, incluyendo al recién esclavizado líder de las aves, y lo invocó de inmediato. Sin perder tiempo, Ian se montó sobre el ave esclavizada y huyó a toda velocidad.
El aire silbaba a su alrededor mientras volaban desesperadamente. Ian podía sentir la creciente energía detrás de ellos, y antes de poder reaccionar, el ave soltó un estruendoso grito, invocando una tormenta de truenos. Los cielos rugieron y los relámpagos cayeron como si fuesen lanzas divinas. Por poco, el líder de las aves que montaba Ian logró esquivar los ataques, pero Ian sabía que no podían mantenerse mucho más tiempo en el aire.
"¡No hay manera de ganar contra eso!" pensó, su mente trabajando a toda velocidad. La única opción viable que le quedaba era escapar, y rápidamente decidió comprar un ticket de retorno a la Tierra.
Justo cuando estaba por activar el ticket, vio cómo un enorme vórtice de energía se formaba alrededor de ellos. Los rayos crepitaban peligrosamente a su alrededor, y el poder del ave parecía estar alcanzándolos. El aire se volvió denso y la tormenta que lo seguía comenzaba a cerrarse sobre ellos.
"¡Vamos, vamos!" gritó Ian mientras activaba el ticket en el último segundo.
Justo cuando el espacio a su alrededor comenzó a distorsionarse y la teletransportación fue activada, un mar de relámpagos cayó sobre la posición que acababan de abandonar. El poder de aquellos rayos habría sido letal si se hubieran demorado un segundo más.
La teletransportación llevó a Ian y a su grupo de vuelta a la Tierra, justo en su posición anterior. Todavía podía sentir el eco de la tormenta en sus oídos, y su corazón latía con fuerza. Había estado peligrosamente cerca de la muerte.
El ave , furiosa al ver que su presa que mato a su especie había escapado, dejó escapar un último y atronador grito de ira antes de desaparecer entre las nubes. La tormenta la seguía como una sombra, marcando su camino mientras se alejaba.
Ian abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso de la fatiga aún sobre su cuerpo. La suavidad de una cama debajo de él le hizo dudar por un momento si todo lo que había experimentado había sido un sueño. El aroma familiar a su alrededor, el calor reconfortante del lugar… todo lo hacía parecer irreal, como si hubiese regresado a los días tranquilos de su juventud.
Parpadeó varias veces, tratando de aclarar su visión. Lo primero que vio fue a una figura familiar, su amiga de la infancia, sentada en una silla junto a su cama, profundamente dormida. Su cabeza estaba ligeramente inclinada, y respiraba de manera pausada y tranquila, como si hubiese pasado mucho tiempo esperando su despertar.
Ian, aún confundido, se incorporó lentamente. Sus músculos estaban doloridos, como si hubiesen soportado una inmensa tensión, pero lo que más le preocupaba era su mente. ¿Había sido todo un sueño? Las mazmorras, los combates, las criaturas fantásticas, el ave parecida al fénix… ¿había sido una creación de su imaginación?
Justo cuando estaba por convencerse de que todo había sido una alucinación, una fría y monótona voz resonó en su mente.
El sistema está operativo. Proceso de teletransportación completado. No fue un sueño."
La voz del sistema rompió el delicado equilibrio de sus pensamientos, devolviéndolo a la realidad. Todo había sido real. Había estado en ese mundo, había luchado, esclavizado almas, y casi había sido destruido por una criatura de leyenda.
Ian soltó un suspiro de alivio, aunque también de preocupación. Su mente aún procesaba la información mientras observaba el rostro tranquilo de su amiga. ¿Cómo explicarle lo que había vivido? ¿Debería siquiera contarle?
Mientras contemplaba estas preguntas, el alivio de estar de regreso en la Tierra se mezclaba con una nueva urgencia. Sabía que, tarde o temprano, tendría que regresar a ese peligroso mundo.
Después de unos minutos en silencio, Ian decidió que lo mejor sería mantener todo lo que había vivido en secreto. ¿Cómo podría explicar algo tan extraordinario sin que lo tildaran de loco? Además, si contaba la verdad, las consecuencias podrían ser impredecibles. Debía aprender más sobre el sistema, sobre sus capacidades, y, sobre todo, sobre cómo podía aprovechar este nuevo poder sin poner en peligro a quienes lo rodeaban.
El sonido suave de movimiento lo sacó de sus pensamientos. Al mirar a su lado, vio cómo Sakura, su amiga de la infancia, comenzaba a despertarse. Primero frotó sus ojos con suavidad, y cuando finalmente se dio cuenta de que Ian estaba despierto, su reacción fue inmediata. Sin decir una palabra, se abalanzó sobre él, abrazándolo con fuerza.
—¡Ian! —sollozó con la voz quebrada—. ¡Creí que no ibas a despertar! ¡Han pasado tres días! Los médicos no sabían qué hacer... dijeron que tu cuerpo estaba bien, pero no podían entender por qué no despertabas.
Las lágrimas de Sakura empapaban la camisa de Ian mientras ella lo mantenía abrazado, como si temiera que pudiera desaparecer de nuevo. Ian, sorprendido al principio, finalmente levantó las manos y la rodeó con sus brazos, tratando de consolarla.
—Lo siento por preocuparte, Sakura —murmuró Ian en voz baja, su corazón apesadumbrado por haberla angustiado tanto—. No sé qué pasó… tuve un sueño extraño.
No era una mentira completa, pero tampoco era toda la verdad. Sakura lo miró con sus ojos llenos de lágrimas, como si intentara asegurarse de que realmente estaba allí, de que estaba a salvo.
—No vuelvas a hacerme esto —dijo ella con un tono serio, aunque su voz aún temblaba por la emoción—. Pensé que te había perdido.
Ian le dedicó una pequeña sonrisa, aunque en su mente seguía debatiendo qué hacer a continuación. El mundo que había dejado atrás seguía latente en su mente, y sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a sus desafíos nuevamente. Pero por ahora, su prioridad era mantenerse en la Tierra.
—No te preocupes —respondió suavemente—. Estoy aquí, y no voy a ningún lado.
Al menos, no por ahora, pensó en silencio.