Risa yacía en su cama riendo de placer, finalmente estaba empezando a controlar las cosas por aquí y pronto tendría un gran control sobre Oberón y luego tomaría el control de la manada.
Recordar que Dora no cedería a su solicitud, hizo desaparecer su sonrisa.
—Esa estúpida pícara —rodó los ojos—. Si es posible, va a morir allí, porque parece que no va a ceder a mi solicitud pronto —negó con la cabeza decepcionada.
Oberón entró en la habitación y la encontró en la cama, su rostro no mostraba buen humor.
—Nyx, ¿qué te pasa? —Se acercó y la abrazó.
Ella fingió molestia, —Solo quiero estar sola, por favor, necesito tiempo para mí —rodó los ojos.
Él frunció el ceño, —Háblame, ¿algo va mal?
Su interior burbujeaba de excitación. Siempre había soñado con estar en sus brazos y que él la cuidara tan dulcemente.
—Es... ay, olvídalo, no hay nada que puedas hacer al respecto —hizo puchero y miró hacia otro lado.
—¿Qué te hace pensar eso? Siempre estoy aquí para ti —él murmuró dulcemente.