Elijah se sentó en el asiento del pasajero del coche de Dante y miró hacia fuera.
—¿Cómo se suponía que debía actuar con Karen? —Su mente daba vueltas mientras diferentes posibilidades le venían a la mente.
Nunca había tenido que encontrarse con ella después de ese día. Siempre la había evitado. Y afortunadamente, ella había sido lo suficientemente sabia para alejarse de él.
Dante había establecido un vínculo mental con él para que viniera a una sesión de entrenamiento la mañana siguiente. Pero como se aburría en casa, había decidido ir a dormir a su casa.
A su madre siempre le alegraba verlo junto a Dante y le había despedido con gran alegría cuando le dijo que iba a pasar la noche en la casa de Dante.
—¡Oh, eso es genial, Elijah! —Ella había brillado tanto que él temía que su cara se desfigurara si seguía así, así que había acariciado su sonrisa con sus manos y le había frotado la mejilla.
—Espera —dijo ella, corriendo a la cocina y volvió con una cesta de frutas.