Lilian miró por la ventana del carruaje al que los soldados la habían obligado a subir. No había dicho una palabra desde que asaltaron la casa de su padre, matándolo brutalmente ante sus ojos y arrastrándola para regresar al palacio.
Estaba preocupada por sus hijos. James no debería haber escuchado a Kiara y haberla enviado fuera del palacio. No podía confiar en James para proteger a sus hijos.
—¿Estarán a salvo? —se preguntaba Lilian, con un mal presentimiento que intentaba ignorar.
Lilian no amaba a nadie más que a sus hijos. Le preocupaba que Kiara estuviera rodeada de tantos hombres, aunque Kiara la había traicionado. Kiara seguía siendo su hija, así que Lilian tendría amor en su corazón por Kiara.
Lo que más le preocupaba era Henry. ¿Serían tan amables de perdonar la vida a Henry y solo matar a James?
—Mi hijo —Lilian tocó su pecho.
Podía aceptar la muerte de James, pero no la de su hijo.