—Señora Bennett, el señor Lewis está aquí para verla otra vez.
Amelie despegó sus ojos de la pantalla del computador y miró la cara preocupada de Anna.
Anna finalmente había asumido la posición de asistente personal de Amelie una vez más y esta última no podría estar más feliz al respecto. No obstante, desde que empezó a trabajar para ella de nuevo, había estado lidiando con un solo problema urgente: los molestos intentos de Ricardo para ponerse en contacto con su exesposa una vez más por cualquier razón.
Vaciando sus pulmones con un largo y molesto suspiro, Amelie tamborileó sus dedos en la superficie de su escritorio y finalmente respondió:
—Despídelo, por favor. Sea lo que sea de lo que Ricardo quiera hablar conmigo, ya no es de mi interés. Si está de acuerdo con desperdiciar su tiempo en esto, entonces es su problema.
Anna asintió y salió de la oficina de su jefa mientras Amelie se hundía más profundo en su silla, desviando su mirada hacia la alta ventana de la habitación.