Cuando Xia Jing escuchó esto, su cara se ensombreció. —¡Wan wan!
Los tres jugaban y el ambiente era armonioso. Pronto, se reían juntos.
Esa noche, Su Wan le contó sobre esto a Jing Chen y Qin Lan.
Qin Lan y Jing Chen naturalmente la apoyaron. Solo le recordaron repetidamente que cuidara su cuerpo y que no se cansara demasiado.
El corazón de Su Wan se calentaba mientras asentía repetidamente.
La semana siguiente, Su Wan vendría todos los días a esta tienda para desarrollar postres. Con Xia Jing y Xin Yue a su lado, la vida se volvía muy interesante.
Los días felices siempre pasan rápido. En un abrir y cerrar de ojos, ya había pasado una semana.
Hoy era el día que Jiang Tian salía del hospital.
Jiang Xin ayudaba al abuelo a empacar sus cosas y dijo con una sonrisa, —Abuelo, déjame darte otra buena noticia mientras hoy recibes el alta.
—¿Oh? ¿Qué buena noticia? ¿Me lo cuentas? —Jiang Tian estaba interesado y miraba a Jiang Xin con una sonrisa.