—Santo cielo —maldijo por lo bajo Savannah—. Solo iba a quedarse en la casa de su padre unos días; ¿por qué tenía que aprovecharse de esto?
Pero Dylan no la dejó ir, y sus dedos rodaron lentamente su pezón a través del sostén. Al mismo tiempo, sintió el cuerpo de la pequeña mujer temblando. Si no estuviera presionada contra el coche por él, ya se habría rendido debajo de él. Dylan alzó sus labios con satisfacción.
Aunque era bastante pasiva, su reacción demostraba que no odiaba su toque.
—No seas tímida, mi gatita —le susurró al oído—. Grita si quieres o no, pero aquí vas a vivir. Vamos a volver.
Savannah se mordió los labios, sabiendo que el hombre la seducía deliberadamente.
—¿Srta. Schultz? —En ese momento, Cooper salió de la villa cuando Savannah no regresaba después de mucho tiempo.
Savannah abrió los ojos de par en par alarmada. A medida que los pasos de Cooper se acercaban más y más, Savannah reunió su coraje para empujar a Dylan, corriendo de vuelta a la casa.