—Oh, Roma. Nunca pensé que fueras tan... simple.
—Dame tu palabra —Román ignoró la sonrisa divertida en el rostro de Ismael mientras su expresión permanecía seria—. Es un precio bajo comparado con lo que puedo ofrecer. ¿No fue esa la razón por la que hiciste lo que hiciste?
Ismael sonrió con ironía mientras reía débilmente. —No hice nada, hermano. —Se encogió de hombros, pero no explicó a qué se refería con eso.
—Tienes mi palabra, séptimo príncipe —prometió Ismael a su hermano—. Una vez que el príncipe heredero haya caído, cumpliré mi promesa. Pero te advierto. Podrías arrepentirte de esta decisión, pues había planeado exprimirte todo lo que pudiera.
—Nunca. —La mandíbula de Román se tensó mientras movía la cabeza—. Me iré ya que eso es todo lo que tenía que decir.
Ismael simplemente se encogió de hombros con indiferencia mientras observaba a Román levantarse. Sus ojos siguieron la figura del séptimo príncipe hasta que la puerta se cerró suavemente con un clic.