—¡Dios mío, llego tarde al trabajo! —exclamó Tiana, saltando de la cama cuando se dio cuenta de que se había dejado llevar por todo lo que había pasado y se había olvidado de ir a trabajar.
Habían terminado de desayunar y se habían acurrucado en la cama, hablando de cosas al azar. No fue hasta que sus ojos pasaron por el reloj de la pared que vio la hora.
Nicklaus se levantó y la ayudó a ponerse la camisa.
—Eh… ¿cuándo te mudas? —preguntó, sin mirarla a los ojos. Tiana vio el leve rubor en sus mejillas y sonrió;
—No lo sé, hice un trato con Abuelo de no verte de nuevo, así que primero tenemos que arreglarlo con él, no puedo simplemente volver a mudarme como si nada hubiera pasado.
—Eso no es problema, hablaré con él —hizo una pausa por un segundo—. ¿Cuánto te dio? Sus ojos se elevaron hacia ella mientras se preguntaba;
Tiana levantó la mano y le mostró sus cinco dedos;
—¿Quinientos millones?
La risa de Tiana resonó en la habitación; —¿Qué, no!