Humillada, Sirrah no pudo quedarse allí más tiempo ya que todas las demás personas en las cercanías habían quedado en silencio. Un silencio atónito, tan pesado como nata espesa, se asentó en el aire. Se levantó y, con la cabeza pesada, salió de las festividades.
Apenas tomó unos minutos para que todos volvieran al ritmo, pero ella oyó murmullos lejanos de cómo la Princesa Morava se apareaba como un animal salvaje por todo el festival. Esta era la tercera vez que tenía relaciones sexuales con los soldados. También escuchó que en un momento, Morava tuvo un trío.
Rigel la siguió en silencio.
—¿Te gustaría encontrarte con Eltanin? —preguntó con cortesía.