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El río etéreo de luminiscencia azul fluía de su cuerpo y lo envolvía en sus frescos oleajes. Los dos yacían lado a lado en un enredo de brazos y piernas y dones y éter.
Cuando él había comenzado su apareamiento con ella, Tania había aspirado un aire agudo mientras miles de imágenes cruzaban su mente mostrando a Eltanin en toda su gloria desnuda, haciendo el amor con ella de diversas maneras. Sabía que eso era lo que él tenía en mente. Era como si su alma tocara la suya y estuviera sacando sus emociones hacia afuera, obligándola a que su don se fundiera con el suyo. Su corazón se comprimía con el anhelo que sentía de él.