Ning Dong golpeaba el saco de arena sin cesar. El sudor le resbalaba por las cejas hasta los ojos, quemándolos. Parpadeó para aliviar la molestia, pero sus manos no dejaron de golpear el saco. No podía parar; si paraba, explotaría. Quería desahogar la ira de su corazón con los puñetazos.
En ese momento, alguien le agarró la muñeca. Sin embargo, siguió golpeando con los ojos cerrados. Cuando su puñetazo fue bloqueado, lanzó otro. Esta vez, su puñetazo falló, y el de su oponente le dio. Giró la cabeza instintivamente para esquivar, pero el puño todavía rozó sus labios. Fue derribado de los pies y cayó pesadamente al suelo. No obstante, no hizo una pausa; se levantó de inmediato, listo para continuar. En ese momento, sintió que alguien le presionaba el hombro.
—Ning Dong, ¿qué te pasa? —Ning Dong escuchó la suave voz de Ji An.
Con esto, todos los agravios que había reprimido en su corazón se desbordaron. Abrazó a Ji An y enterró su cara en el hombro de Ji An, llorando en silencio.