—¡Mia, vámonos! —Fue a tomar la mano de Amelia.
Harper resopló y miró la mano de Amelia. Inesperadamente, Amelia se giró y lo abrazó. Levantó la cabeza y dijo con voz infantil:
—Hermano Harper, por favor. Solo cinco minutos. ¿Cinco minutos, está bien?
—…
Justo cuando William pensaba que Harper aún no aceptaría, vio a Harper dar media vuelta y entrar, maldiciendo:
—¡Niña molesta!
Amelia lanzó un grito de alegría.
—Entonces, ¿Hermano aceptó? ¡Hermano William, ven rápido! —Ella jaló a William con un zumbido y ocupó el escritorio de Harper.
A Harper no le importó. Se tumbó en el sofá junto a la ventana y siguió jugando en su cuenta alternativa.
De repente, hubo un estrépito afuera de la ventana. Harper se giró instintivamente y vio a una chica de rojo con cabello largo apoyada contra la ventana, mirándolo fijamente.