—Nadie puede decir con seguridad que algo no vaya a suceder. Además, ¿no me protegiste bien? De lo contrario, ¿cómo siempre estoy sano y salvo? —dijo Qiao Mei mientras miraba a Xia Zhe.
—Solo quiero que tú y el bebé tengan una vida más estable y sufran menos. Incluso viniste en secreto a buscarme. Si el Abuelo se entera, creo que definitivamente me romperá las piernas. —Xia Zhe tenía piel de gallina mientras imaginaba a Qiao Qiang levantando una vara.
Qiao Mei miró a Xia Zhe y sonrió. —Fui yo quien se aprovechó de ti en aquel entonces. ¡Ahora es demasiado tarde para que te arrepientas!
Xia Zhe pensó nuevamente en aquella noche. Qiao Mei se veía tan hermosa y encantadora ahora, y su delicada voz le recordaba cómo estuvieron enredados juntos esa noche. Las orejas de Xia Zhe se volvieron aún más rojas, pero Qiao Mei no podía hacer esfuerzos ahora, así que solo podía esperar.