"Lleva un rato pintando, Srta. Natalia. ¿Le apetece una merienda? Se lo prepararé aquí", dijo Laura en voz baja mientras empujaba un carrito plateado.
"Eso estaría bien. Me vendría bien un descanso... y supongo que a Reiner también", le contesté. Estoy tan agradecida de tener a Laura como una de mis criadas. Es tan perfeccionista.
"He oído que tiene un apodo para el señor Reiner", empezó a conversar tímidamente Laura mientras preparaba la mesa para la merienda.
"Oh, sí, en realidad sí. Yo... no lo uso mucho cuando hay otras personas alrededor..." le contesté. No le dije que habíamos prometido usar su apodo sólo cuando estuviéramos solos.
"Nosotros, el personal, hemos estado dando la lata al Sr. Reiner para que nos dijera su apodo y así poder usarlo para llamarle a él también, pero se ha mostrado muy terco a la hora de decírnoslo y tampoco nos deja ponerle un apodo. Hasta las criadas mayores y los mayordomos tienen apodos...". Laura siguió con su historia de Reiner.