Siento algo pesado en el pecho y en los muslos. Fue lo primero que se me pasó por la cabeza mientras me despertaba lentamente. Al darme cuenta de que debía de haberme quedado dormida mientras me acoplaba con Edward, mis ojos se abrieron de golpe, presa del pánico. El techo blanco, la tranquilidad y la mullida cama bajo mi cuerpo no eran definitivamente lo que esperaba encontrarme al despertar después de aquella aventura en el espacio cerrado del coche. Por encima de todas esas cosas sorprendentes estaba el hecho de que la pesada carga sobre mi pecho era el musculoso brazo de Edward y la carga sobre mis muslos era su pierna mientras dormía profundamente abrazado a mí. Los dos estábamos completamente desnudos, su cara enterrada en mi cuello para que pudiera sentir su cálido aliento regular contra mi piel.